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España

Isabel Bonig abre en canal el estercolero del PP valenciano

La prLa presidenta del PPCV, Isabel Bonig.

"Hay que luchar para que Valencia no se convierta en Cataluña", decía Isabel Bonig tras ser nombrada presidenta de su partido en la región más sacudida por los escándalos de corrupción. Bonig sustituyó en el cargo al melifluo e incompetente Alberto Fabra, ahora repantingado en un sillón del Senado. Agarró Bonig este verano las riendas de un PP claudicante y logró una remontada de casi 200.000 votos en las generales. Regeneración y limpieza, han sido su norma.

En pleno ejercicio de recuperación, acaba de estallarle el escándalo de la 'Operación Taula', el pestilente estercolero en el que se había convertido el Ayuntamiento y la Diputación de Valencia. La intocable Rita Barberá, en el ojo del huracán y en el centro de las sospechas. Bonig, de un plumazo, ha descabezado el PP valenciano, abierto en canal la organización, cesado a Alfonso Novo, presidente local y fiel cancerbero de Rita, y urgido a Génova a nombrar una gestora. Demasiado tarde pero, quizás, todavía a tiempo. 

Los bastiones del PP

Valencia es la tercera ciudad de España y ha sido, junto con Madrid, uno de los dos bastiones clave del Partido Popular. Acarreaban votos y fondos a paladas. Nadie osaba toser a los dirigentes del PP valenciano. En especial, a Rita Barberá, la figura de todo este retablo en descomposición. Rita era la alcaldesa de Valencia pero, en verdad, era la que mandaba en el PP de la Comunidad. Ni un papel se movía sin que ella lo dispusiera. Ni un paso osaba dar el presidente de la Comunidad sin su anuencia. Mantenía relaciones privilegiadas con Aznar y, por supuesto, con Rajoy. Intocable Rita, su caída en desgracia ha supuesto el empujón final para el declinar del 'marianismo'.

Rita era la alcaldesa de Valencia pero, en verdad, era la que mandaba en el PP de la Comunidad. Ni un papel se movía sin que ella lo dispusiera

Isabel Bonig, 45 años, tomó el relevo al frente del partido en forma acelerada, sin esperar a congresos extraordinarios ni otros procedimientos orgánicos. Había urgencia. Dolores Cospedal pisó el acelerador para precipitar los cambios y le encargó asumir el papel del 'señor Lobo' en su comunidad. "Soy quien arregla los problemas". Y muchos había que arreglar, y a toda prisa. En Génova ya se barruntaba la tormenta que estaba a punto de estallar en forma de 'Operación Taula', el penúltimo terremoto del PP valenciano. El estrambote de un largo rosario de episodios pestilentes que han derivado en un cimbronazo de dimensiones descomunales en la estructura del PP nacional. Valencia se hunde y todo el PP tiembla.

No le teme Bonig a las decisiones drásticas ni a las medidas contundentes. Acaba de plantear una serie de iniciativas que muy bien podrían ser un manual de uso para todo su partido sobre cómo hacer frente al mayor de sus pecados. La presidenta del PP regional se revuelve contra esta lacra que anidó en su formación y que nadie, menos aún Rajoy, ha decidido extirpar.

Anuncia Bonig que presentará una demanda civil contra todos los condenados en su partido, a fin de que indemnicen económicamente el daño causado a la imagen de la organización. Esos fondos irán a instituciones benéficas. Todo arrancó con la gran redada del martes. Nada inesperado en una comunidad donde el escándalo es la norma. Nada sorprendente en un partido asaeteado por la podredumbre. Bonig Destituyó en forma fulminante de los cargos orgánicos a todos los detenidos, urgió a Génova a que les suspendiera de su militancia. Así se hizo. Abrió expedientes internos e impulsó la creación de una comisión de Investigación en las Cortes valencianas. "Estoy abochornada, avergonzada, hay que acabar con esto", declaró tras estallar el escándalo. Caiga quien caiga. Rita, en el frontispicio y casi una decena de sus más firmes colaboradores, en el calabozo, imputados o en libertad provisional.

Sección de asuntos internos

Bonig plantea más medidas, que trasladará a su partido en el momento en el que se despejen las dudas sobre si Rajoy sigue en la pelea o se marcha a casa. Pretende ampliar las competencias del Comité de Derechos y Garantías de su formación para que se convierta en una especie de sección de asuntos internos, una auditoría en permanente estado de vigilancia para controlar excesos, detectar desviaciones y, por supuesto, apartar a las manzanas podridas. Propone también que se ejecute un control en el proceso de selección de cargos, unos procedimientos más rígidos a la hora de promociones y ascensos. Muchas cosas han fallado en el PP. pero en el valenciano, aún más.

Bonig quiere ampliar las competencias del Comité de Derechos y Garantías del PP para que se convierta en una especie de sección de asuntos internos, una auditoría en permanente estado de vigilancia

Bonig tomó las riendas de su formación en el peor momento, tras el cataclismo de las autonómicas. Su predecesor, Fabra, un buen hombre, resultó un blando, sin personalidad. La presidente tuvo que recomponer la estructura orgánica, rearmar los cimientos derruidos, recomponer los tejados hundidos e incluso poner algo de paz entre las diferentes familias que siempre se han enfrentado en el seno de la formación. No iban más las cosas, recuperó voto en diciembre y empezaba a cuajar su forma de hacer limpieza en el partido. En Génova, no se la atendía, pero Rajoy, frenaba. Rita era demasiada Rita.

De repente, sobrevino lo esperado. Otro aldabonazo. Rus y sus trampas. Y, al fondo, la descomunal sombra de Rita Barberá. Cinco tramas valencianas ya en los últimos tiempos. Y parece que aún habrá más. Sísifo renunciaría a intentarlo de nuevo, a levantar la piedra de la dignidad en un territorio envenenado y tóxico.

No siempre se ha escuchado a Bonig en su partido. Telefoneaba a Madrid para señalar irregularidades que detectaba desde su puesto en la consejería autonómica y luego, ya en 2014, como secretaria general de la formación. En el PP valenciano nadie podía meter mano. Alfonso Rus, cabecilla de la trama que ahora desfila por los juzgados y pasa las noches en el cuartelillo, era un 'capo' a la antigua usanza. Presidente del PP valenciano, de la Diputación (la gran repartidora), alcalde de Xátiva, amigo de sus amigos, manejó a su antojo presupuestos y distribuyó a su albur comisiones. Un padre padrone sin disimulos, famoso por su 'audio' contando millones en su coche o paseándose en un Ferrari por las carreteras de su lugar. Todos lo sabían. Siempre se ha sabido. Francisco Camps, heredero en la presidencia de la Generalitat tras Eduardo Zaplana, resultó judicialmente indemne del asunto de sus trajes, pero la mitad de su PP resultó imputado por asuntos de "ladrocinio".

Objetivo de todas las pesquisas

Bonig ha decidido dar un paso al frente, para eso ha llegado. Quiere abrir en canal el PP valenciano y expurgar toda la podredumbre que aún queda. Y es mucha. Rita Barberá, con cinco mandatos como alcaldesa de Valencia por mayoría absoluta, aparece ahora en el objetivo de todas las pesquisas, en el eje de todas las sospechas. Barberá ha sido uno de los más sólidos puntales del PP a nivel nacional., Siempre rechazó trasladarse a Madrid para ser ministra. Su poderío estaba en Valencia, fuente de financiación y vivero de votos del PP nacional. Por allí desfilaron presidentes como Zaplana, Camps, Fabra... pero ella permanecía.

La presidenta del PP regional viene de Vall d'Uxó, su pueblo, donde fue alcaldesa y donde se labró fama de dura y de implacable. Firme como una roca, le llaman la "dama de hierro" levantina. Admira a Margaret Thatcher, a Esperanza Aguirre y se lleva muy bien con Dolores Cospedal, quien la ha avalado con firmeza frente a otros dirigentes del PP, que apostaban en su día por mirar hacia otro lado y permitir todo tipo de excentricidades ilegales en la comunidad. Valencia es el pudridrero de la credibilidad del PP. Más de 150 imputados en las diferentes tramas que han germinado en la región levantina. El doble que la Gürtel de Madrid, que apenas supera los 70. Dicen que es territorio irrecuperable. Nadie, salvo Bonig, puede lograr el milagro, comentan sus compañeros en Génova. 

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