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Acerinox advierte de que la obsesión con el CO2 daña la industria y el empleo

La dirección de Acerinox no practica la corrección política. Mientras los consejos de administración de muchas empresas anuncian planes de paridad, certificados medioambientales, eliminación del papel y el plástico y cuotas por sexo y raza, para conseguir menciones en los medios de comunicación y ganar imagen de marca, el presidente de la siderurgia Acerinox, Rafael Naranjo, y su consejero delegado, Bernardo Velázquez, se atreven a decir lo que piensan, aunque moleste a algunos.

Y los directivos de Acerinox afirman que “los sacrosantos objetivos medioambientales” elaborados por las autoridades comunitarias y nacionales, como los definen en su memoria, están perjudicando a la industria y al empleo en el continente, a la vez que no están reduciendo las emisiones de CO2 en el mundo.

En su carta contenida en la memoria repartida a los accionistas, Velázquez afirma que “la industria es absolutamente necesaria para Europa y para España, y durante años ha permanecido en el olvido”. Hay además un reproche al paradigma económico imperante en los últimos años de que la riqueza provendría de actividades no industriales, como las finanzas, el turismo y el ladrillo: “Hasta hace poco, la industria era una actividad no prioritaria para los gobernantes europeos, que preferían una economía en que la riqueza se obtendría con facilidad, sin esfuerzo y con poca inversión” y además “no se halla en el origen de cataclismos económicos”.

Por fortuna,la ComisiónEuropeaha cambiado de paradigma y ahora ha establecido el objetivo de que para el año 2020 un 20% del PIB comunitario provenga de la industria. Igualmente,la Comisiónse ha planteado no seguir con la asignación de menores cuotas de emisión a partir de ese año “hasta que se tenga la certeza de su viabilidad económica y científica”.

Otro lastre para la industria europea ha sido en los últimos años la obsesión en reducir las emisiones de C02 para frenar el calentamiento global. Los directivos de Acerinox enjuician así el resultado de este esfuerzo: “en realidad las han aumentado a nivel global y han conseguido disparar en territorio comunitario la importación de dos productos altamente perjudiciales: CO2 y desempleo”.

En 2001, se producían 11 millones de toneladas de acero inoxidable en EEUU y Europa y ocho millones en el resto del mundo; en 2014, la producción en EEUU y UE ha bajado a 10 millones mientras que en el resto del mundo ha subido a 27 millones.

Algunas siderurgias europeas han trasladado parte de su producción a otros lugares, con mayores niveles de emisión, lo que ha eliminado puestos de trabajo. Y además la producción que se importa a EEUU y UE, sobre todo la de Asia, añade un 25% más de emisiones de CO2 por su transporte.

Níquel más barato

Para los directivos de Acerinox, las perspectivas para su empresa y para el sector industrial son buenas, debido no sólo a las mejoras del rendimiento de la siderurgia, el aumento de la demanda mundial de acero inoxidable y la aparición de una nueva forma de níquel, mezclado con alto contenido en hierro (que Acerinox ha sido el primer fabricante occidental en incorporar a sus procesos), sino a este nuevo interés de Bruselas y de Madrid en impulsar la industria.

Las reformas con las que Bernardo Velázquez se contentaría son: costes energéticos más bajos, simplificación del “aparato regulatorio europeo, nacional y autonómico”, implantación del principio de reciprocidad comercial en las relaciones entre países y la disminución “del impacto de los costes medioambientales en que incurrimos los europeos unicamente”.

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