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Cultura

Navalni, el eterno veneno de la represión rusa de los zares a la URSS y que ahora administra Putin

El principal opositor político de Putin ha muerto este viernes en prisión

Momento en el que la Justicia rusa condenó a Navalni a tres años y medio de prisión.

Rusia sigue envenenada, intoxicada de una represión política que pervive en todo régimen que accede al Kremlin. Por su trono han pasado el águila zarista, la hoz y el martillo y la tricolor de Putin y todos se han caracterizado por la eliminación sistemática del adversario político. Aquellos que defiendan discursos esencialistas trataran de encontrar un algo en la forma de ser rusa, un gen recesivo que solo es capaz de encumbrar a tiranos, pero como en cada país, y España es buen ejemplo de ello, el único antídoto para esta mutación represiva son instituciones democráticas sólidas, algo de lo que nunca han disfrutado los rusos. 

Este viernes falleció el opositor ruso Alexei Navalni principal opositor de Vladímir Putin que se encontraba en prisión cumpliendo una condena de 19 años por extremismo. En el momento en el que se escribe este artículo no han sido esclarecidas las causas de la muerte del opositor político y el Kremlin ha evitado pronunciarse sobre el asunto, recalcando que hay una investigación en marcha para esclarecer las causas del deceso. "No sé, depende de los doctores determinarlo", ha dicho el portavoz de la Presidencia rusa, Dimitri Peskov, tras ser preguntado por las informaciones publicadas por medios rusos sobre que el reo habría fallecido por un trombo sanguíneo, tal y como ha recogido la agencia rusa de noticias Interfax. 

"La Unión Europea considera al régimen ruso como el único responsable de esta trágica muerte", escribió el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel en un mensaje en la red social X.

La Unión Europea considera al régimen ruso como el único responsable de esta trágica muerte

La eterna represión

A comienzos del siglo XX, el imperio de los zares era un fósil político, un régimen reacio a reformas sociales, que solo unos decenios antes había abolido la servidumbre, que se negaba a adoptar reformas democráticas, pero que sí que había sido capaz de implantar modernos sistemas represivos. Desde la segunda mitad del XIX, funcionaba una policía política secreta, el Departamento para la Protección del Orden y la Seguridad Pública, conocido como Ojrana.

Empeñados en proteger a la familia real, este cuerpo combatió la oposición política y mantuvo el orden social, utilizando tácticas represivas y de espionaje. Operaba con gran discreción, infiltrándose en grupos revolucionarios y vigilando a posibles disidentes. Sus métodos incluían la tortura, el encarcelamiento y la ejecución de opositores al régimen zarista. La Ojrana ejerció un control severo sobre la sociedad, fomentando el miedo y la desconfianza. 

Grupos izquierdistas sufrieron en sus carnes el terror de esta policía secreta, pero tras la Revolución de 1917, los bolcheviques bebieron de esta estructura represiva para asentar su poder. La Guerra Civil dio la oportunidad a los bolcheviques de establecer una política del terror contra todos sus rivales, incluidos izquierdistas como los social-revolucionarios y anarquistas, que fueron aplastados bajo la acusación de "contrarrevolucionarios". Se estableció la Cheka como uno de los principales órganos del Estado represivo que consolidó el poder de la dictadura de partido que terminaría reprimiendo cualquier atisbo de crítica interna. Las purgas, los simulacros de juicios con sentencia de muerte asegurada, la cárcel y el gulag se mantuvieron durante toda la dictadura de los zares rojos, con su punto culminante durante el mandato de Stalin.
Se hundió el comunismo, se desintegró la URSS, y la nueva Rusia, en principio demócrata, no tardó en configurarse en un régimen ultra corrupto de oligarcas arribistas en el que importantes figuras del KGB terminaron ocupando importantes cargos políticos. Putin fue uno de aquellos hombres.

Cárcel y veneno

En Los ángeles que llevamos dentro, Steven Pinker explicaba cómo a lo largo de la historia, las diferentes culturas han repudiado el uso del veneno para eliminar al rival. Siempre ha sido visto como algo sibilino que rompía las reglas del juego, una trampa que el machismo atribuía a mujeres desde la Antigua Roma a Lucrecia Borgia. En caso de tener que recurrir a la violencia, frente al honorable duelo, el veneno se presentaba como uno de los mayores repudios.

Pero si algo ha caracterizado al régimen de Putin ha sido la falta de escrúpulos. En 2020 Navalni fue envenenado: "Putin ordenó mi asesinato", dijo el opositor tras recuperarse en Alemania del envenenamiento con un agente tóxico de la familia Novichok. A pesar del evidente riesgo que sufría, el político mostró una impresionante valentía y regresó a su país. Menos de cuatro años después de aquel envenenamiento, Navalni ha muerto en una cárcel rusa.

La lista de opositores políticos de primer nivel que han osado enfrentarse a Putin y que han acabado muertos ya no se puede contar con los dedos de una mano. El ex coronel del KGB y del FSB Aleksander Litvinenko, exiliado en Londres, murió envenenado con polonio 210 tras haber criticado a sus superiores. El periodista y diputado Yuri Sxekotxikhin que aireó casos de corrupción de la cúpula del Kremlin murió tras una extraña y rápida enfermedad. El empresario Roman Tsepov, la periodista Anna Politkóvskaia, y hasta el candidato proocidental en las elecciones ucranianas Víktor Yúshchenko.
Las escenas se repetían, opositores en la cama de un hospital, totalmente desfigurados por las toxinas o directamente muertos. Y la eterna sospecha de la mano de Putin en cada uno de estos casos.

Según los informes de Amnistía Internacional, Rusia ha sometido a más de 20.000 ciudadanos rusos a duras represalias para sofocar las voces discordantes con la guerra de Ucrania. “Quienes protestan pacíficamente contra la guerra en Ucrania y quienes comparten información crítica sobre las fuerzas armadas rusas afrontan duras sanciones penales, administrativas y de otra índole. Se adoptan y aplican inmediatamente nuevas y absurdas leyes que criminalizan a quienes expresan libremente sus opiniones. Se ha desplegado el deficiente sistema de justicia penal, caracterizado por unos juicios flagrantemente injustos, para repartir penas de prisión y cuantiosas multas destinadas a silenciar a las personas críticas ante la más mínima disidencia”, señaló Oleg Kozlovsky, investigador de Amnistía Internacional sobre Rusia.

"Se recurre con frecuencia a actuaciones administrativas contra quienes protestan contra la guerra, que carecen efectivamente de garantías de un juicio justo", señalana la organización apuntando a que los jueces suelen desestimar pruebas convincentes de la defensa y basarse únicamente en informes de la Policía, a veces manifiestamente falsos.

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  • U
    Ulyses

    Tomad nota, gallegos como yo. Esto es lo que viene: bloqueiros despreciables y comunistas, soviéticos, la edad media nacionalista, metástasis de la sociedad, podemitas odiadores, vomitivos, sanchistas lanares y traidores , secta sin nada dentro y mucho menos dignidad, despojos los de Yoli tenacillas, purria varia y demás aberraciones genéticas.
    Tomad nota. Esto es lo que viene.
    Después...