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Cultura

La gran noche del pop y la muerte del ego

Michael Jackson, Bob Dylan, Bruce Springsteen, Cindy Lauper, Ray Charles, Stevie Wonder, Paul Simon, Diana Ross y otras estrellas del pop grabaron 'We are the world' en una sola noche, la noche en que murieron los egos

Julian Salvadores

“Deja tu ego en la puerta”. Ese es el mensaje que el mítico productor musical Quincy Jones dejó a la entrada de los estudios A&M en Los Ángeles, momentos antes de que atravesasen sus puertas Bob Dylan, Bruce Springsteen, Cindy Lauper, Ray Charles, Stevie Wonder, Paul Simon, Diana Ross y tantos y tantos otros. Michael Jackson ya estaba en el estudio desde hace rato. Su objetivo: grabar una canción que contribuyese a recaudar fondos para combatir la hambruna en África, un proyecto ideado por el activista y músico Harry Belafonte.

La gran noche del pop’, disponible en Netflix, narra todas las vicisitudes y alegrías de aquella madrugada de grabación en que no cabía una estrella más en Los Ángeles. Acercarse con tanto detalle a aquel grupo de nombres propios es, en cierto modo, como echar la vista atrás y verse a uno mismo en el colegio preparando la actuación musical de turno para las fiestas del centro o las de Navidad. “Deja tu ego en la puerta”.

La advertencia de Quincy Jones no podía ser más acertada. El ímpetu de Belafonte, Jones y Lionel Ritchie había hecho posible reunir aquella noche a esos dioses del escenario. Un mar de egos descomunal que harían naufragar al más veterano de los marineros. La grabación tuvo lugar el mismo día que la celebración de los American Music Awards, una coincidencia buscada para que confluyeran al mismo tiempo en la ciudad por motivos de agenda la mayor parte de los cantantes.

Toda la noche flotó la incógnita de si Prince, su majestad púrpura, iba a acudir a la función, tal como había prometido. En el país de los excéntricos, Prince era el rey, no el príncipe. Su rivalidad con Michael Jackson resultaba casi enfermiza. Su pareja, Sheila E., sí que acudió a los estudios. Prince mantuvo una actitud de “sí pero no” que le permitió recibir mucha atención sin ni siquiera poner un pie en los A&M. Según Sheila E., no le gustaba estar con tanta gente. “Deja tu ego en la puerta”.

El documental permite comprobar caracteres que, a priori, podrían parecer excéntricos y resultan no serlo. Es el caso de Michael Jackson, que tiene la voz más dulce del mundo. Trabajador, decidido y talentoso como ninguno. Otro apaga incendios de manual es Lionel Ritchie, pluriempleado (presentó los American Music Awards y después corrió a los estudios A&M) y siempre sonriente. Al igual que Ray Charles, con un gesto de alegría impertérrito y un sentido del humor que florecía en los peores momentos. En un momento de la noche, Stevie Wonder pregunta dónde está el baño y Charles se ofrece voluntario para acompañarle. Un invidente ayudando a otro a encontrar los aseos.

Wonder es un volcán. Un tipo con una energía excepcional, que atraviesa la gran pantalla. Estuvo a punto de dar al traste con la grabación con una de sus ideas de bombero al comienzo de la misma. Stevie pensó que sería una gran idea incluir algunas palabras en suajili en el estribillo. Claro, allí ni Cristo sabía suajili. Aquello produjo un desconcierto total entre las decenas de músicos.

La escena me recordó a aquellos días en la universidad en que tocaba hacer un trabajo en equipo y de repente alguien salía con una idea fantástica –en su cabeza- que podía dar al traste con todo, bien por la imposibilidad de su ejecución, bien porque era directamente absurda. Los mecanismos psicológicos son importantes aquí para que el proponente no se salga con la suya y no resulte dañado su ego. En el colegio, tres cuartas partes de lo mismo. En aquellas actuaciones multitudinarias siempre había algún duelo de esgrima por ver quién ocupaba más protagonismo en el escenario.

Y qué decir del periodismo, otro nido de abejas reina donde cada uno se cree imprescindible para el devenir de la humanidad. En mis inicios en esta profesión viví un momento que con el tiempo me parece cada vez más patético. Me estaba formando en un máster y había que hacer la crónica de un Congreso de Periodismo. Se seleccionó a dos periodistas: una compañera y un servidor. Era la primera vez que nuestro nombre saldría impreso en un periódico de papel, y encima de tirada nacional. Aquello despertó unas envidias y celos entre los compañeros absolutamente perversos.

El homo sapiens dejó paso al homo erectus. Todos querían participar en el artículo para que su firma también quedase sellada en el papel para la posteridad -¿pero qué posteridad?-. La situación era marciana (o Marxiana, de los hermanos Marx). Más de 10 tipos intentando cuadrar el arranque, el desarrollo y el desenlace de una noticia de 300 o 400 palabras. Los profesores tomaron la salomónica decisión de dejar que escribiésemos los dos seleccionados la pieza, que después iría firmada por todos ya que habían aportado el “enfoque” de las conferencias que les había tocado cubrir. El resultado fue una absurda firma interminable que abarcaba casi tanto espacio como el artículo. “Deja tu ego en la puerta”.

En el resto del documental sorprende también la actitud impecable de Springsteen. La noche anterior terminaba su gira y no dudó en coger un avión y, pese al cansancio, presentarse en Los Ángeles. Su participación fue determinante para la canción. También llama la atención Cindy Lauper, a la que todos temían por sus rarezas. Iba tan cargada de collares, al estilo del MA del equipo-A, que el sonido se colaba en la grabación a cada movimiento. Cuando descubrieron a la culpable, se los quitó sin mayor problema y su comportamiento resultó excelente.

Mención aparte merece también Bob Dylan, callado y solitario toda la grabación. El cantautor pasaba un mal momento personal, y toda su vulnerabilidad sale a la luz rodeado de ese elenco de superestrellas. Sus enormes ojeras y su mirada triste contrastaban con el jolgorio que le acompañaba. Cuando le llega el turno de cantar, necesitó que la sala se vaciase y tardó en encontrar el tono. Le ayudó Stevie Wonder. Él no era un cantante como los que le rodeaban, no tenía una gran potencia de voz. El gran Bob Dylan se sentía acomplejado. Él no necesitó dejar el ego en la puerta, ya iba sin él desde casa.

Cuando la grabación terminó, a Diana Ross se le saltaban las lágrimas. Para esas estrellas, aquella experiencia fue una experiencia coral auténtica. Ninguno era el protagonista porque todos lo eran. La canción resultante, ‘We are the world’, fue un éxito mundial. Dejar el ego en la puerta, al salir de casa, es tan necesario como lógico. Toda nuestra obra se perderá como lágrimas en la lluvia. Que a nadie le quepa la menor duda.

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