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Cultura

ANÁLISIS

'Vice': ¿qué podemos aprender del cierre del imperio mediático hípster?

Por motivos nunca aclarados, la cabecera canadiense pasó de trinchera de la incorrección política a abanderada de la cultura woke, perdiendo así a millones de sus lectores

Portadas de la revista 'Vice'

Treinta años después de su fundación, gracias una subvención cultural del gobierno canadiense en 1994, el imperio Vice ha echado el cierre. La compañía matriz, Vice Media Group, anunció que ya no publicará más contenido en Vice.com y que planea despedir a cientos de periodistas de su plantilla. En los primeros dosmiles, Vice era objeto de envidia y de deseo, hasta llegó hablarse del grupo como ‘La MTV del siglo XXI’, pero en la década de los veinte ya solo provocaba chistes sobre su decadencia y la de la cultura hípster.

Para hacernos una idea, en 2014 la revista Forbes calculaba que el valor de mercado de Vice era de mil millones de dólares. Facturaron cien millones en 2011, con márgenes de beneficio del 20 por ciento. En 2012 doblaron sus ingresos, según revela el periodista Jeff Bercovici. El emporio, que se centraba en proyectos artísticos y en el sector audiovisual, firmó acuerdos con gigantes empresariales como el grupo Intel, el banco de inversiones Raine Group y la productora HBO, entre otros. ¿Cuál fue su receta para arrasar? Los contenidos ofensivos, políticamente incorrectos, con frecuentes referencias al porno, los estereotipos raciales y las drogas duras. Shane Smith, presidente ejecutivo, explicaba a sus 41 años que el objetivo de Vice era "subrayar el absurdo de la condición moderna".

Se entiende mejor con algunos ejemplos. Su cobertura de Ocuppy Wall Street en 2011 -el equivalente al 15M en Estados Unidos- sorprendió por su extremismo. El director envió a cuatro modelos masculinos, con trajes de Dior Homme y maletín de ejecutivo, a realizar una sesión de fotos fashion entre los manifestantes. Objetivo: reírse de la protesta. Uno de los modelos comía caviar con cuchara entre la multitud, otro se puso a tocar los bongos con su corbata como cinta de pelo y el tercero paseaba una pancarta con el lema "chupa el uno por ciento de mi polla" (réplica chusca al lema igualitario”somos el 99 %"). Con cada año que pasaba, las redes eran más crueles al burlarse de sus titulares ridículos, pretendidamente radicales como "Los hipopótamos de Pablo Escobar siguen teniendo sexo y nadie sabe cómo pararles", "Guía de los megarricos para elegir un paraíso fiscal", "La gente que consume alimentos sin gluten tiene más sexo que la que no", "Por qué el somier de Drake cuesta 390 mil dólares", "Diez razones por las que Bob Esponja es homófobo", "Guía para comprar vaqueros a personas no binarias", "Cómo hacer el desayuno con tu vagina" y “Guía periodística para la pedoflia sostenible” (de manera asombrosa, este último sigue disponible en la red).

Pocas bancarrotas han resultado más veloces; en 2014 Rupert Murdoch compró el 5% de la compañía, incluso después de haber perdido 580 millones en 2014, con la ruinosa apuesta por Myspace en 2005. Otras corporaciones que invirtieron en la malograda marca Vice fueron Walt Disney Company y el fondo de inversión TPG Capital. Por motivos nunca aclarados, la cabecera canadiense pasó de trinchera de la incorrección política a abanderada de la cultura woke, perdiendo así a millones de sus lectores. Numerosas demandas del movimiento Me Too confirmaron que la mutación era solo postureo, una impresión que no lograron borrar ni siquiera contratando a la Gloria Steinhem, la feminista favorita de las corporaciones, como responsable de igualdad de la compañía.

'Vice' y los delirios posmodernos

Un artículo de la excelente revista digital Spiked ilustra bien el auge y caída de esta firma: “Hubo un tiempo en que Vice era la organización más molona sobre la Tierra. En Londres, a mediados de la década de los dieces, se convirtió en una especie de culto en el que todo mi círculo social quería ingresar”, explica el periodista Heydown Prose. “Los chicos y chicas a la última que trabajaban allí lucían anillos de oro con el logo de la empresa. Cuando le preguntaban dónde trabajaban, era casi imposible no sonar arrogantes. ‘Ah, bien’, contestábamos, tratando de no sonar impresionados (y fallando). Yo hice algún material audiovisual para ellos como ‘freelancer’ pero nunca conseguí acceder a los círculos internos de la empresa. Algunas personas que no lograban contratos con Vice intentaban trabajar en el American Apparel de Curtain Road para estar cerca de la oficina de Leonard Street, que era una especie de fraternidad universitaria hípster”, recuerda el periodista.

Desde su fundación y hasta 2016, Vice España tuvo a toda la plantilla trabajando como falsos autónomos, hasta que una inspección de Trabajo impuso una multa de 950.000 euros

El dato más afilado que aporta Spiked: "La genial estrategia de Vice fue ofrecer sueldos muy por debajo del estándar de la industria a jóvenes periodistas y cineastas hambrientos. Esto significó que sus oficinas estaban repletas de niños pijos que estaban felices de cobrar un cheque a cambio del prestigio social infinitamente más valioso de trabajar allí", apunta. Un caso extremo: Hamilton Morris, en encargado en la revista de la sección de “drogas”, era hijo del documentalista ganador del Oscar Errol Morris. “Amigos míos que comenzaron como becarios de Vice de repente volaron a Medellín en Colombia para hacer documentales sobre los cárteles de la cocaína, incluso si tenían poca o ninguna experiencia cinematográfica. En 2013, Vice me envió al Festival de Cine de Venecia para hacer una serie de vídeos surrealistas sobre un hombre israelí llamado Nimrod Kamer, que intentó venderle drogas a Willem Dafoe. Luego intentó conseguir un acuerdo de distribución para un vídeo sexual de Pierce Brosnan de Harvey Weinstein”, recuerda Prowse.

La sucursal española de Vice cerró en julio de 2020. La liquidación vino precedida de maniobras sospechosas para los trabajadores, por ejemplo un goteo constante de despidos, que se interpretó como una estratagema de la directiva para esquivar la legislación de los ERE. Incluso en los peores momentos económicos, con pérdidas de más de un millón de euros por ejercicio, la empresa huyó hacia adelante alquilando unas carísimas oficinas de diseño con un coste aproximado de 20.000 euros al mes. Desde su fundación y hasta 2016, Vice España tuvo a toda la plantilla trabajando como falsos autónomos, hasta que una inspección de Trabajo impuso una multa de 950.000 euros. Durante el proceso de despido colectivo de los últimos meses, la empresa se negaba reconocer las antigüedades anteriores a 2016 -los falsos autónomos descubiertos-, pero los abogados corporativos tuvieron que recular ante la certeza de que finalmente les obligaría el juez de lo social. La liquidación española afectó a 57 personas, entre el departamento editorial y la agencia de publicidad.

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  • G
    grigapau

    Gracias por el articulo, muchos aspectos los desconocía. Saludos.

  • E
    estebanmc

    Vamos: Transgresores, pero eso sí, como falsos autónomos. El mal gusto no vende, y antes de perderlo todo, nos lo llevamos.

  • C
    costilladeadan

    Uno de mis amigos escribió para Vice una temporada, le pasaré este artículo.
    Gracias por escribir sobre temas que nadie más trata, Lenore, tus artículos son siempre interesantes.