Cultura

‘El club del odio’, una alerta sobre el supremacismo blanco

La directora Beth de Araújo expone en su primer largometraje el papel de las mujeres en los grupos supremacistas blancos de Estados Unidos

el club del odio
Fotograma de 'El club del odio'.

Un grupo de mujeres estadounidenses blancas se junta en una iglesia y lo que parece ser una cordial reunión pronto muestra sus verdaderas intenciones: “Hemos venido para apoyarnos entre todas en esta guerra multicultural. Nos han lavado el cerebro para que nos avergoncemos de nuestra cultura. Para sentirnos culpables por la prosperidad que nuestros maridos, nuestros padres, nuestros hermanos tuvieron aquí en Occidente. Y de la que todo el mundo se ha beneficiado”. La líder del grupo presenta así los fines de la charla a la que se van sumando los discursos racistas más manidos: “Los inmigrantes nos roban el trabajo y traen enfermedades”, “Preferiría una nación étnica, las cosas serían más fáciles”,  "El multiculturalismo no funciona ni va a funcionar, nosotros no les gustamos". La reunión avanza y se van soltando las lenguas: “sudacas, negras de mierda”... Tan solo han pasado 15 minutos de ‘El club del odio’ (Filmin) y el mensaje político es tan obvio, tan caricaturesco que llega a su clímax cuando la líder saca un pastel casero decorado con una esvástica. Cero sutilezas.

La caricatura rozaría el ridículo si no fuera porque uno de los dos grandes partidos de la primera potencia del mundo se ha instalado desde hace un lustro en las mismas ideas. Los clichés en la representación de este grupo de mujeres sería una hipérbole barata si no fuera porque el expresidente de Estados Unidos Donald Trump acusara, entre tantas otras declaraciones racistas, a los mexicanos que llegaban a Estados Unidos de “traer droga, crimen y ser violadores”. "Más enfermedad", "más inseguridad" y "más ruina" señaló el líder de Vox, Santiago Abascal, sobre la llegada de pateras a España. 

La directora, Beth de Araújo, de madre china-estadounidense y padre brasileño, asegura haber sentido el racismo de los supremacistas blancos y quiso mostrar en su obra cómo las mujeres influyen en la retórica supremacista y patriarcal. Huelga decir que el grupo de mujeres de la película es también contrario al feminismo. “Femeninas, no feministas” apuntan en la pizarra de la reunión.  Antes de rodar, la directora realizó una profunda investigación sobre el movimiento "Tradlife" que aboga por recuperar los roles de géneros tradicionales. “Tenemos la idea preconcebida de que los supremacistas son paletos fanáticos, pero están organizados y tienen mucho dinero. Esas mujeres son fundamentales para la extrema derecha, y son mujeres muy educadas, con mucho dinero, apoyo y recursos que tienen decenas de miles de seguidores”, señaló en una entrevista.

La cámara de eco del grupo de la película es la misma que la del usuario medio radicalizado que busca en foros y en Twitter lo que la líder del grupo verbaliza en la reunión: "Tú sientes cosas, pero no estás equivocada". Si eres una mujer joven en un trabajo basura con condiciones semiesclavas, tú problema es la inmigrante colombiana que ha conseguido un mejor puesto de trabajo. 

La traducción del título en castellano redunda en dicha obviedad que en el original tiene el título más sutil de Soft & quiet (suave y tranquilo) en referencia a una cita de la líder del grupo sobre cómo difundir su mensaje de odio. La película es un expositor de las frustraciones de parte de la población blanca americana. El grupo que acaba masticando el pastel nazi tiene varios perfiles que van desde el conocido ‘redneck’ pobre e incluso con pasado delictivo, una profesora educada, o la hija de un histórico lider del Ku Klux Klan, madre de cinco hijos. Un par de mujeres descontentas por las malas condiciones laborales que no llegan a final de mes culpan a los inmigrantes. También brotan otros descontentos más íntimos como el de la líder del grupo que arranca el metraje llorando encerrada en un baño ante un nuevo negativo de su último test de embarazo. "El embarazo está tardando más de lo que esperábamos. Puede que Dios me haya mandado otro propósito, que es este club", se autoconsuela. 

Los 90 minutos de película están divididos casi milimétricamente en tres partes de media hora con la canónica presentación, nudo y desenlace. La primera parte concluye cuando un sacerdote las expulsa de la iglesia en la que están reunidas ante las barbaridades que están soltando. Tras otras bromitas con despedidas nazis, el grupo de mujeres, que hace chascarrillos brazo en alto, pasa de los dichos a los actos. Sin destripar el resto de la historia, las mujeres empiezan a digerir el pastel del comienzo y la cinta se transforma en una película de terror tras el encuentro con unas hermanas de origen asiático. "¿Qué coño eres, eres china o eres sudaca?", le espeta una de las mujeres. "Y qué más da, me vas a tratar igual. Soy lo que tú quieras". 

Aquí es donde mejor funcionan el plano secuencia en tiempo real en el que está grabada toda la película, logrando transmitir la angustia de la escena al espectador con los juegos de sonido, los silencios y las tomas inmersivas . De nuevo, la resolución de la cinta podría ser una exageración si no fuera porque la mayor amenaza interna de Estados Unidos es, según la Secretaría de Seguridad Nacional, los movimientos supremacistas blancos. Esta segunda parte de la película arranca con el encontronazo mencionado en una tienda y las protagonistas se embarcan en una delirante y criminal escalada. Hace justo un año, Payton Gendron un joven de 18 años se llevó por delante la vida de una decena de personas que compraban en un supermercado de Buffalo. En su caso el pastel de odio no fue una reunión de amigos sino páginas webs y foros con teorías de la conspiración. Gendron escribió un manifiesto en el que reclamaba una nación étnica, idea que apunta una de las protagonistas de la película, era un defensor de la supremacía de los blancos y creía en la teoría de la conspiración del 'Gran reemplazo', por la que las elites de Estados Unidos o Europa estarían fomentado un reemplazo demográfico y cultural de la población blanca por otras como la musulmana. Teoría defendida en Europa por Vox, por el gobierno italiano de Giorgia Meloni o en Francia por el también ultraderechista Éric Zemmour.

Este fin de semana, también en un centro comercial, en este caso en Dallas (Texas) otras ocho personas fueron asesinadas. La principal hipótesis de los investigadores es que se trate de un nuevo delito de odio de un supremacista blanco.

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