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Cultura

Carmen Durán reflexiona sobre los orígenes y las manifestaciones del sentimiento de culpa

La autora de 'El sentimiento de culpa', Carmen Durán. (Foto cortesía de la editorial Kairós)

La culpa ha sido, siempre, el motor de las más ásperas empresas. Le ocurrió a Günter Grass. En 2006, ya reconocido con el Nobel y laureado con la fama literaria, reconoció en Pelando cebolla, sus memorias, que se había alistado a los 17 años en una división acorazada de la Waffen-SS. A mitad de camino entre el alegato de defensa y el sentimiento de reparación, Grass escribía empujado por la culpa. Pero no fue el único, Kafka puede que sea uno de los autores modernos que más profundamente trabajó ese sentimiento. Acaso para liberarse de ella. Es el mayor de los temas y ningún ser humano es capaz de desentenderse de ella. Por eso la filósofa y psicóloga Carmen Durán dedica su más reciente ensayo a tratar de desentrañar sus orígenes y facetas.

Emparentada, prácticamente fundida con el espectro de los sentimientos, la culpa que aborda Durán en su ensayo propone muchos enfoques

En las páginas de El sentimiento de culpa Carmen Durán describe de qué forma este sentimiento puede ser un revulsivo o un lastre: puede pasar de jugar una importante función en el equilibrio psíquico, al incluir desde la empatía con el otro hasta el ajuste de nuestros deseos, o convertirse en un pozo de exigencias y reproches por asuntos que escapan del control de quien se recrimina. Evadirla o engancharse es un problema común a todos los seres humanos. Sólo los psicópatas no son capaces de no experimentarla como sentimiento.

Emparentada, prácticamente fundida con el espectro de los sentimientos, la culpa que aborda Durán en su ensayo propone muchos enfoques, uno de los más atractivos es el que suele emplear el psicoanálisis y que alude a la culpa como el resultado de la tensión entre pulsiones contrapuestas. “Detrás de la pulsión de muerte siempre está en el impulso agresivo. Eros en cambio, es la fuerza del amor. Es en la lucha entre ambos donde aparece la culpa. Pero hay que saber que la elaboración de esa culpa, la posibilidad de que sirve de algo tiene que ver con el papel que juega el amor. Si no hay amor no hay culpa. La culpa sana que es la que tiene que ver con ocuparse del otro”, explica Durán en una conversación con Vozpópuli.

Tras abordar la culpa como una condición innata al sentido moral humano  –Homo sapiens/ Homo ethicus-, Carmen Durán ejemplifica de qué forma los obstáculos en el desarrollo y la educación moral de una persona pueden tener una incidencia en la forma de manejar la culpa de esa persona en su vida adulta. Valores contrapuestos, contradicciones, paradojas morales… todos esos elementos son el caldo de cultivo para que la angustia se ancle en otros temas: la ansiedad, el tabú y el castigo, tres temas a los que dedica dos capítulos completos.

"La religión se convirtió en la administradora de la culpa, todavía más en sociedades como la católica"

Durán llega a reflexionar sobre una ritualización de la culpa, un tema que expande la perspectiva hasta el análisis del uso político y moral de esa culpa, una operación que suele ser común a los credos religiosos, el más potente de ellos el cristianismo. “La relación entre religión y culpa es muy clara. La religión se convirtió en la administradora de la culpa, todavía más en sociedades como la católica. Si Dios representa una figura parental con unas leyes rígidas que hay que cumplir, se convierte en un instrumento ideal”, dice Carmen Durán citando sin embargo algunos como San Agustín o San Pablo dieron un enfoque distinto, no del todo punitivo.

Mal gestionada, la culpa puede adoptar otras manifestaciones cuyo alcance sea mucho mayor y destructivo. Transformada en la manifestación de una depresión, ésta puede llegar al extremo de incapacitar al que la padece para tomar decisiones o acometer acciones en su vida, por temor al perjuicio que pueda ocasionar a otro. Luego está la llamada culpa persecutiva, cuya naturaleza es completamente opuesta, pues consiste en atribuir siempre la responsabilidad a otro. “Casi siempre se manifiestan las dos. Sin embargo, toda acción autodestructiva tiene que ver con una culpa depresiva”, asegura Durán.

Escrito con una prosa divulgativa, el libro de Carmen Durán busca encausar la culpa en un enfoque total dotado de distintas perspectivas que permitan al lector relacionarse con un tema sobre el que todavía pesa una sombra de confusión. Licenciada en psicología, especializada en psicoanálisis y con estudios de filosofía pura, Durán también es autora también del libro Amor y dolor en la pareja y coautora del libro Eneagrama. También ha escrito dos novelas: Las tinieblas del corazón y Tiempo de hechizos.

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