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Cultura

Blanca Portillo se carga al Tenorio de Zorrilla, sin concederle siquiera el don

Una imagen del Don Juan Tenorio llevado a escana por Blanca Portillo.

“Por dondequiera que fui, la razón atropellé, la virtud escarnecí, a la justicia burlé y a las mujeres vendí”, dice de sí mismo Juan Tenorio -chulesco y rufián- en el primer acto del drama religioso fantástico escrito por José Zorrilla en 1844 que ahora se representa en el madrileño teatro Pavón. Y con ésas, justo con esas palabras, se ha quedado la actriz y directora teatral Blanca Portillo, quien en su versión del clásico ha ajustado cuentas sin que le temblara la mano.

El Tenorio de Portillo no se merece siquiera el tratamiento de Don, aseguró la directora en la rueda de prensa previa al estreno. Ni seductor ni nada que se le parezca, se trata sólo de un criminal, un psicópata y un maltratador sobre el que, según Portillo, se ha construido absurdamente el mito de la seducción, el galanteo y el arrojo. “Es un personaje peligroso y hay que cargárselo. Es un modelo a no imitar”, explicó Portillo hace poco más de una semana. Y en efecto, eso fue lo que hizo la directora con el don Juan de Zorrilla: cargárselo, que no quede pizca alguna de encanto en él. No resignificó Portillo el arquetipo del burlador, prácticamente lo castigó.

Eso fue lo que hizo la directora con el don Juan de Zorrilla: cargárselo, que no quede pisca alguna de encanto en él.

Sobre el escenario, las razones son más que elocuentes, en buena medida, por el estruendo que produce el texto al resonar en la sala. Para este montaje, que se estrenó en el teatro Calderón de Valladolid el año pasado, el dramaturgo Juan Mayorga fue el encargado de resignificar a Tenorio, personaje de quien se tiene primera noticia en la obra El burlador de Sevilla y convidado de piedra, de Tirso de Molina. El texto de Zorrilla ha sido tratado por Mayorga más con el talante de quien relee que del que reescribe, aunque no todos piensan del mismo modo, por distintas razones: desde la desaparecida musicalidad del clásico popular hasta la rasposidad excesiva de quien ha dejado de ser un burlador para ser un hampón, el término que utilizó el crítico Javier Vallejo para fustigar duramente el montaje de Blanca Portillo.

Es cierto que hay pieles muy sensibles cuando de actualizar los clásicos se trata. De ahí, por ejemplo, que para defender las licencias que se tomó José Sanchís Sinisterra con su Ricardo III, se refiriese a ella como una (per) versión. Esa misma duda es la que surge con el montaje que hace Blanca Portillo del Tenorio de Zorrilla: ¿se acerca más un texto al público contemporáneo gracias a esas decisiones literarias y escénicas que afectan a sus protagonistas? A juzgar por la sorprendente corta edad de los asistentes a la función -todos casi menores de 30-, resulta inevitable ceder ante la ortodoxia y romper una lanza a favor del experimento.

En el abarrotado patio de butacas del teatro Pavón no se escuchaba siquiera una tos. Era jueves, el aforo estaba completo y no había quien apartara los ojos del don Juan Tenorio que interpreta, con voz áspera, José Luis García Pérez . Un personaje que debería resultarnos encantador, se pasea con puñal, pistola y rodilleras, sin capas ni plumas. Luce más como un criminal que como un seductor. Este don Juan es más un Juanito Alimaña que un arquetipo del cortejo, la aventura y la temeridad.

¿Se acerca más un texto al público contemporáneo gracias a esas decisiones literarias y escénicas que afectan a sus protagonistas?

Alrededor del Juan interpretado por García Pérez, se levanta el trasunto de una Sevilla patibularia, de lunas rojas y espectros coreográficos con pasamontaña. Todo luce renovado y no sólo por la escenografía o las licencias que se toma Portillo –el canto de algunos versos en hip-hop o las largas intervenciones vocales de Eva Martín entre actos -, sino porque un regusto cinematográfico se cuela, por ejemplo, en el degollamiento de Luis Mejía, que casi salpica, tarantinesco, con el generoso chorro de sangre que de su pescuezo se desprende. Refulge, palidísima, una doña Inés (Ariana Martínez) que se crece y pasa de cándida novicia a una versión de Lizbeth Salander en el más allá -el escupitajo final, por Dios- y con la que Portillo consigue hacer todavía más agrio el perfil de un don Juan que se conduce como un maltratador.

Y aunque para algunos el romanticismo parezca extirpado, queda el regusto -todavía más si cabe- no en la redención final del Tenorio a través del amor o el perdón de las víctimas, como propone el texto original, sino en la capacidad de este don Juan de afrontar todo el daño causado. Queda muy claro el propósito de Portillo y Mayorga cuando José Luis García Pérez interrumpe su monólogo mortuorio para salir del escenario e increpar al público. Actriz de escuela y de cantera, Blanca Portillo ha incluido en el elenco a varios actores noveles seleccionados en las escuelas de Arte Dramático de Sevilla -ciudad donde se desarrolla la obra-, Valladolid -donde nació Zorrilla- y Madrid -lugar natal de Portillo y donde se formó en la escena.

A este Tenorio no le redime el amor, acaso más bien, la conciencia del daño causado a otros.

La obra, ambientada en la Sevilla de 1545, en los últimos años del rey Carlos I de España, hace lo que su directora ha prometido: cargarse la idea inexacta, acaso falsamente encantadora, del burlador. Y para ello se vale no sólo de la puesta en escena, sino del texto de Mayorga. No es la primera vez que trabajan juntos. En el 2005 la compañía Animalario presentaba en el Teatro de La Abadía la obra Hamelin, un texto de Juan Mayorga protagonizado por Blanca Portillo junto a actores como Alberto San Juan o Javier Gutiérrez. El montaje hizo a Mayorga merecedor del Premio Max como Mejor Autor Teatral. En 2012 volvieron a trabajar juntos en La vida es sueño, una obra en la que Portillo deslumbró con su Segismundo y Mayorga con su versión -recibió el Premio Max a la Mejor Adaptación de Obra Teatral-. Blanca Portillo, que sorprendió con su talento como directora en La avería  -versión teatral del relato de Dürrenmatt- repite con esta versión en la que cumple, cabalmente, con aquello que se propuso: cargarse el mito.  

Don Juan Tenorio, de José Zorrilla. Versión: Juan Mayorga.Dirección: Blanca Portillo. Coproducción Compañía Nacional de Teatro Clásico/ Teatro Calderón de Valladolid /Avance Producción Teatral. DUración: 2 con 20 minutos (sin descanso). Actores: José Luis García-Pérez, Miguel Hermoso, Ariana Martínez.  Teatro Pavón (calle Embajadores, 9, Madrid). Hasta el 15 de febrero.

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