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Economía

Muere Luzón, el banquero que nació pobre y trabajó para Botín, Slim y Ortega

"Naturalmente que pienso en la muerte. Cada mañana, cuando me levanto. Pero me duran poco esos pensamientos, unos cinco minutos", escribió Francisco Luzón

Francisco Luzón ha fallecido este miércoles a los 73 años, seis años después de pronunciar sus últimas palabras, afectado de ELA.

Testigo privilegiado del incesante proceso de consolidación del sector financiero español, que veía con preocupación, Luzón lo fue todo en la banca española. A pesar de los altos cargos de responsabilidad que asumió en las entidades para las que trabajó, su forma de ser y pensar estaban alejadas de los prototipos sobre la figura del ejecutivo de banca instalados en el imaginario colectivo.

Luzón fue consejero de BBV, presidente de Banco Exterior de España, fundador y presidente de Argentaria, vicepresidente ejecutivo de Santander, responsable del negocio del grupo en Latinoamérica hasta 2012.

Un día apareció un gran trozo de carne en la perola en la que nos servían la comida. Era una rata muerta"

En mayo de 2015 pronunció sus últimas palabras, y en noviembre de 2016 anunció que padecía Esclorisis Lateral Amiotrófica, ELA. Creó la Fundación Francisco Luzón Unidos contra la ELA para dar visibilidad a la enfermedad y dotar de recursos a la investigación sobre la misma.

Trabajó para Emilio Botín, para Carlos Slim o para el fundador de Zara, Amancio Ortega. Sin rencor, Luzón no olvidaría que cuando solicitó ayuda para su fundación tanto a Santander como al magnate mexicano y también al hombre más rico de España, no la recibió.

"Me ha dolido aún más al comprobar que en la responsabilidad social corporativa de las empresas la medicina y los enfermos no tienen prácticamente ningún espacio y que todo se dedique al deporte o a la cultura o al medio ambiente", comentó el economista en una entrevista concedida a Vozpópuli en 2017.

Luzón nunca olvidó que fue un 'coreano', como se llamaba en País Vasco a los emigrantes

Luzón pensó que gracias a los contactos que había hecho durante su vida profesional podría recabar fondos para su fundación contra la ELA. Pero se percató entonces de que no sería tan sencillo.

"Escribí y contacté a muchísimas personas y entidades", recordaba. Entre los que sí le ayudaron, la familia Fluxá. "Escribí a Inditex, a la Fundación Amancio Ortega. La respuesta fue no. Escribí también a Carlos Slim. Nunca respondió a mi carta. Me dirigí a Ana Patricia Botín (...)".

Del primer banco español le explicaron que si ocurriera algo similar con otro empleado y también creara una fundación, tendrían que hacer lo mismo. "Una gran decepción. ¡El que había sido mi banco durante quince años!", escribió.

Cuando salió de Santander percibió una pensión de 65 millones de euros

Francisco Luzón consiguió hacerse un hueco en los altares de la banca española a base de tesón y estudio. Cuando salió de Santander, percibió una pensión de 65 millones de euros.

"Soy heredero de la cultura del esfuerzo y la disciplina, he crecido en barrios obreros, no soy hijo de Neguri, no me he criado en los salones de la oligarquía financiera vasca, aunque la vida y una labor brillante me habrían de colocar en el mismo lado de la mesa", declaró.

Luzón y su familia emigraron al País Vasco cuando tenía cinco niños. Nunca olvidó que fue un 'coreano', como se llamaba en el País Vasco a los que llegaban de fuera en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. "De ahí proviene mi energía", aseguraba.

Entre sus recuerdos de los tiempos de la infancia en los paulinos de Zalla, a unos 24 kilómetros de Bilbao, este: "Un día apareció un gran trozo de carne en la perola en la que nos servían la comida. Todos nos lanzamos sobre la olla (...). No fui el primero aquel día (...). El ganador, el compañero que había obtenido el botín, quedó helado al comprobar que ese trozo de carne por el que había peleado y que daba sustancia al potaje de nuestra cazuela era una rata muerta".

"El aislamiento en el que vivo, encerrado dentro de mi cuerpo, me ha transformado en un hombre diferente", escribió en su libro El viaje es la recompensa.

"Soy consciente del final. ¿Cuánto me queda de vida? Naturalmente que pienso en la muerte. Cada mañana, cuando me levanto. Pero me duran poco esos pensamientos, unos cinco minutos", dejó escrito.

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