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'Las ilusiones pérdidas y 'Super... ¿quién?', las dos caras del cine francés

Este fin de semana coinciden en cartelera dos trabajos que simbolizan las vertientes más exitosas de la ficción gala, una histórica y glamourosa que adapta novelas de prestigio y la humorística de trazo grueso que busca la risa a cañonazos

Poder francés en las pantallas
Poder francés en las pantallas

¿Qué tienen en común Las ilusiones perdidas, adaptación de una de las más famosas novelas de Honorato de Balzac, y Super… ¿quién?, nada sutil parodia de los films de superhéroes. Solo una cosa las une: son cine francés. Teniendo en cuenta que el país vecino es uno de los territorios mundiales donde más se vela por la exportación de su cultura, un tercer factor: ambas llegan puntualmente aquí tras su gran éxito en su país de origen. Mientras las tres películas españolas más taquilleras pasaron de puntillas por los Goya –"Va a ser la única oportunidad de que un guionista de comedia toque este premio”, dijo en la ceremonia Marta González de la Vega, aludiendo a que su película ¡A todo tren! Destino Asturias y Operación Camarón no tenían ni nominaciones, en Francia son éxitos rotundos tanto las comedias como los dramas sociales más espesos. Y aquí están para disfrutar sus últimas muestras.

Para comprender mejor la importancia del cine francés en Francia, un dato muy esclarecedor: tres de las dos películas más taquilleras en la historia del país son nacionales. Bienvenidos al Norte (Dany Boon, 2008), 20.489.303 espectadores, e Intocable (O. Nakache y É. Toledano, 2011), 19,490,688 espectadores, solo han sido superadas en la historia por ‘Titanic’ (James Cameron, 1997) y sus 21. 774.181 entradas vendidas. Es más, el año pasado, las películas francesas recaudaron en el extranjero 91,4 millones de euros gracias a los 14,8 millones de entradas vendidas, un aumento del 5,5 por ciento respecto al devastador año anterior, y es muy posible que esta cantidad aumente en el 2022, en parte gracias a Super… ¿quién?, de Philippe Lacheau, y Las ilusiones perdidas de Xavier Giannoli. La primera no es una comedia amable con moraleja, como Bienvenidos al Norte, su secuela Bienvenidos al Sur o Intocable, sino que es pura parodia, al estilo de Asterix & Obelix: Mission Cleopatra (12 más vista en Francia) o Los visitantes (14), cine de sketches de enorme comicidad en la tierra del queso y la sopa fría pero que viaja mal fuera de sus fronteras, y hasta se despeña, como hemos comprobado en la reciente Big Bug, del autor de Amélie (puesto 49) ahora en Netflix.

Las burlas rentables del cine francés

El origen de la existencia de Super… ¿quién? se encuentra en las películas que se burlan más o menos ocurrentemente de éxitos (spoof movies en inglés) que reventaron las taquillas en los ochenta y noventa. Aterriza como puedas, El jovencito Frankenstein, Hot Shots y Austin Powers estaban bien hechas, con respeto a los originales, y eran también muy divertidas. Años después, de ese puerto tan lucrativo zarparon otras producciones que usaban y abusaban del humor absurdo, y a veces chabacano, con patéticos resultados como la saga Scary Movie, por ejemplo. A medio camino se encuentra ‘Super… ¿quién?’, ahora con los films de Marvel y DC como objeto de mofa (y adoración) gracias a la historia de Cedric (Philippe Lacheau), un actor fracasado que, después de perder la memoria en un accidente, se cree el papel de Badman, el héroe que estaba interpretando. Hay chistes buenos, regulares y malos, como es habitual en la clase media del subgénero, servidos por los no demasiado simpáticos amigos habituales del director, pero el tiempo se pasa más rápido ‘cazando’ los homenajes a clásicos de antifaces y capas que se suceden en la pantalla y con chistes como el del nuevo incendio de Notre-Dame.
Versos, capas y espadas.

Por supuesto, el caso de Las ilusiones perdidas es muy diferente. La adaptación de Balzac nominada a 15 Premios César es tan espectacular, lujosa y consciente de su propia grandeza como lo eran las muy semejantes Cyrano de Bergerac (Jean-Paul Rappeneau, 1990) o La Reina Margot (Patrice Chéreau, 1994), aunque esta vez la trama es algo menos ampulosa. Lucien (Benjamin Voisin) es un poeta que viaja al efervescente París del siglo XIX para triunfar, vivir entre champán y coristas y olvidar la pobreza. Lo conseguirá adaptándose a la moda del momento, es decir, como periodista vendido al mejor postor. Lo mejor, además de comprobar que nada cambia en nuestra profesión, es comprobar que el más que atractivo Xavier Dolan, aquí ‘solo’ actor, no hace nada mal, y volver a disfrutar de la presencia de Gérard Depardieu en un breve pero jugoso papel.

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