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El Buscón

Un vigilante salva una vida: hay héroes en el Metro

Un empleado de seguridad en el Metro de Madrid.

No suelo coger el Metro, pero esta mañana me alegré de haberlo hecho. Como el resto de zombis que a las siete de la mañana de un lunes deambulan desnortados por el andén esperando la llegada de su tren, consumía mi tiempo refugiado en el sin sentido de las noticias del twitter aparecidas en mi móvil. Levantar la vista y empatizar con los eventuales compañeros de viaje resulta muy duro a esas horas.

La verdad es que no me ha dado tiempo a ver casi nada. Apenas un minuto antes de que ocurriera, había levantado la cabeza para mirar el cartel volado con la leyenda “próxima llegada en 2 minutos”, y como el tiempo pasa lento, lunes, vuelta al trabajo, de nuevo centré mi interés en las bobadas del “blue-bird”, cuando el tipo ya había caído a la vía. De repente, los dos minutos empiezan a volar y recobro la empatía por el prójimo al instante, yo, y el resto de viajeros que aguardan en el andén. Gritos aparte, los nervios se apoderan de los presentes sin que uno sepa muy bien cómo actuar.

Mi corazón se pone a cien. Soy joven y tengo buena forma física, pero tirarme a la vía a socorrerle es una temeridad, el tren está entrando y no me va a dar tiempo. El tipo no se incorpora, no va a poder salir solo. Mi pensamiento corre desbocado. ¿Qué hago? No me ha dado tiempo de dudarlo más. Un individuo con un polo naranja, un vigilante, uno de tantos a los que estamos acostumbrados a ver y a quienes no valoramos, ha sacado al hombre de la vía antes de que yo pudiera decidirme. Yo, y cualquiera de los presentes.  

Al final todo ha quedado en un susto, un susto tremendo. Cada uno ha vuelto a sus preocupaciones, el tren ha llegado y hemos subido a bordo mientras el individuo, tendido ya sobre el andén, estaba siendo auxiliado por los vigilantes.  

Si mañana vuelvo a coger el Metro es seguro que no recordaré la cara del tipo que ha caído a la vía ni la del vigilante. Volveré a la rutina de ojear mi teléfono sin dar importancia al resto de viajeros, y el tiempo de espera de mi tren volverá a hacerse interminable. Pero hoy quiero agradecer la labor de este vigilante anónimo, este héroe espontáneo que no ha dudado un segundo en lanzarse a la vía para salvar la vida de un desconocido poniendo la suya en peligro. De seguro sé que no tendrá mayor reconocimiento que el del pobre hombre que cayó a la vía, razón de más para que hoy desde aquí le haga llegar mi humilde, emocionado y secreto homenaje.

Los hechos que cuento ocurrieron ayer pasadas las siete de la mañana en los andenes de la línea 10 de Metro de la estación de Nuevos Ministerios. Y de los mismos se han hecho eco las redes sociales.

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