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Leopoldo, el preso del régimen

Leopoldo López en una imagen de archivo.

Si así es la zanahoria, mejor ni imaginar cómo será el palo. Leopoldo López, el preso político emblemático del régimen de Nicolás Maduro, ha recibido casa por cárcel. Como menos da una piedra, hay que saludar el gesto, pero sin dejar de lado que sobre el líder de Voluntad Popular pesa una condena de 14 años por de ocho delitos, entre ellos el de incitación a la violencia y terrorismo, para los que no existían ni siquiera pruebas. Eso convendría tenerlo claro. Por si acaso.

Nada de cuanto ocurre en Venezuela pasa sin un motivo. Hay una lógica desquiciada en los movimientos políticos del gobierno de Nicolás Maduro. Como si en lugar de un régimen fuera un monstruo que avanza dando coletazos, sin ton ni son. Que embiste con la misma imprevisibilidad que retrocede, para que un paso borre el anterior o acaso para que un bandazo disimule algo peor que ha ocurrido o está por ocurrir.

Con el gesto de la casa por cárcel, que ya fue administrado al opositor Antonio Ledezma, el gobierno no entierra el hacha, despista.

Con el gesto de la casa por cárcel, que ya fue administrado al opositor Antonio Ledezma, el gobierno no entierra el hacha, despista. El argumento del estado de salud del opositor alude más a la conveniencia que la clemencia; todavía más si recordamos que hace unos días se difundió un video en el que el opositor gritaba a su mujer que lo estaban torturando. Quebrar anímicamente a una persona pasa por todos los estadios, incluyendo éste. Cuando el verdugo te obliga a sentir gratitud por administrar, un día, algo menos de sufrimiento que el resto.

Menos daño les hace Leopoldo López en su casa, que en Ramo Verde. Es menos visible. Políticamente parece desactivado. Quita hierro al candelero de la calle venezolana. Especialmente en un momento en el que las cárceles están abarrotadas. En Venezuela hay 431 presos políticos, de ellos 346 por participar en manifestaciones contra el régimen. Mandar a casa a su preso ejemplarizante es sacar la polvera democrática para retocarse, poner cara de gobierno negociador y justificar algunas presencias. Al final es eso, carmín. Porque las cosas siguen igual: hay 431 hombres y mujeres encarcelados y Leopoldo López sigue cumpliendo una condena.

Menos daño les hace Leopoldo López en su casa, que en Ramo Verde. Es menos visible. Políticamente parece desactivado.

En tres meses la sociedad venezolana ha visto morir asesinadas más de 80 personas, desde estudiantes de 17 años hasta universitarios; ha visto la calle cual batalla campal y los anaqueles de los supermercados vacíos; ha padecido el estraperlo; la precariedad; la inflación; ha tenido que soportar peripecias y parodias de golpe de Estado hechas por un solo hombre en helicóptero o, lo que es peor, ver cómo grupos armados entraron al parlamento tal y como lo hicieron los hermanos Monagas, a caballo, en el XIX. Venezuela ha retrocedido mucho más tiempo del que acumula como nación. Por eso, insisto. Si así es la zanahoria, mejor ni imaginar cómo será el palo.

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