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Cultura

Reseña

La ardiente geografía de la copla, contada por Julio Anguita, Martirio, Paco Clavel...

Ni la inventó el franquismo, ni fue instrumento de represión social, ni es una pieza de arqueología, sino un género cada vez más cultivado por todo tipo de artistas. Un libro reivindica la vigencia de la copla y su condición de vehículo del deseo de la mujer

Todavía hoy el mundo de la copla está rodeado de prejuicios y malentendidos. Algunos se van despejando, pero surgen otros, inevitablemente, al amparo de nuevas visiones. De ahí el interés de un libro como La copla. La fértil estela cultural de un género eterno (Almuzara), que acaba de publicarse, y que recoge una pluralidad de miradas sobre este misterioso universo, tan conectado con el mundo de la literatura y la canción popular.

Cuenta, entre otras, con colaboraciones del showman Paco Clavel (‘Twist del autobús’), que se ocupa de las renovadoras del género; la directora de cine Josefina Molina, quien aborda su experiencia en ‘La Lola se va a los puertos’; la cantante Martirio o el desaparecido exlíder de IU Julio Anguita, un hombre que nunca ocultó su pasión por el género. Todos ellos, y muchos más, participaron en el Congreso celebrado en Córdoba bajo el título ‘De como la copla canta el deseo de la mujer’, organizado por la asociación Trama y Fondo, de donde proceden los textos que componen el monográfico, que ha sido coordinado por José Miguel Gutiérrez Manjón-Cabeza y Amaya Ortiz de Zárate.

Empecemos desbrozando el terreno. No, la copla no la inventó el franquismo, sino que surgió mucho antes, en los años veinte, con el cuplé como precedente, y se desarrolló en tiempos de la II República. Y aunque tuvo su apogeo en los años que van de la posguerra al desarrollismo de los sesenta, fue cantada con igual pasión por los protagonistas del exilio. Porque, y esto no es menos importante, la copla no fue un instrumento de represión social, ni mucho menos de la mujer, sino más bien al contrario, un espacio de afirmación del deseo femenino y de la fuerza impetuosa de la pasión. Una pasión irreductible a lo político.

Lo explicó con su convicción habitual Carlos Cano, uno de los grandes divulgadores y actualizadores de la copla, que reivindicó su labor de recuperación de las viejas canciones en el marco de la idea de “memoria sentimental”: “La geografía natural de la pasión es la copla. Tiene una capacidad idónea para definirla y describirla”. Y es que, de hecho, las grandes pasiones y el deseo son sus materiales de trabajo. Sometidos, eso sí, a los zarandeos y golpes que proporcionan la tragedia, la esperanza, o la soledad.

La copla y Manuel Machado

Pero también es intrínseca a la copla su naturaleza popular. No por casualidad el libro que comentamos coloca en su frontispicio el célebre poema de Manuel Machado: “Hasta que el pueblo las canta / las coplas, coplas no son / y cuando las canta el pueblo / ya nadie sabe el autor. / Procura tú que tus coplas / vayan al pueblo a parar, / aunque dejen de ser tuyas / para ser de los demás. / Que al fundir el corazón / en el alma popular, / lo que se pierde de nombre / se gana de eternidad”. Es difícil explicar con más sencillez el modo como se construye la cultura popular.

Portada del libro colectivo sobre la copla, publicado por Almuzara
Portada del libro colectivo sobre la copla, publicado por Almuzara

Esa conexión con lo popular permite establecer todo tipo de conexiones inesperadas. Por ejemplo, las que realiza Jesús González Requena en su artículo “Sobre el amor y la muerte” entre el tema de "El novio de la muerte", una melodía tan asociada a la Legión que ya hemos olvidado que originalmente fue un cuplé, ‘El relicario’ y los versos de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús: “Vivo sin vivir en mí, / y tan alta vida espero, / que muero porque no muero”. Una expresión de desasosiego, de inadaptación a los límites que impone la realidad conocida, de enamoramiento loco también, si se quiere, que puede rastrearse muy bien en muchas coplas. Pasión ardiente.

La madre de Anguita y sus vecinas usaban la copla para acompañar "sus rutinarias, pesadas, pero imprescindibles y poco o nada valoradas, tareas del hogar"

Pive Amador, compositor, baterista y escritor musical, sitúa la copla en el contexto social de la época. “Las coplas nos hablan, sobre todo, de los sinvivires que el querer y las relaciones consiguientes provocaban, especialmente entre las mujeres, pues la verdad es que estas eran las principales intérpretes de la copla”. Temas como la temida soltería y el afán de encontrar marido a toda costa, o los amores imposibles entre personas de distintas clases sociales, o de edades muy diferenciadas, estaban condicionados, sin duda por el contexto sociocultural. Como ocurría con las tormentosas, y censuradas, relaciones de las mujeres con hombres casados. Pero lo cierto es que, con mucha frecuencia, la copla canta a la pasión que se resiste a todos los condicionamientos y a todas las censuras y dimes y diretes, la pasión irreductible, la que no se somete a más ley que la suya.

Por otra parte, el analista Luis Martín Arias explica acertadamente que, si bien todo texto surge en un contexto, aquellos a los que consideramos arte lo son porque han trascendido los condicionantes de su momento, y también los del tiempo. Es el caso de la copla ‘Niña de fuego’, que juega un papel crucial en una película tan poco ‘coplera’ como ‘Magic girl’ de Carlos Vermut. Y es que la copla opera en la película a varios niveles. Por un lado, representa lo español (frente a lo japonés, el anime), pero, por otro, contiene en su interior una historia que opera como contrapunto de la que cuenta ‘Magic girl’, y que se resume en estos versos. “Ay, Niña de Fuego, /ay, Niña de Fuego. / Mujer que llora y padece, / te ofrezco la salvación. / El cariño es ciego. / Soy un hombre bueno / que te compadece. / Anda y vente conmigo, / ay, Niña de Fuego”. No habrá ningún hombre bueno que rescate a la mujer que padece en la película, pero la copla hará presente el anhelo de aquello que el relato no es capaz de proporcionar.

La radio como contagio colectivo

Hemos dicho que la copla proporciona toda una geografía emocional, un mapa de sentimientos, y es la contribución de Julio Anguita la que más se esfuerza por cartografiarlo. Y es que el exalcalde de Córdoba, contra lo que pudiera pensarse, era de los que entendían que el hombre no era sólo una mente racional. “La vida, cuando es vivenciada, no está fundamentada sobre pilares sólidos absolutamente racionales y materiales; los humanos somos Historia, constituimos un precipitado en el que, en cada momento, lo que hemos sentido, dicho, padecido o gozado está presente”. Como lo estaba, en su caso, como en el de tantos otros, el recuerdo de “las coplas con las que mi madre y las vecinas acompañaban sus rutinarias, pesadas, pero imprescindibles y poco o nada valoradas, tareas del hogar”. Una escena, la de las mujeres cantando mientras hacen sus faenas, que evocó con gran acierto Pedro Almodóvar en Volver.

Martirio reivindica la capacidad de la copla para ser combinada con cualquier otro estilo


Recuerda Anguita que, en los años 40, 50 y 60, la copla llegaba a los hogares por tres vías principales: los copleros ambulantes, las actuaciones y, sobre todo, la radio. “La copla es emoción pura, aunque atemperada y encauzada a través de partituras, técnicas vocales, escenario y público. Pasión irradiada y pasión recibida y convivida”. Y a partir de ahí realiza una catalogación de los grandes asuntos de la copla. El primero, el amor y el desamor vividos como una condena. “El sentido de pecado está presente, pero sin arrepentimiento; es la tragedia asumida con serenidad y, a veces, con orgullo”, como puede verse en coplas como "Yo soy la otra". Pero también hablan las coplas de la entrega total, de los celos, de la venganza, del amor alegre, de la soledad ante el destino… “Estamos ante una manifestación artística de eminente carácter popular pero que hunde sus raíces en los temas de troquel trágico que siguen constituyendo la inspiración de las grandes obras de arte: amor, desamor, abandono, soledad, impotencia ante el destino, arrepentimiento, pasión, sentimiento”. Y junto a ellas, otras más ligeras “que atraen por mostrar, con evidente gracia, todo lo que en la realidad más prosaica hay de fugaz, cuestionable y divertido”.

Si, pese a todo, alguien estuviera tentado de pensar que la copla es ya materia de arqueología, ahí está el ejemplo de Martirio, que en tiempos difíciles para el género se atrevió a reivindicarlo combinándolo con otros estilos musicales y que sigue animando a hacerlo. “Podemos interpretarlas y reinterpretarlas, coger toda su riqueza y pasarlas por el filtro de nuestra experiencia para quedarnos con lo que nos sirve hoy”, explica la cantante de las peinetas en su aportación a ‘La copla. La fértil estela cultural de un género eterno', una conferencia centrada en la figura de ‘las malas’. Musicalmente, Martirio reivindica también la capacidad de la copla para ser combinada con cualquier otro estilo. “La copla es tan rica en armonías y melodías que se puede mezclar con ritmos de jazz, rock, flamenco, tangos, orquestarlas con una guitarra o un piano, una filarmónica o una big band”.

Fiebre creciente

La demostración práctica de la versatilidad y vigencia de la copla la documentó Magali Dumousseau, profesora de la Universidad de Avignon, en una conferencia para el Congreso que se publicó en el número 47 de la revista Trama y Fondo, pero que no se recoge en el libro. En ella asegura que “desde los años 2000 se nota un nuevo interés por el género, como lo indica el número creciente de cantantes que interpretan coplas”. Ella documenta 58 casos de copleros, copleras o grupos que le han dedicado al menos un disco al género, con especial presencia en Andalucía, Madrid y Cataluña. La relación de intérpretes es abrumadora e incluye desde figuras tan conocidas como Estrella Morente, Falete, Silvia Pérez Cruz o Miguel Poveda, a otras como De la Purísima, Vinila von Bismarck, Concha Buika, La Trini, Rocío Márquez, Javier Ruibal, La Bien Querida, Malú, Soleá Morente, la Terremoto de Alcorcón, El Niño de Elche, la Shica y María Rodes, por no hablar de la Mala Rodríguez, o la mismísima Rosalía, que cultivan la copla rap.

Dado que la copla en no pocas ocasiones exaltaba la afirmación del propio deseo por encima de cualquier otra consideración, muchas de ellas han sido reinterpretadas como ejemplo de ‘empoderamiento’ femenino. Y esa parece ser la estela que siguen muchas de las nuevas intérpretes del género. “Las coplas contemporáneas siguen tratando de amor, de pasión, de penas, de dolores, con un discurso imbuido de alegatos feministas”, afirma Dumousseau. Y es que, como sentenciara Martirio en una entrevista de 2013, “el sambenito franquista de la copla ya está superado. Las dictaduras tienden a apropiarse de la música popular (..) Pero ahora la gente se ha quitado el prejuicio y su disco duro se ha abierto. Ahora estamos en un ‘boom’ de la copla porque hasta da morbo, con esas historias…”. Diagnóstico que sigue siendo cierto hoy. El fuego misterioso e irreductible de la copla sigue vivo y con ganas de seguir ardiendo.

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