Cultura

Lupe Sino, la mujer que enseñó a sonreír a Manolete

En el 105 aniversario del nacimiento de la actriz repasamos su relación con el diestro y lo que supuso en la España de la posguerra

La plaza de toros de Linares aún muestra restos de otra era. Recuerdos de un tiempo glorioso para el toreo pero calamitoso en lo social. Mientras sanaban las heridas de una cruenta guerra civil, la sociedad española se aferró al capote de un hombre: Manuel Laureano Rodríguez Sánchez. Manolete. Allí, el 28 de agosto de 1947, el miura apodado Islero se llevó por delante al diestro y, con él, las ilusiones depositadas en el gran ídolo de los primeros compases del régimen.

Desahuciado en la enfermería de la plaza, Manolete confió en el buen hacer del doctor Garrido, el cual obró el milagro de mantenerlo con vida hasta la llegada de Luis Jiménez Guínea, afamado cirujano que erró en el tratamiento y terminó por rematar la vida del torero. Mientras España rezaba por la salud de Manolete, desde Lanjarón (Granada) se trasladaba a toda prisa una mujer sin igual que anhelaba despedirse a tiempo.

La dama que dividió a las dos Españas (la triunfadora y la perseguida) y conquistó el corazón del más grande y carismático torero que se recuerda en la tierra que nunca duerme. Se llamaba Antonia Bronchalo Lopesino. Lupe Sino.

Una mirada desde el ruedo y un güisqui en Chicote

Andaba Manolete en Las Ventas haciendo una faena singular, de esas que convencen hasta a la prensa, cuando sus ojos se fijaron en el rostro de una joven de belleza inusitada. Profesional hasta el extremo y matador de método, para Manolete el oficio era su vida. No conocía nada más allá del ruedo. Por ello, trató de olvidar la preciosa imagen que habían capturado sus retinas. Las mujeres no formaban parte de su día a día.

De hecho, decir que gozaba de habilidades sociales para el flirteo sería mentir. Nunca se le conocieron historias de amor o noviazgos a plazo fijo, su personalidad excesivamente estoica y tímida con el sexo contrario cercenó toda esperanza de envejecer junto a una mujer que lo llenase. La única persona, antes de la ilustre Lupe Sino, que llegó al segundo nivel de su corazón se apellidaba Eraso. De ascendencia vasca, los padres de la joven invitaron al diestro a comer con ellos en Córdoba, pero este no fue capaz ni tan siquiera de subir las escaleras. Solo se encontraba cómodo entre reses.

Convencido de que el amor no era para él, fue perdiendo las ganas de vivir en la última década de su vida. Jamás sonreía, su rostro impertérrito era tan común para la memoria colectiva de los españoles como sus andanzas en las plazas de todo el territorio. Todo eso cambió en 1943.

El bar Chicote, ubicado en la Gran Vía madrileña, reunió a la élite cultural de la posguerra al calor del desparpajo, el alcohol y las concesiones. El cinismo del régimen se manifestaba de lleno en locales como este, donde los clientes gozaban de una permisividad ética y moral a cambio de ejemplificar su apoyo y fidelidad a la dictadura. Un trato sin igual en el resto de estratos sociales.

Postrado sobre la barra del emblemático establecimiento, Manolete vio acercarse a lo lejos a su amiga Pastora Imperio. Esta, bailaora de referencia en la cultura flamenca, fue directa a saludarlo. Le presentó a Lupe Sino, esperó que se rompiera el hielo entre los dos y se marchó para que el noble oficio del amor hiciese el resto. Cada rincón del sistema nervioso de Manolete se puso en alerta cuando sus pupilas se reencontraron con la belleza de la manchega.

Melena morena ondulada, boca sensual y unos preciosos ojos verdes que proyectaban la más cautivadora de las miradas. El barman sirvió dos güisquis. Lupe Sino sonrío a Manolete, y este se dio cuenta de que no había mayor gloria que un mirar como ese. Aún no lo sabía, pero aquella mujer se acabaría convirtiendo en su nación.

La llamaban Lupe Sino

Nacida con el nombre de Antonia Bronchalo Lopesino en el pueblo de Sayatón (Guadalajara), Lupe Sino fue una mujer que se hizo a sí misma desde el primer momento. Sacó adelante a sus hermanos y los mantuvo con éxito en Madrid en una época donde vivir no era para nada sencillo. De ideología progresista y personalidad extrovertida, se ganó el cariño de unos pocos y el rechazo de muchos, que solo veían en ella la etiqueta de chica Chicote que con tanta facilidad colgaban en aquellos años.

Hija de trabajadores agrícolas, la familia abandonó Sayatón cuando la actriz tenía catorce años para trasladarse a Madrid. Entró como criada en la casa de una familia adinerada del barrio de Salamanca. Cuando creció y descubrió su verdadera vocación, empezó en el mundo del espectáculo como bailarina de cabaret. Se juntó con el círculo más reconocido de la izquierda anarquista de Madrid, y así le pilló la guerra civil, una a la que sobrevivió con ingenio y valentía. Las dos señas de identidad de su carácter en aquellos años.

Durante la guerra civil, en octubre de 1937, contrajo matrimonio civil con Antonio Verardini, Jefe de Estado Mayor del IV Ejército Republicano. También salió con otros matadores como Domingo Ortega o Antonio Márquez. Tras el triunfo del bando nacional y la instauración de la dictadura, Lupe Sino supo adaptarse a la vida social que demandaba aquella España. De Verardini se separó antes de terminar la guerra, abriendo la puerta de una nueva vida que se postraba ante ella.

Actriz y artista, Lupe Sino fue una intérprete de cierto nombre en su época. Siempre en papeles secundarios, Antonia participó en películas como El Testamento del Virrey, La Famosa Luz María o El Marqués de Salamanca. Fuera del círculo, llegó a la vida de todos los españoles cuando unió su destino junto al de Manolete aquella tarde de 1943 en Chicote.

Un oasis rodeado de espinas

Lupe Sino y Manolete se amaron sin condiciones, con ese querer tan inocente que creyó vencer y convencer al infausto destino que los aguardaba paciente. Desde el entorno más cercano del torero jamás aceptaron la presencia de la actriz, a la que calificaban de forma deshonrosa como buscona. Apodada la serpiente por la cuadrilla del diestro, Lupe Sino jamás convenció a sus más allegados.

Sin embargo, ajenos a todo el ruido del exterior, vivieron los años más felices de sus vidas de 1943 a 1947. Fuentelencina es un pueblo de Guadalajara muy cercano a Sayatón. Allí pasaron veranos enteros con la única preocupación de quererse y cuidarse. Manolete era muy apreciado en la región, los vecinos lo adoraban. Esta confianza dio paso a que se soltase como nunca.

Cansado de la responsabilidad de ámbito nacional que tenía cada vez que ponía los pies en el ruedo, Manolete se fue dando cuenta que la vida de verdad estaba allí. Entre pozas, partidas de cartas y anocheceres encontró la paz que le negaban los miuras.

El nido de amor lo tenían en Hilarión Eslava, donde vivía Lupe Sino antes de conocer a Manolete. De entre todos los detractores que encontraron, dos se elevaron por encima del resto. Angustias Sánchez, madre del diestro, renegó siempre de la actriz por su pasado rojo y el veneno que vertían sobre ella los íntimos del torero. José Flores, apoderado del cordobés, tampoco tragaba con Antonia. Pero tanto era el amor que Manolete procesaba por su madre que siempre trataba de hacerla ver que Lupe Sino era una buena mujer.

Convencido de que se había cruzado en su camino el destino, Manolete tenía decidido dejar el toreo al final de la temporada en 1947. De hecho, se iban a casar. Una boda prevista para octubre de ese mismo año y a la que Angustias ya había anunciado a su hijo favorito que no acudiría bajo ningún concepto. No hizo falta ninguna maldición por parte de la matriarca, de eso se encargó Islero.

Una despedida sin adiós y un final en México

Se encontraba Lupe Sino en Lanjarón cuando recibió el trágico mensaje sobre el estado de salud de Manolete. Luchando contra el inexorable paso de las horas, llegó la actriz a la plaza de Linares cuando el corazón del diestro todavía bombeaba la sangre justa y necesaria para poder decirle adiós. Sin embargo, se encontró con la negativa de José Flores y demás miembros de la cuadrilla, los cuales le prohibieron la entrada alegando que el médico había pedido descanso para el torero.

Se dice que ella quería casarse in articulo mortis con Manolete, lo cual la convertía en legítima dueña de buena parte de la fortuna que atesoraba. Al tener cuentas en común con ellos, la negativa sobrepasaba el plano médico. Quién sabe lo que pasaba por su cabeza en esos momentos, el caso es que no pudo casarse ni susurrar al oído unas últimas palabras a su amor. Solo tuvo acceso a la enfermería tras certificar el doctor la muerte de Manolete.

Repudiada desde aquel momento, Lupe Sino vivió solo un tiempo más en Madrid antes de partir hacia México. Entre unos y otros le hicieron la vida imposible. Las productoras con las que tantos años había trabajado le dieron la espalda. En el país americano se casó con Manuel Pedro Rodríguez, con el que vivió antes de su segundo divorcio y vuelta a la capital de España. Falleció el 13 de septiembre de 1959 a causa de un derrame cerebral, seguramente producido por un accidente de coche que sufrió por Puerta de Hierro junto a su amigo Arturo Fernández días antes.

Así decía adiós una de las personas que más impacto tuvieron en la sociedad española en los primeros años de la dictadura. La mujer que cambió la vida de Manolete, enseñándole que no hay mejor medicina para sanar un alma quebrada que el amor. De purísima y oro, que compuso el flaco. Antonia y Manuel. Manuel y Antonia. Todavía se les oye reír por los parajes de Fuentelencina.

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