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'Los amores de Anaïs': la comedia que explica cómo sobrevivir a una relación tóxica

Debutante pero con mucho que contar, la realizadora y guionista francesa Charline Bourgeois-Tacquet estrena una comedia que se mueve entre la incomodidad y la simpatía

Anaïs Demoustier, protagonista de la película

Todos tenemos o hemos tenido amigos, compañeros de trabajo o conocidos tóxicos. Esa gente que te llama de madrugada para contarte sus problemones con su pareja, esos que te piden favores o dinero sabiendo tú que ni te los van a agradecer ni devolver o esos otros que te meten en líos laborales o sentimentales solo por el placer de hacer algo, de sentirse en el meollo de la cuestión. Suelen ser muy nerviosos, no paran quietos, siempre al acecho, exactamente como Anaïs (Anaïs Demoustier, Los consejos de Alice), una treintañera atractiva que acaba de ser abandonada por su novio y que se define a sí misma “como un molusco” con su enigmático caparazón pero que en realidad es “una excavadora”, una máquina de destruir como la llama su enamorado Raoul (Christophe Montenez), harto de esperarla en todos los sitios y que ella ni se disculpe.

Lo primero que el espectador sabe de Anaïs es que es una inquilina bastante informal y que confía todo, amores, estudios y trabajos, a su encanto y belleza. Y lo segundo es que, aunque siempre corre por las calles del hermoso París, nunca hace nada sin que ella misma sea la única beneficiada. Cuando acude a una fiesta en un piso, se lía con el editor Daniel (Denis Podalydès), un hombre que casi le dobla la edad, sabiendo que es el marido de Emilie (la también directora Valeria Bruni Tedeschi), una escritora que admira. Por supuesto, Emilie es su objetivo y cuando la reconoce por la calle, la caza al mejor estilo de las leonas en la sabana africana.

Risas en la relación tóxica

Como ocurre en la mucho más atrevida París, Distrito 13, del gran Jacques Audiard, que se estrena el mes que viene, Los amores de Anaïs, presentada con aplausos en la Semana de la Crítica del 74 Festival de Cannes, centra su interés en las venenosas andanzas de su protagonista, casi un reflejo turbio de las heroínas de Claude Sautet, Jean-Luc Godard y Éric Rohmer, con sus vestidos veraniegos de colores y su sonrisa pícara, pero no hay nada de la bondad del cine francés de los 60-70. Anaïs es un personaje muy actual, capaz de engañar y mentir hasta a las personas que más le quieren (una disfunción de la que hemos hablado anteriormente en Vozpópuli)

También a mí me abandonó mi pareja y pasé todo un verano dando la lata sobre mi relación fracasada", confiesa la directora

Pero un personaje así puede resultar agotador hasta para el espectador más devoto del cine más francés y ahí es donde entra en juego la labor de la directora quien, aunque novata en la labor, sabe insuflar un giro de guión a la mitad de la película que la revitaliza por completo. Y es justo cuando Los amores de Anaïs debe más a los maestros de la nouvelle vague, los que mejores rodaron los tríos amorosos. Cuando Anaïs se enamora perdidamente de Emilie y ven juntas en un cine Noche de estreno de John Cassavetes, con Gena Rowlands en un papel también tóxico, la película se transforma en una sutil historia de amor lésbico con final sorpresa.

“Lo primero que intenté para mi debut fue adaptar el libro Fragmentos de Un discurso amoroso de Roland Barthes, pero no encontraba la manera correcta así que decidí basarme más en mi propia experiencia, aunque dejé frases de Barthes en mi guion, y  transformé la película de tesis a comedia. Yo soy en parte Anaïs porque a mí también me abandonó mi pareja y me pasé todo un verano dando la lata a mis amigos sobre mi relación fracasada, pero el resto es mi fantasía privada” aclaró la realizadora Charline Bourgeois-Tacquet en un Cannes asombrado por la frescura de su propuesta y que coincidió en señalar la necesidad de que un retrato de una mujer tan compleja solo podía realizarlo otra mujer.

Según sus propias palabras, los referentes de Tacquet son, eso sí, masculinos, aunque con protagonistas femeninas: Mi noche con Maud, de Rohmer, Loulou, de Maurice Pialat y toda la filmografía de Woody Allen y, por su puesto, Valeria Bruni Tedeschi. Una realizadora y actriz, por cierto, que se niega a ver la película: ‘siempre me da vergüenza verme en pantalla, y este papel tan expuesto más’ comentó recientemente ante la posibilidad de una secuela.

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