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Coque Malla: ¿También es un neorrancio?

El nuevo espectáculo autobiográfico del ex líder de Los Ronaldos homenajea a su familia y amigos, a su pareja e hijos, y celebra la felicidad conyugal y el amor para siempre como superación del mítico lema de ‘sexo, droga y rock ’n’ roll’

Diseño discográfico de Coque Malla de inspiración soviética

¿Ha contaminado la epidemia neorrancia también al cantante Coque Malla? A tenor de las diatribas que cierta izquierda cínica y nihilista lanza contra todos aquellos de entre sus filas, o ajenos a ellas, que osan celebrar valores “sólidos” como la amistad duradera, la familia, o el amor que aspira a durar para siempre, habría que concluir que sí. También el ex líder de los insolentes Ronaldos, reconvertido desde hace años en solista de éxito y trayectoria ascendente, se ha dejado atrapar por las mieles del matrimonio, los hijos, la estabilidad emocional y el respeto hacia el legado de los que nos precedieron y construyeron el presente.

Todo ello se hace explícito en Mi nombre es Coque Malla. Una confesión musical, espectáculo insólito en España -viene a la memoria el Springsteen on Broadway como referencia posible- de concepción híbrida, en el que el músico no sólo recorre su trayectoria musical, sino también su agitada vida personal. Y lo hace a partir de un texto teatral salpicado por sus canciones, que se presentan en un formato sustancialmente desnudo.

Con una estructura de monólogo, que presenta de forma ligera y humorística asuntos serios y, a veces, incluso dramáticos, Malla se lanza a una revisión emocional de su propia, y accidentada historia, y así descubrimos, por ejemplo, que el primer músico con el que el Malla adolescente tocó fue el ahora actor Alberto San Juan, al que dejó colgado en favor de los que serían los Ronaldos. O que Dani Martín (El Canto del loco) hizo posible el disco de su resurrección creativa ‘La hora de los gigantes’.

Hay terreno para las anécdotas, como el encuentro con Santiago Auserón cuando Los Ronaldos estaban grabando ‘0’. Todos admiraban al líder de Radio Futura y quisieron que escuchara el tema del disco del que estaban más orgullosos, "Arboles cruzados". “Me gusta mucho la matemática distributiva de la canción”, fue el único comentario del maestro antes de marcharse. “Todavía hoy no sabría decir si le gustó”, bromea. Pero el chiste da pie para rendir homenaje a todos los que, como Radio Futura, Gabinete Caligari, y otros muchos, crearon el escenario en el que pudieron surgir grupos como Los Ronaldos, que Malla define como una familia ahora se ve poco.

Coque Malla: la resurrección

El tono es ligero y Malla hace por reírse de sí mismo, como corresponde a todo buen monólogo, pero el contenido último refleja hechos ciertos. El éxito repentino de Los Ronaldos, su rápido declive, el fracaso de los primeros discos en solitario Soy un astronauta más y Sueños, los años en los que se ganó la vida tocando versiones con Álex Olmedo bajo el nombre de Mentiras, mientras el público se empeñaba en pedirle "Adiós, papá", y también los años de la resurrección y estabilidad.

Pero, por el camino, aparece la familia en su doble dimensión: aquella en la que se nace, y la que se crea. Imágenes con su madre, Amparo Valle, recitando "La carta", uno de sus temas más celebrados, conviven luego con otras de su padre Gerardo Malla, actor y director teatral, fallecido el año pasado, del que Coque destaca su sentido del humor. Pero también rinde homenaje a su hermano, Miguel Malla, arreglista de algunos de sus discos más celebrados. Y se reconoce heredero del legado teatral que le proporcionaron sus padres. “El olor de los teatros se quedó grabado en mi alma infantil”, confiesa, para añadir luego que el escenario es el único lugar en el que se siente seguro.

Una conclusión posible es que incluso las vidas de los rockeros pueden tener final feliz sin necesidad de mentir


Pero también aparece en escena la familia nueva. Malla no es precisamente cicatero al describir el papel crucial que jugó en su vida la entrada en escena de Macarena, primero, y de sus hijos Cayena y Oliver, después. Por el camino vemos cómo la triada mítica de ‘sexo, drogas y rock ’n’ roll’ cede para dar paso al disfrute de la estabilidad emocional, y al desafío de la llegada de nuevas vidas de las que hay que hacerse cargo. Vidas que, cuando se anuncian, producen vértigo, y luego, cuando llegan, generan gozo. “No voy a enseñaros más fotos de mis hijos", bromea, tras mostrar al sonriente Oliver y mostrarse al público como el más tradicional papuchi colgado de sus criaturas.


Por si fuera poco, tras haber hecho pública su convicción de que su amor actual es ya el definitivo, el que durará para siempre, Coque cierra el espectáculo con una confesión, en la que juega cómicamente con la inversión de roles: “Macarena me ha pedido en matrimonio y le he dicho que sí, que estoy muy emocionado”. El público aplaude y se ríe, pero sabe que hay verdad tras el humor. Entre broma y broma, Coque Malla le ha contado a su público el cuento de su vida, con los lógicos claroscuros de cualquier existencia, remarcados en su caso, pero con final feliz. Probablemente ésta sea una de las razones para hacer esto justo ahora: que el final puede ser feliz sin necesidad de mentir.

Pero también hay espacio para la reflexión sobre la industria musical, a la que el exRonaldo culpa de la irregular vida de su mítico grupo. “Dábamos 80 conciertos al año, de los que 78 eran gratuitos, así que no había forma de pedirle luego a la gente que pagara por nada”. Malla le dice a su público que no sólo es importante que el Gobierno apoye la cultura, sino que es crucial el papel que juegan los espectadores, los que pagan su entrada.


Camisas de fuerza

La función se apoya sobre la capacidad magnética de Malla, que es capaz de recrear la vibrante energía de Los Ronaldos sólo con su voz, una guitarra eléctrica y su característico movimiento escénico. La conexión con un público mayoritariamente femenino es directa y rotunda, los brazos se agitan entre las butacas y las adolescentes de entonces parecen revivir en sus nuevas existencias, como si el tiempo no hubiera pasado. Son momentos en los que las butacas parecen camisas de fuerza de las que el público intenta desembarazarse con su agitación.


Incluso cuando interpreta "Sí, sí", y escenifica una aparatosa autocensura al detenerse justo en las frases que hoy suenan polémicas (“Tendría que besarte, desnudarte, pegarte y luego violarte, hasta que digas sí, hasta que digas sí”). “No, no. Esto no puede ser”, afirma un Coque Malla ruborizado, mientras en los rostros de sus fans se lee la decepción de quedarse a medias.

No me hubiera atrevido a hacer este espectáculo, que tiene mucho de teatral, si mi padre siguiera vivo”, admite


Pero la conexión reaparece también con algunas de las canciones de su nuevo repertorio, como ’No puedo vivir sin ti’, ‘Berlín’ o ‘Me dejó marchar’, interpretadas sólo con guitarra acústica. Malla ya no brinca por el escenario -los cincuenta años pesan, incluso si están bien llevados- pero cimbrea su cadera y seduce con la elegancia de sus movimientos, o con la precisión de sus gestos. Con unos pocos apoyos escénicos y visuales, y el recurso muy ocasional a sonidos pregrabados, Coque lo hace todo en escena: interpreta, canta, toca la guitarra, baila… Se hace difícil imaginar otro artista español capaz de sostener semejante tour de force.


Sólo en diez ciudades podrá verse Mi nombre es Coque Malla. Una confesión musical, un espectáculo con el que el ex líder de los Ronaldos recorrerá el país durante apenas un mes en teatros de tamaño medio. La gira comenzó el día 5 de marzo en Avilés, siguió el sábado pasado en Valladolid y proseguirá por Elche (17), Murcia (19), Bilbao (25), Barcelona (31), Gerona (1 de abril), Valencia (2), Madrid (4 y 5) y La Coruña (8).

Concebido inicialmente como respaldo para su recopilatorio El astronauta gigante (cinco discos), finalmente cobró la forma híbrida que actualmente presenta. “No me hubiera atrevido a hacer este espectáculo, que tiene mucho de teatral, si mi padre siguiera vivo”, reconocía Malla en una entrevista. “Me impondría mucho imaginármelo en el patio de butacas. Me sentiría un intruso”.

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