Editorial

La inaceptable doble vara de medir a las víctimas

El de Pedro Sánchez no debería ser el Gobierno comprensivo con unas víctimas y el Gobierno despectivo con otras

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez -

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha incurrido en un grave error al no haber asistido en lunes, junto a los Reyes, al funeral celebrado en la catedral de Valencia en homenaje a las 222 víctimas mortales de la catastrófica riada que ha asolado numerosas poblaciones de la provincia. Sólo a última hora el Gobierno anunció la asistencia de tres ministros, en cuyas agendas oficiales, unas horas antes, no figuraba previsión alguna en ese sentido. Este gesto de insensibilidad de Sánchez, unido justo unas horas después al protagonismo personal que ha querido acaparar en el 'Día de Recuerdo y Homenaje a todas las víctimas del golpe militar, la Guerra y la Dictadura' franquista, añade un plus de perversión a su indiferencia hacia las víctimas de la DANA.

Es evidente que Sánchez elude todo escenario público que pueda acarrearle un rechazo social de reprobación a su gestión, y, sin embargo, se promociona demagógicamente en todos aquellos actos diseñados expresamente para favorecerle, por viciados de sectarismo ideológico o de revanchismo histórico que estén. A Sánchez le falta empatía, sentido del deber, institucionalidad y capacidad para asumir que la ausencia del funeral fue ofensivo para los cientos de miles de perjudicados por la DANA. Y todo, en un contexto en el que las ayudas públicas prometidas, más de 15.000 millones de euros, llegan con cuentagotas, de manera ineficiente y de forma muy insatisfactoria para los afectados. A un funeral así era muy insuficiente enviar a tres ministros, cuando al acto de resarcimiento a las víctimas del franquismo le acompañaron una decena de titulares de su gabinete. 

Sánchez pretende ampliar la fractura social que una vez más divide a España entre buenos y malos con una concepción de la historia tan revisionista como sectaria"

La falsaria equivalencia que Sánchez hace de las víctimas es desproporcionada. Primero, por el inoportuno momento que utiliza para ello. Segundo, por las dramáticas circunstancias en que siguen tratando de sacar cabeza miles de valencianos. Y tercero, por pretender ampliar la fractura social que una vez más divide a España entre buenos y malos con una concepción de la historia tan revisionista como sectaria. El Gobierno arrancó la legislatura imponiendo un muro entre los ciudadanos, así lo definió el propio Sánchez en su sesión de investidura como una provocadora declaración de intenciones, mientras a la vez pronuncia palabras como concordia, convivencia, reencuentro, solidaridad o diálogo vaciándolas completamente de contenido.

La Guerra Civil, el franquismo, se convierten así por enésima vez en el divisorio amuleto de Sánchez con el que tratar de protegerse del cerco político al que le someten los chantajes de sus socios, y de los casos de corrupción que cada vez con más nitidez y pruebas salpican al núcleo duro de La Moncloa. Su gestualidad como adalid de una pretendida justicia histórica que sólo él cree encarnar es sobreactuada e innecesaria. Un mínimo sentido de la institucionalidad, de sentimiento y de debido respeto a quienes perdieron su vida en la riada le obligaba a acompañar al Jefe del Estado, mirar a los ojos a tantos familiares que han visto sus vidas deshechas, y acompañarles como mínimo con un gesto.

Aducir como excusa que no se trataba de un 'acto de Estado' es de una pobreza argumental inaceptable. Es justificar con un formalismo lo que no es sino un acto de desdén hacia las víctimas y su desesperación. El de Sánchez no debería ser el Gobierno comprensivo con unas víctimas y el Gobierno despectivo con otras.

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