Quantcast

Cultura

Ángel Martín: "Tenemos la costumbre de ponernos unas expectativas absurdas"

El cómico Ángel Martín cuenta en 'Detrás del ruido' cómo ha conseguido mantenerse a flote tras su ingreso en el psiquiátrico por un brote psicótico

Cuando uno de mis mejores amigos me contó que había descifrado el secreto del universo y que sabía por qué habían asesinado a John McAfee -se suicidó en la cárcel de Brians en Barcelona antes de ser extraditado-, sabía que algo raro pasaba. Si a aquello le añades que aseguraba que su familia se había confabulado contra él y que su hijo no era suyo, el cóctel estaba servido. Mi amigo sufrió un brote psicótico, y en aquel momento no supe hacer otra cosa que seguirle la corriente. La locura, en el sentido más hondo de la palabra, es un jodido misterio.

No todos consiguen salir de ella, y mucho menos mantenerse a flote. Si alguien ha conseguido escapar del inframundo, montarse en la barca de Caronte y remar de vuelta al mundo de los vivos ese es Ángel Martín. Cuando al cómico se le "fue la cabeza" -como él mismo apunta- llegó a entablar conversaciones con la muerte o creer que todo era un videojuego. Aquella experiencia, así como su ingreso en el ala psiquiátrica del Hospital Puerta de Hierro de Madrid, la contó en 'Por si las voces vuelven' (Editorial Planeta).

Han pasado dos años desde que se publicase aquel libro, y seis desde que tocase fondo en el hospital y saliera a la calle sin tener la más remota idea de quién era. Desde entonces, Ángel Martín ha hecho monólogos, ha inventado el informativo en dos minutos y hasta ha vuelto a la tele. Pero, por encima de todo, ha aprendido a dar pasos en la vida y a responder una pregunta: ¿quién soy?

Los filósofos más arcaicos de la Antigua Grecia defendían como una de sus máximas el nosce te ipsum (conócete a ti mismo), frase que corona el frontispicio del Templo de Delfos. Ángel Martín ha tenido que reconstruirse de cero, ser honesto consigo mismo, romper con relaciones tóxicas y, sobre todo, prestar mucha atención. Abrir bien las orejas y los sentidos para situarse 'Detrás del ruido' (Planeta), como reza el último libro que acaba de publicar.

Detrás del ruido Ángel Martín ha sabido diferenciar entre lo que quiere y lo que necesita. Ha descubierto que no hay mejor flotador en una tormenta que escucharse y ser consecuente. En su voz cálida y calmada suenan ecos de una persona sabia, de un superviviente, de alguien que ha acariciado con los dedos el abismo y ha sabido retirarse a tiempo.

Pregunta: ¿Cómo está hoy, 29 de noviembre de 2023, Ángel Martín?

Respuesta: Hoy bien. Además, como me pillas en un momento en el que no llevo muchas horas en marcha me pillas bien. Esta misma pregunta, si me la haces de noche, te digo que estoy reventado, pero ahora mismo es un buen momento.

P: En estos momentos, qué es lo que quiere Ángel Martín y qué es lo que necesita.

R: Lo que quiero es más perros, pero no caben. Quiero más perros. Y lo que necesito es calma, entonces es incompatible ahora mismo lo que quiero con lo que necesito. No, en serio. Lo que necesito realmente es ser muy consciente del porqué tomo las decisiones que tomo. Eso es lo único que es una regla imprescindible para mí. Saber muy bien por qué hago las cosas que hago, tomo las decisiones que tomo y no dejar pasar ni una sola sensación que pueda tener de malestar o angustia sin saber qué ha pasado aquí. En cuanto aparezca algo con intención de desequilibrar la balanza, frenar en seco y poner orden. Necesito calma.

P: Una vez has identificado el origen de lo que te ha hecho sentir mal, ¿cómo lo gestiona?

R: El simple hecho de identificarlo alivia mucho, porque desaparece el desconcierto por el 'qué está pasando'. Cuando lo identificas pueden pasar dos cosas: que sea algo que tiene solución o que no te queda más remedio que comértelo. No hay más. Pongamos dos ejemplos muy superficiales. Tú de repente puedes estar triste y descubrir que es porque acabas de perder a alguien a quien quieres mucho, no tienes nada que hacer. Vas a estar triste. Llora lo que tengas que llorar porque no hay plan B. El plan B sería volver a traerlo, pero no es viable. O puedes estar triste porque te querías poner mañana una camisa que está sucia. Bueno, pues lávala. Lávala, ponte las pilas, levanta el culo del sofá, lava la puta camisa, ponla a secar, plánchala y mañana te la pones. Si descubres que lo que te provoca malestar es la camisa te das cuenta de que es una bobada, de que no es tristeza, es rabia, es mala onda. A mí el simple hecho de identificar por qué están naciendo esa tristeza me alivia mucho.

P: Creo que el resumen de 'Detrás del ruido' es que no hay que tener miedo y que hay que ser muy honesto con uno mismo, con lo que de verdad desea, y luchar por ello con todas las consecuencias.

R: Creo que la única posibilidad de prevenir que la cabeza se vaya a tomar por saco es siendo consecuente con las cosas. O sea, saber por qué tomas ciertas decisiones y actuar en consecuencia. No tiene sentido que hagas lo contrario de lo que desearías hacer. Entonces se produce un choque en que el cerebro no sabe qué carajo está pasando y te peta la cabeza. Ser consecuente no significa que no te vayas a equivocar, que no vayas a meter la pata, pero si sabes por qué tomaste las decisiones al menos podrás recordar por qué lo hiciste, tomar nota de qué es lo que ha fallado y la siguiente vez que tengas que tomar una decisión tendrás en cuenta todo lo que has hecho.

Mira, yo no creo que haya mucha gente que haya empezado a prestar atención a su vida y a construir de forma muy consciente lo que quiere hacer desde muy joven. Por lo menos en mi generación. Mi generación está acostumbrada a hacer las cosas porque "bueno, esto es lo que han dicho que hay que hacer, pues lo voy haciendo y ya está". Y entonces llegas a un momento donde te das cuenta de que probablemente estás en una vida que no es la que quieres y en una dirección que no es a la que quieres ir. Es el momento en el que te das cuenta de que solo tienes dos opciones. O empiezas a reconducir eso o sigues montado en dirección a ese lugar donde no quieres ir. Y los dos podemos sospechar cómo va a ser llegar al final. Si sigues haciendo las cosas sin saber muy bien por qué, sin que te interesen demasiado, pues probablemente la cabeza vaya sumando cositas a la posibilidad de que todo se vaya al carajo. Y si empiezas a poner orden, es verdad que te vas a tener que enfrentar a momentos delicados, porque vas a tener que tomar decisiones que costará tomar, pero por lo menos estarás construyendo hacia una dirección que va a ser un poco más sana.

P: Lo más complicado es frenar la inercia de la vida...

R: Exactamente. Pero hay veces que la gente utiliza excusas divertidas. Te dicen: "¿Cómo voy a dejar yo mi trabajo? Yo no puedo dejar mi trabajo de la noche a la mañana". Y llegas al día siguiente y te han despedido. Hay muchas veces que tomar decisiones va a costar. Pero lo contrario es hacer algo que no te gusta nada siempre. ¿Y qué crees que va a pasar? ¿Que mañana te va a gustar?

P: ¿No es muy estresante estar pendiente a cada rato de cuándo estamos mal? ¿Acaso no es mejor saber que vamos a caer y levantarnos?

R: No necesitas prestar atención a cuando estás mal. Cuando estás mal lo vas a notar. Lo que yo no hago es fingir que no está sucediendo eso. Si estoy mal, lo que hago es frenar y decir, pero ¿por qué? Y cuando lo descubres se genera ese alivio. Pero fallar es inevitable. Vas a fallar mil millones de veces en mil cosas. Tenemos la costumbre de poner unas expectativas en un lugar que es terriblemente absurdo. Hacemos por primera vez algo queriendo resultado de profesional. Como es inevitable que haya cosas que no salgan como esperas, lo inteligente es asumirlo y si quieres volver a intentarlo haber aprendido la lección. Pero prestando atención a por qué no ha salido como esperas, no tirando balones fuera.

Pregunta: Últimamente está de moda la filosofía estoica, que viene a decir que hay que aceptar lo que nos ocurra que no está en nuestra mano. ¿Comparte esta forma de pensar?

Respuesta: He oído hablar de ella, pero no la conozco. Si se reduce a eso que comentas, yo comparto más una forma de pensar que consista en que, aunque haya cosas que obviamente no están en tu mano, sí puedes controlar el aprendizaje que saques de eso. Yo estoy más en la onda de que todo te sirva, tronco. Sobre todo porque aceptarlo ya es inevitable. Mi experiencia me lleva a pensar que es más inteligente utilizar para aprender todo aquello que me rompe o me destroza.

Acabo de recordar que Davide Morana, un deportista que perdió las cuatro extremidades, me habló de que él aplicaba la filosofía estoica. Si hay gente que la practica y les funciona pues estupendo. A mí, sé que ponerme a tratar de trabajar en que las cosas no me importen, me resulta menos interesante que trabajar en que las cosas me sirvan.

P: Buena parte de su trayectoria vital ha estado marcada por luchar por ser quien es. Sin embargo, parecía tenerlo claro hace años cuando fue tan valiente como para dejar un programa de éxito televisivo como 'Sé lo que hicisteis'.

R: Es cierto que siempre he intentado ser honesto conmigo mismo. No creo que sea una decisión valiente o cobarde. Hubo un momento en mi vida en el que me planteé qué quería ser. Yo viví un tiempo muy bonito en televisión, la Sexta estaba empezando a existir y había libertad absoluta para hacer comedia. Vivimos una libertad que es impensable ahora mismo en televisión. Fue una época muy bonita, lo que pasa es que, a medida que fue funcionando bien el proyecto y consiguiendo mucho éxito, me daba cuenta de que todo el mundo se dirigía a mí con la sensación de me iba a dedicar a presentar programas el resto de mi vida. Me di cuenta de que yo no quería ser presentador, yo quería ser cómico.

Es difícil hacer comedia en televisión porque entre la broma que a ti te gustaría hacer y la que se puede emitir hay una serie de cabezas que convierten lo que tú querías hacer en una cosa que no se parece en nada. Me di cuenta de que para hacer comedia la televisión no era el medio y dije; pues me bajo de aquí. Siempre he tenido más o menos claro que la comedia era algo que me interesaba mucho.

P: El año pasado hablamos de un tema clave en el nuevo libro. Lo difícil que es decir ‘no’ a Abelardo, esa persona que fue amiga pero ahora nos hace sentir mal, a la que no queremos ver, pero que conservamos por el esfuerzo que supone quedar mal y ser honestos con nosotros mismos.

R: Forman parte de esas decisiones que son difíciles porque tienen un precio pero sirven para construir de forma consciente hacia dónde quieres ir. O sea, el hecho de que una amistad ya no esté aportando nada no significa que ya no seáis amigos, significa que fuisteis amigos, pero ahora mismo ya estáis desconectados. Entonces, en el momento en que para uno de los dos la relación es un lastre eso no es amistad. Puedes seguir llamándole amigo, pero no lo es. Un amigo no es un lastre. Puede tener momentos en que lo matarías, momentos en los que digas "qué chapa me ha dado hoy este", pero cuando lo pones en la balanza, el 90% del tiempo es guay estar con esa persona.

Pero si de repente cada vez que piensas en esa persona ya es: "hostia, voy a tomar un café con este ahora, una puta hora va a estar dándome la chapa...", pues ya no es amigo, tronco. El peaje de decirle a alguien que vais a daros un tiempo, que la cosa no funciona, esa incomodidad momentánea te va a generar muchas más horas de alivio y de calma. Por cada hora que pasas con Abelardo, estás tres mal. La de antes y la de después. La hora de antes que no vas a dejar de repetirte que qué pereza, la hora con él y la hora de después preguntándote que para qué coño le has visto.

P: Sin embargo, hay veces que no podemos hacer lo que queremos. Hay veces que toca aguantar a Abelardo porque Abelardo ha sido bueno contigo. ¿Cómo enfrentar el dilema moral?

R: Eso no es moral. Eso es estar con alguien por pena. No creo que nadie quiera que estés con él por pena. Yo cuando ayudo a alguien no es a cambio de un favor. No hay una deuda de honor, no hay una deuda moral. Otra cosa es que tú dejes una relación con alguien y de repente te enteres de que necesita ayuda y tú decidas de forma voluntaria echarle un cable. Quedarte con alguien simplemente por pena no tiene sentido. Y sobre todo, si haces las cosas por alguien a cambio de que te lo vaya a devolver, no sois amigos, sois un negocio fenomenal.

P: Tuvo una mala experiencia con los psicólogos, ¿ha cambiado su opinión sobre ellos?

R: No he vuelto a probar con ninguno. No tenía una opinión mala de ellos en general, sino de ese psicólogo en particular. Sé que los hay muy buenos ,pero después de la experiencia con el tipo aquel no volví a buscar ninguno. Ya me lo monté yo por mi cuenta y ya está. Yo me he reído con psicólogos que han venido a mis shows y me han confirmado que me tocó el gilipollas.

P: 'Detrás del ruido', se titula el libro. Ahora hay más ruido que nunca. ¿Cómo es posible situarse detrás? ¿Tiene eso que ver con el malestar más generalizado en los países occidentales?

R: Si no le estás prestando atención a absolutamente nada de lo que te rodea no sabes quién eres, qué quieres, dónde estás, ni qué haces... y por tanto cualquier cosa te va a parecer ruido, pero igual que estamos rodeados de ruido, también estás rodeado de un botón que te permite apagarlo. Hay mucha gente que echa la culpa a las redes sociales, cuando puedes decidir no entrar. Cuando abres los ojos por la mañana Twitter no te zarandea del cuello diciendo "ábreme"; Instagram, tampoco; y el mail no te abofetea para que lo abras. Eres tú el que coge un cacharrito y decide entrar de forma voluntaria a leer a gente que te cae mal para ver si te incendia. La velocidad para entrar en ciertos lugares la podemos utilizar para salir.

P: Ahora se habla más de salud mental y parece que los políticos se suben al carro prometiendo gastar más dinero en salud mental. ¿Esto se arregla solo con dinero?

R: No es solo cuestión de dinero, ni de puta broma. Es un problema de gestión y es un problema de que empecemos a prestar atención a nosotros mismos. Conozco mucha gente que aprovecha para echar balones fuera argumentando que el problema es que no hay suficientes herramientas. Si tuviéramos herramientas (más psicólogos, psiquiatras, medios...) todos estaríamos todos bien, se dice. De poco va a servir que haya muchas herramientas si eres un gilipollas con los tuyos y no intentas cambiarlo. Si la persona con la que vives llega a casa diciéndote que ha tenido un mal día y lo primero que le dices es "a mí no me calientes la cabeza que no estoy para escuchar cosas".

P: Dice el escritor Manuel Vilas que lo normal en esta vida es tener crisis de angustia, depresiones, ataques de pánico… porque si nunca tienes algo de esto, en realidad, eres un psicópata. Si una persona te dice que nunca ha tenido una depresión moderada o una melancolía persistente o un ataque de pánico es que es un psicópata, por tanto el que tienes delante sí que es un loco.

R: Yo añadiría: o alguien que se lo ha montado muy bien. Alguien que ha descubierto unas cuantas claves mucho antes que tú.

P: Hace dos años le pregunté: ¿Cree que ya estás curado? A lo que respondió: "Quiero pensar que sí y sospecho que sí. Y si hablamos en un par de años seguro que estoy mejor. Hay días que te acuestas jodido o que estás de bajón pero tienes las herramientas para no quedarte ahí".

R: Estoy en el sitio perfecto. Si hace dos años dije eso, estoy súper enfocado. Doy el 'ok' a mi yo del pasado. No cambiaría una coma.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.

  • X
    XaviLopez

    Respeto la opinion de Angel Martin en esta entrevista, pero no estoy de acuerdo con algunas afirmaciones que hace.
    Nuestra generación (yo tengo su edad) precisamente ha sido la primera en no tener una receta sobre lo que debe hacer con su vida, sino que hemos podido elegir lo que queriamos hacer libremente con nuestra vida. ¿Quieres formar una familia o no? ¿Quieres vivir donde naciste o irte a otro pais? ¿Quieres trabajar en esto o en aquello? A nadie le importa lo que elijas. Nuestros abuelos vivian en una sociedad con muchos prejuicios, pero nosotros no.
    Nuestro problema es que, en ausencia de una “receta de vida”, no tenemos ni idea de que queremos. Lo queremos todo, no queremos nada, sufrimos de una sobreabundancia de opciones abrumadora que nos genera ansiedad. Elegir supone descartar otras infinitas opciones. Parejas, carreras profesionales, experiencias…
    Y es cuando revientas, porque no puedes vivir 1000 vidas a la vez.
    Y encima has de hacer creer a todos que lo has conseguido, comunicar lo que tienes y lo que quieres que crean que tienes.
    Un cocktel explosivo por el que no me extraña que la gente pete.