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Anagrama, Jorge Herralde y la izquierda que vive en 1968

El prestigioso editor exhibe izquierdismo pero fue uno de los emblemas de la despolitización de la literatura española

Jorge Herralde saludando a Miqui Otero, junto a Irvine Welsh y Kiko Amat

Después de tres décadas leyendo prensa a diario, uno piensa que está curado de espantos, pero abre el suplemento 'Papel' de El Mundo y se encuentra una entrevista con Jorge Herralde -editor histórico de Anagrama- que confirma que nuestra izquierda cultural está más perdida de lo que parece (que ya es mucho). En una conversación con la periodista Leticia Blanco formula disparates de grueso calibre, por ejemplo que “es grotesco que la derecha reivindique su papel en la cultura”. Como sabe cualquier estudiante de primero de carrera, la derecha ha sido el principal motor histórico de la cultura, ya que una ópera, un museo o una editorial cuestan mucho dinero y por tanto suelen financiarlas instituciones y grupos sociales con enorme poder y ganas de exhibirlo (recomendaría a Herralde, por ejemplo, releer Cultura e imperialismo de Edward Said, que él mismo ha publicado). Luego proclama que se sentiría ofendido si alguien pensase que se ha publicado a un solo autor de derechas en Anagrama.

La realidad es que la editorial catalana tiene un robusto plantel de autores de derechas. Un nombre que viene enseguida a la cabeza es Antonio Escohotado, liberal que mutó en libertario tajante, cuyos planteamientos de los últimos años costaba distinguir de los de la despiadada Ayn Rand (declaraba, por ejemplo, que los yonquis de barrios marginados eran los únicos responsables de sus propias adicciones). Durante décadas , Anagrama hizo mucho dinero con Tom Wolfe, uno de los azotes más implacables del progresismo estadounidense y su pijerío disfuncional. También publicó Herralde a Pascal Bruckner, filosófo francés que firmó el potente ensayo La tentación de la inocencia, cuyos planteamientos están en las antípodas de la izquierda woke actual. En realidad, los ejemplos son infinitos: Luis Racionero, Nabokov, Bukowski, P.G. Woodhouse, Félix de Azúa, Emmanuel Carrére y Michel Houellebecq son autores considerados conservadores, reaccionarios y derechistas por la mayor parte de lectores con criterio (varios de estos autores admiten abiertamente ser de derechas).

¿Cuál puede ser el origen del malentendido que impide a Herralde darse cuenta de que su catálogo está lleno de autores reaccionarios? En mi opinión, el prestigioso editor peca de un enfoque excesivamente contracultural a la hora de valorar las posiciones políticas de sus escritores. El hecho de que Escohotado defienda la promiscuidad y probar todas las drogas posibles no le convierte de manera automática en un autor de izquierda, igual que el alcoholismo de Bukowski no le pone del lado del Sindicato de los Trabajadores del Metal. Herralde confirma tener en la cabeza la viejo tópico de que una persona de derechas viste traje, no se pierde una misa de domingo y considera a los negros seres inferiores. Parece que no haya pasado la pantalla de Mayo del 68 y siga pensando que un empresario con vaqueros y pelo largo es de izquierda mientras que los de derecha visten chaqué , sombrero de copa y un maletín del que rebosan billetes.

Herralde y la izquierda confortable

En realidad, la tesis que quiero defender en este artículo va más allá de la torpeza de su entrevista. Podría resumirse así: Jorge Herralde no es solo un editor de derechas, en el sentido de prosistema, sino que además ha sido uno de los agentes emblemáticos de la despolitización de la literatura en España. Esta tesis, que no es mía, tiene que ver con la trayectoria de su empresa. En sus comienzos, Anagrama apostó muy fuerte por el ensayo político, publicando autores de extrema izquierda como el anarquista Hans Magnus Enzensberger, los artículos de la terrorista política Ulrike Meinhof y las tesis del abogado anticolonialista Jacques Vergés (además de manuales de maoísmo). Sin prisa pero sin pausa, su catálogo fue virando a asuntos menos conflictivos relacionados con la bohemia (Bukowski), las visiones liberales ed la modernidad (Martin Amis) y los clásicos británicos del humor aristocrático (Evelyn Waugh, Woodhouse). Se trata de una domesticación política evidente.

Anagrama cambió el anticolonialismo por la anglofilia, la emancipación por el progresismo y el conflicto por el confort

Anagrama es uno de los sellos que mejor encarnan un proceso que ha explicado muy bien el crítico Ignacio Echevarría, y que consiste en el paso de una literatura social -conflictiva- a una literatura sociable -conflictofóbica-. Se trata de una de las mutaciones claves de la cultura española desde los años setenta a los noventa. Cuando Herralde echa la vista atrás para valorar sus propios méritos políticos, lo único que acierta a mencionar ante la periodista es que a finales de los años setenta publicaron una colección llamada La educación sentimental, dedicada "a los movimientos gais y en favor de la liberación de la mujer" (en realidad, dos cuestiones bastante transversales y no necesariamente cosidas al eje izquierda/derecha). Por encima de todo, Herralde parece olvidar que la primera obligación del editor es poner el voltaje literario por encima de los posicionamentos políticos. De lo contrario, se termina escogiendo un manuscrito de Bop Pop por encima de uno de Céline.

El elitismo cultural de Herralde es evidente a lo largo de toda la entrevista, pero especialmente en esta respuesta sobre el cambio de poder en su editorial: “Cuando vendí Anagrama busqué un comprador con pedigrí de izquierdas como Feltrinelli”, destaca. La elección de esa palabra, “pedigrí”, define a cierta izquierda cultural europea identificada con familias de dinero que pasan el progresismo de generación en generación como los perros de raza los genes con los que ganan concursos. Por supuesto, Anagrama ha publicado decenas de autores emblemáticos de la izquierda como Roberto Bolaño, Pierre Bourdieu y Rafael Chirbes. Lo que parece evidente es que el sello cambió el anticolonialismo por la anglofilia, la emancipación por el progresismo y el conflicto por el confort cultural. Tiene todo el derecho a hacerlo, además de que sanea la cuenta de resultados, pero por favor descansen de la turra sectaria un rato.

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  • J
    Jesroman

    Qué es ser de Izquierdas? Es la pregunta que habría que hacerle tanto a Lenore como a Hernández. Stalin era de izquierdas, Lenin de izquierdas, Melenchon igual, Yolanda Díaz de izquierdas, democracia genuina dice. Azúa no, según usted, porque crítica al PSOE?El PSOE, es de izquierdas, defensor de una democracia genuina ?. Por favor, el editó, para ganar dinero y en función de sus gustos. Usted publica escritos y enjuicia a medias. Sé que la síntesis es necesaria pero hay síntesis más trabajadas que esa división ridícula entre izqda y decha. Primero Libertad y Democracia(liberal) después credo.