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Cultura

El volcán que engendró a Frankenstein

La erupción del volcán Tambora en 1815 provocó un cambio climático que hizo que en 1816 no hubiera verano

Napoleón desde su exilio en la isla de Santa Elena extrañaba los días en los que fue el dueño de Europa. Lo hacía mientras el cielo de todo el planeta se teñía de púrpura. La explosión del volcán Tambora, en la actual Indonesia, hizo que en 1816 no hubiera verano. La nube de gases exhalada por aquella montaña ocultó el sol, malogrando cosechas, y coloreando una atmósfera que inspiró a escritores y pintores. Esta oscuridad que envolvió el mundo engendró a Frankenstein, los vampiros y algunos de los cielos de William Turner.

Tras seis días inactivo, los geólogos determinarán esta semana si el volcán de La Palma ha cesado su actividad. La erupción del Cumbre Vieja es uno de los eventos por los que será recordado el 2021 en España. La del Tambora en la primavera de 1815 fue mucho más global, siendo el volcán registrado por el hombre más devastador con el nivel 7 en la escala de explosividad volcánica (el máximo es 8), expulsó 150 kilómetros cúbicos de ceniza, piedra pómez y gases, y dejó 10.000 muertes inmediatas y otras 60.000 como consecuencia de la explosión.

Año sin verano

Un año más tarde, la temperatura global del planeta se redujo e hizo que en Europa no hubiera verano. Mirando el lago que baña Ginebra, un grupo de escritores ingleses, entre los que se encontraban Lord Byron, John Polidori, y Mary Shelley (todavía con el apellido Godwin) se lamentaban del mal tiempo de aquel verano de 1816. Pasaban las horas entre paseos en barca y charlas nocturnas. 

En una de estas veladas, a propuesta de Byron, acordaron que cada uno de ellos inventaría una historia de terror. Ese concurso cambiaría la historia de la literatura universal con la creación de Frankenstein de Shelley, y del vampiro moderno de Polidori. Este que ejercía de médico de Byron en su viaje por el continente, volcó en su personaje toda la rabia que sentía hacia su jefe, por las continuas humillaciones públicas a las que le sometía. Polidori hizo del protagonista de su historia, Lord Ruthven, un trasunto del propio Byron y encarnación del mal.

El director Gonzalo Suárez recreó en Remando al viento estas lúgubres y geniales reuniones, en las que nació El moderno Prometeo de una pesadilla de la joven escritora de 18 años: “Vi al horrible fantasma de un hombre extendido y que luego, tras la obra de algún motor poderoso, este cobraba vida, y se ponía de pie con un movimiento tenso y poco natural. Debía ser terrible; dado que sería inmensamente espantoso el efecto de cualquier esfuerzo humano para simular el extraordinario mecanismo del Creador del mundo”, señaló Shelley.

Electricidad

Era un mundo en plena transfiguración, hacía 20 años que los cuellos de Versalles habían probado el filo de las guillotinas, y una serie de científicos trataban de domar la electricidad. Esta especie de alquimia tenía más pinta de atracción de feria que de revolución tecnológica, y generaba historias increíbles de animales muertos flexionando articulaciones al recibir una descarga. Sabemos que la jovencísima Shelley había acudido dos años antes a uno de estos espectáculos que recorrían los teatros soltando calambrazos a ancas de ranas y que iluminaban la fantasía de los presentes. 

Con estas escenas en su retina y con los relatos que circulaban por Europa, Shelley quiso alertar de los peligros de jugar a ser dios con este ingenio que estaba a punto de cambiar la humanidad. Por su parte, el anfitrión de estas veladas escribió 'Darkness' (Oscuridad), también de inicio onírico:

"Tuve un sueño, que no era del todo un sueño./ El brillante sol se apagaba, y los astros/ vagaban diluyéndose en el espacio eterno,/ sin rayos, sin senderos, y la helada tierra/ oscilaba ciega y oscureciéndose en el aire sin luna". Byron concluía su relato con el reinado de la oscuridad:  "La luna, su ama, había expirado antes; / Los vientos se marchitaron en el aire estancado, / Y las nubes perecieron; La oscuridad no tenía necesidad / De la ayuda de ellos, ella era el Universo".

Y mientras el genio y los sueños de una adolescente engendraban a la criatura del doctor Frankenstein, y Byron inundaba el mundo de oscuridad, otro inglés, el pintor William Turner plasmaba en acuarela el velo de ceniza y polvo en suspensión que había vomitado dos años antes un volcán en Indonesia y que seguía cubriendo el cielo de Londres.

'Estudio del cielo' circa 1816-18 William Turner. | TATE

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