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Cultura

Érase una vez Walt Disney

The Little Mermaid (La sirenita), 1989. Roger Allers. Esbozo. Lápiz de color sobre papel

Existe un mundo antes de Walt Disney y otro después de él. Ya fuese por la potencia traumática de sus historias, por el influjo que tuvieron -y siguen teniendo- en la infancia de varias generaciones sus representaciones hiperbólicas del mal, el dolor, la pérdida o la belleza e incluso por el hecho de que resulta imposible sustraerse de sus adaptaciones de los relatos clásicos, las fábulas de Los tres cerditos o La cigarra y la hormiga o sus  versiones de cuentos de hadas como Blancanieves, La sirenita o Frozen. Era un gran narrador visual. Un autor. Su proceso creativo, examinado boceto a boceto, fotograma a fotograma, se exhibe este verano en CaixaForum Madrid en Disney. El arte de contar historias, una muestra que explica el salto de personajes y tramas de la literatura clásica al movimiento y a la sensibilidad del cine de animación, a través de la mirada del norteamericano.

Los visitantes podrán ver un total de 215 piezas entre dibujos, pinturas, impresiones digitales, guiones o cortometrajes. A través de esos materiales podrán descubrir no sólo  cómo Blancanieves fue pensada como una joven rubia en su origen o cómo surgió la idea de Los tres cerditos, serán capaces también de identificar la estructura literaria que sostiene las ficciones producidas por Walt Disney.  Además de fundar la todopoderosa compañía Walt Disney y de crear el primer parque temático moderno como trasunto de un mundo autónomo –otra ficción- , se llevó los diez primeros Óscar desde que se instauró en 1931 el premio al mejor corto de animación, y en sus 44 años de carrera logró 22 estatuillas, un récord aún no superado. Y fue, por encima de todo, un visionario del campo de la animación como soporte de una ‘nueva literatura’.

En 1928 Disney estrenó El barco de vapor Willie, los primeros dibujos animados en los que imagen y sonido estaban totalmente sincronizados. En 1932, con el corto Flores y árboles introdujo en la animación el sistema Technicolor®. En 1937 se estrenó El viejo molino, su primer corto rodado con la técnica de cámara multiplano, y en diciembre de ese mismo año estrenó Blancanieves y los siete enanitos, el primer largometraje animado de la historia. Bajo su supervisión, el estudio produjo clásicos modernos tales como PinochoLa CenicientaLa bella durmienteMary Poppins y El libro de la selva. No sólo adaptó los relatos icónicos de una cierta oralidad, sino que además fundó sus propios héroes ahora ya sí clásicos: fue el creador, junto a su equipo, de personajes legendarios como Mickey Mouse, el pato Donald, Pluto o Goofy, una galería de arquetipos que fundó junto a su hermano Ron en 1923 -originalmente llamados Disney Brother Studios-.

The Little Mermaid (La sirenita), 1989. Roger Allers. Esbozo. Lápiz de color sobre papel

En esta exposición que podrá verse hasta el 4 noviembre, cinco capítulos guían al visitante: los mitos, las fábulas, las leyendas, los cuentos norteamericanos y los cuentos de hadas. La muestra incluye algunos fragmentos de las notas de producción, storyboards y estudios de personajes que permiten comprender el proceso que hizo posible la adaptación de las historias clásicas a la animación : obras como El rey Midas o Hércules, de origen mitológico, leyendas como Merlín, el encantador o Robin Hood, cuentos del floklore estadounidense como Pecos Bill (en la película Ritmo y Melodía Roy Rogers interpretó la famosa canción que relata la vida de este vaquero) o John Henry, además de los ya citados cuentos de hadas, uno de los platos fuertes de su imaginario.

Será la década de los años treinta cuando Disney afine su factoría de relato. En 1938, justo tras el estreno de El viejo molino, presentó el largometraje Blancanieves y los siete enanitos, un proyecto descomunal para la época, en el que trabajaron más de 300 personas. La adaptación de este cuento de los hermanos Grimm inauguró una época en la que llevaron al cine, con enorme éxito, otras historias como las de Pinocho (1940); Dumbo (1941); Bambi (1942); Cenicienta (1950); Alicia en el país de las maravillas (1951) o La bella durmiente (1959). Sus películas infantiles pero con personajes reales e incluso con una mezcla de animación y ficción como Mary Poppins (1964) abrieron un nuevo capítulo dentro de la forma de consumir ficciones literarias. Fue un empeño personal de Disney el lograr que esa historia de la británica P.L.Travers saltara a la gran pantalla con personajes reales y animados, un proceso complicado en el que el productor desplegó sus mejores armas y que narraría años más tarde la película Al encuentro de Mr.Banks (2013).

 

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