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Cultura

Novela de la semana

Daniel Gascón: "Lo peor de la guerra cultural es que no hay posguerra"

Un moderno se enfrenta a los rigores de la vida rural en 'La muerte del hípster', segunda entrega de la saga que satiriza conflictos recientes

Campo contra ciudad, Lavapiés contra Teruel, talleres de nuevas masculinidades frente los ritos arraigados en el burdel local. No existe nada más cómico que un ser humano fuera de contexto, como ha demostrado Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) en dos novelas cortas, sustanciosas y tronchantes: Un hípster en la España vacía (2020, Mondadori) y La muerte del hípster (2021, Mondadori). En ambas un moderno madrileño insatisfecho intenta encontrarse a sí mismo en un pueblo de Aragón y termina enfrentándose a distintas aventuras, desde montar ciclos culturales hasta organizar partos sin hospital, pasando por hacer frente al confinamiento. Vozpópuli habló con Gascón sobre Enrique Notivol, su personaje más divertido.

Pregunta: ¿Cuál es su relación personal con la cultura hípster? ¿Considera que esta ha muerto o que sigue coleando?

Respuesta: Creo que la veía con cierta distancia irónica, pero igual eso es ser una especie de hípster de hípsters. Tengo cierta resistencia a las modas, que no es buscada, me sale naturalmente: muchas veces me gustaría ser más permeable. Por otra parte, me parece que el mundo se ha hipsterizado mucho, y así a veces es como mueren las modas que tienen éxito, mezclándose con la totalidad, diluyéndose. Quizá ahora esa distancia irónica está menos de moda, hay una inflamación de seriedad.

Le traslado el comentario que me hace un amigo, muy fan de la saga: “algunos lectores se fijan mucho en cómo cambia el hípster al llegar al pueblo, pero el texto también habla de cómo cambia el pueblo al llegar el hípster”.

En este caso igual se adapta más la aldea al moderno, casi sin que yo me dé cuenta. Pero la idea era que hubiera una especie de intercambio: que el hípster se ruralizase sin dejar de ser él mismo, que el pueblo también incorporase elementos de Notivol. Hace poco estuve en los pueblos de mi infancia y en muchas cosas estaban hipsterizados, desde las cafeterías a los hoteles a las publicaciones locales. Había clases de yoga, unas semanas antes habían puesto una película donde los espectadores tenían que pedalear para generar la electricidad necesaria para verla… 

Creo recordar que ha hecho algunas presentaciones en la España vacía. ¿Le ha sorprendido alguna pregunta o reacción desde ese flanco?

Me preocupaba que alguno se lo tomara mal, sobre todo en los pueblos. Pero fue más bien al revés: les hizo mucha gracia. Algunos, que habían vivido en la ciudad, se sentían identificados. Otros decían que el personaje les recordaba a alguien que hubieran conocido. Y las descripciones de personajes del pueblo les divertían. En una presentación me contaron que unos ladrones habían ido a un pueblo a robar y en la huida se les había metido el coche en una zanja. Al final llamaron al alcalde para que ayudase a sacarlos con un tractor. Eso lo metí en el libro. También tenía amigos y familiares de un par de pueblos que discutían cuál de las localidades era el modelo de La Cañada de Azcón, el pueblo donde transcurre el libro. En Ejulve, el pueblo de mis abuelos, me encontré con un cazador, exminero y gran consumidor de cerveza, en quien me había basado para el cazador que vive una historia de amor con la cantante estadounidense Clytemnestra Ramírez y estuvimos hablando un rato, casi le pregunto por ella.

No creo que nadie con dos dedos de frente pueda pensar que el amor o la familia son temas de derechas

Alfonso Ussía se burlaba de la clase alta con el marqués de Sotoancho, usted satiriza arquetipos culturalmente cercanos . ¿Es el humor una forma de hacer las paces con los defectos del propio entorno social? ¿O tiene otra función?

Me río de mi propio entorno social y de gente un poco parecida a mí, y a partir de ahí me burlo un poco de todo el mundo, aunque creo que el tono del libro es un humor amable. Puede tener esa función, de hacer las paces o hacer escarnio de tu grupo, pero que también nos permite ver las cosas de otro modo, señala las contradicciones, muestra lo ridículo o arbitrario de algunas de nuestras posiciones. Es un procedimiento cubista: enseña las cosas desde dos sitios a la vez, y así ves cosas que si no se te escapan.


Me reí mucho con esto: “En La Mata pensaban que había uno que hablaba con frases de Suso del Toro, pero era un falso positivo, se conoce que era el tonto del pueblo”. ¿El humor brutote es un signo de civilización?

En estos libros he intentado que haya distintos tipos de humor: uno más culto, otro más relacionado con la tradición oral. Hay mucha parodia también. Me divierten muchos tipos de humor, desde el más refinado a uno más tosco. Intento que haya cierto equilibrio. Supongo que el humor brutote es una señal de libertad: en ese sentido sí lo sería.


Hay debates muy interesantes en el texto, por ejemplo el referido al lavadero del río. ¿Subordinación de la mujer a las tareas domésticas o ‘safe space’ empoderante? El libro no dicta veredicto, pero me gustaría saber qué opina el autor.

Ahí juego llevándome las ideas del safe space, que son ideas de segregación, y las descoloco situándolas en un ambiente donde había una segregación informal, para una tarea además bastante dura. Seguramente hay muchos matices. En el libro aparecen algunos ambientes más o menos matriarcales (a veces esa división de áreas de influencia es más clara en el pueblo que en la ciudad), en ocasiones en serio y en otras en broma, jugando con la inversión, y salen cuestiones como la mayor actividad de las mujeres en asociaciones, clubes, etcétera. Las cosas han mejorado pero creo que hay bastantes elementos de desigualdad. Me parece que la brecha laboral es algo más grande, o al menos lo era, que en el mundo urbano, y puede que haya una mayor separación de tareas por sexos (o la había: no he visto a hombres limpiando la iglesia y a muchas mujeres sí). También a veces en los pueblos no hay mucho empleo cualificado, y hay mujeres que han estudiado no tienen posibilidad de trabajar allí, lo que produce una masculinización del medio. Luego aunque ahora seamos más permisivos moralmente, en los pueblos la vida sentimental y sexual de todo el mundo estaba más expuesta que en la ciudad, y la de las mujeres tiende a juzgarse más: eso puede ser difícil también.

Creo que lo personal no siempre es político

Otra frase memorable: “No quiero parecer un rojipardo o un neofalangista, pero la verdad es que quiero a mis padres”. ¿Diría usted que la llamada guerra cultural -la que ocupa tantos bits en los diarios digitales- ha llegado a extremos estériles? ¿Cómo salir de esta rotonda infernal?

Hice una viñeta que decía: “Lo peor de la guerra cultural es que no hay posguerra”. Yo creo que muchas de las reivindicaciones materiales y simbólicas son compatibles (también se podría ver una tensión entre derechas más nacionalistas y menos, entre conservadores y reaccionarios.) Por supuesto, para alguien que pertenece a una minoría más o menos oprimida a lo mejor algunas reivindicaciones que veo simbólicas pueden ser decisivas, y tener un lado material que yo paso por alto. Y a la vez también hay un montón de maniobras de distracción, de narcisismo identitario, de obsesión por el trauma y de traducción a España de modas estadounidenses que no se corresponden con la realidad social o cultural. Hay derivas ‘locoides’ que se deben a su historia y estructura pero no hace falta calcarlas. No ayudan a resolver nuestros problemas y solo embarullan.

Me parece que se trata de construir un espacio lo bastante amplio como para que haya muchas formas de vidas posibles que son buenas, no crear compartimentos estancos ni dar demasiado la brasa a los demás con opciones personales que a menudo además tienen algo azaroso. Creo que lo personal no siempre es político. A veces en esas guerras culturales tuiteras se discute con mucha intensidad y con un encono que no deja ver que hay una gran base de acuerdo, aunque luego haya matices. No creo que nadie con dos dedos de frente pueda pensar que el amor o la familia son temas de derechas, cuando son cosas que forman parte de la vida de todos.

Una pregunta política seria, en calidad de director de la edición española de Letras libres: ¿por qué diría que los partidos de la ‘nueva política’ no han cuajado en la España rural? Y no parece que vayan a hacerlo a corto o medio plazo…

Supongo que muchos factores pero diría que hay uno que tiene que ver con la demografía, las preocupaciones y gente a los que se dirigían, al menos inicialmente. También al sistema electoral (al menos en las elecciones generales). Y creo que es importante la inercia y estructura de los partidos tradicionales, que tenían una implantación en esas zonas y una estructura territorial muy fuerte. Creo que un ejemplo de eso son las autonómicas posteriores a las generales de 2019, entre el caso del PP y Cs.


 ¿Es cierto que ya está firmada la versión audiovisual de las aventuras de Enrique Notivol? ¿Qué nos puede contar sobre esto?

Netflix tiene los derechos para la adaptación audiovisual. Pero es un mundo lento y trabajoso. Me encantaría porque hay muchas influencias cinematográficas en los libros y porque ya cuando escribía pensaba en esa posibilidad. Es bonito además ver cómo los demás reinventan tu historia.

¿Seguirá la saga en papel?

Ojalá. He tomado cariño al pueblo y los personajes. Tiene algo de comedia, de historia de aventuras y de regreso a la infancia que hace que me lo pase bien escribiendo sobre el hípster. Y, como me encanta reír, me gusta también hacer reír a los demás.

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