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Economía

Calviño y el PIB: cuando el optimismo forzado se convierte en ridículo

En apenas 24 horas, el Gobierno ha encajado dos recortes drásticos de las previsiones de crecimiento. Y los que quedan por llegar. La ministra no flaquea, más por necesidad política que por convicción

Nadia Calviño y Pedro Sánchez.

El Gobierno comienza a adentrarse en el territorio del ridículo, a medida que los organismos de análisis van desmontando el optimismo económico forzado. Que la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, no haya recortado aún la previsión oficial de crecimiento (6,5% en 2021) sólo tiene una justificación: la necesidad política de sostener la moral de los votantes socialistas y morados, en un momento complicado para la coalición de Gobierno. También el hecho de que las cifras 'macro', cada vez menos creíbles, ya están escritas en el cuadro que sustenta los Presupuestos Generales del Estado.

La oleada de revisiones del PIB se veía venir desde que el Instituto Nacional de Estadística (INE) revisó por sorpresa sus estimaciones el 23 de septiembre. El poco brío de las ventas empresariales, por culpa de un gasto doméstico inferior al esperado, llevó al ente público a reducir del 2,8% al 1,1% el avance de la economía entre abril y junio. Los datos del segundo trimestre son clave para los estadísticos del INE, a la hora de fijar la previsión de todo el año.

La decisión de aplicar un tajo tan drástico, para disgusto del ministerio de Calviño, invitaba a pronosticar futuras revisiones en cadena. Desde el 23 de septiembre, la duda de la mayoría de los economistas no era si debían recortar o no el PIB, sino cuánto y cuándo había que hacerlo.

Que Calviño no haya recortado aún la previsión oficial de crecimiento sólo tiene una justificación: la necesidad política de sostener la moral de los votantes socialistas y morados

El augurio ha tardado menos de un mes en materializarse. El primer jarro de agua fría lo vació este martes BBVA Research. El organismo desinfló desde el 6,5% al 5,2% (nada menos que 1,3 décimas) el crecimiento estimado para el conjunto del año. "A pesar del buen comportamiento del consumo de los hogares, la revisión se explica por el peor desempeño de la inversión y una contribución más negativa del sector exterior", señala el informe. "El sesgo a corto plazo es a la baja", asegura BBVA Research, que alerta sobre el impacto en la recuperación de "los cuellos de botella y el incremento en el precio de los insumos y costes de transporte podrían poner en riesgo la recuperación".

El Ministerio de Economía ha tenido apenas 24 horas para encajar el primer revés. El segundo tiene remite de Washington y lo ha propinado este miércoles el Fondo Monetario Internacional (FMI). El organismo que preside Kristalina Georgieva ha recortado desde el 6,4% al 5,7% su estimación de PIB para este año. Sin ser un tijeretazo tan agresivo como el de BBVA Research (siete décimas), es el más duro los aplicados en toda la UE.

Al igual que hacen los analistas del banco, el FMI también atisba riesgos en el horizonte. Sobre todo, en los precios desbordados de la energía y los problemas de suministro para la industria, que amenazan con calentar más la inflación y provocar desabastecimientos. Las mismas admoniciones están a la vista del resto de organismos de estudios, cuyos responsables se esfuerzan estos días en traducirlos en cifras.

En manos del omnipotente Sánchez, más que en las de Calviño, está ahora la posibilidad de empujar más a España en el terreno del ridículo o alejarla ajustando las previsiones a la realidad

Según la última media que elaboró Funcas, a partir de 20 influyentes departamentos de análisis, la economía española crecerá en 2021 un 6,2%. Ese cálculo se realizó en septiembre, antes de la revisión del INE. Lo esperable, por tanto, es que esa media se vaya acercando progresivamente hacia los pronósticos que ya han hecho BBVA Research o FMI (5,2% y 5,7%, respectivamente).

¿Seguirá la estela el Ministerio de Economía o se aferrará al optimismo ilusorio? En manos del omnipotente Sánchez, más que en las de Calviño, está ahora la posibilidad de empujar más a España en el terreno del ridículo o alejarla ajustando las previsiones a la realidad.

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