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Ciencia

Terror en la oscuridad: la guerra por la luz roja en el fondo del océano

Ejemplar de 'Pachystomias microdon', uno de los peces que ve en el espectro del rojo

Hay una escena al final de la película "El silencio de los corderos" que se hace particularmente terrorífica. La agente Starling (la espléndida Jodie Foster) trata de encontrar al psicópata Gumb en su casa, pero éste hace saltar los plomos y la observa en la oscuridad con unas gafas de visión nocturna. Durante unos instantes, la protagonista está en una situación de completa indefensión, ella no ve nada, pero su enemigo observa todos sus movimientos. De alguna manera, buena parte de los peces que viven en el fondo del océano están en una situación parecida. En este lugar, donde apenas llegan los últimos restos de radiación solar, la inmensa mayoría de las especies ha desarrollado la capacidad para detectar la luz de una determinada longitud de onda, la que se mueve en la zona azul del espectro. Pero un pequeño grupo de peces abisales ha  evolucionado para captar la luz roja y pueden iluminar y observar a los otros sin ser vistos.

Los peces-demonio tienen un canal privado de luz, ven sin ser vistos

Se les conoce como peces-demonio o estómidos, de la familia Stomiidae, y el investigador de la Universidad de Harvard, Christopher Kenaley, trabaja en la reconstrucción de su historia evolutiva. "Existe una carrera armamentística ahí abajo", explica a Next. "La luz se usa para comunicarse con potenciales parejas, para camuflarse o para iluminar. Si la presa es iluminada con una longitud de onda que no puede detectar, el depredador tiene una enorme ventaja". Las nueve especies de peces-demonio que poseen esta capacidad emiten luz roja con unos órganos llamados fotóforos que se localizan en la parte frontal del ojo. Esto también presenta un inconveniente, ya que no pueden utilizar esa luz roja como señuelo para atraer a los peces. "La principal ventaja", relata Kenaley, "es que tienen una especie de canal privado de luz que les permite comunicarse entre ellos sin ser vistos por otros depredadores y ver a sus presas. Algunas de estas especies se conocen hace 150 años, pero que se comunican con luz roja se sabe solo desde hace unas décadas".

Ejemplar de Aristostomias xenostoma, C. Kenaley

Este sistema visual basado en luz roja, de mayor longitud de onda, permite a estos peces-demonio iluminar y visualizar a sus presas más lejos, hasta una distancia de 1'3 metros, lo que complementan con un sofisticado "sistema de línea lateral" que detecta con mucha sensibilidad las vibraciones del agua. Pero, si la luz roja penetra más en el agua, ¿por qué la mayoría de los peces han optado por detectar las ondas en el espectro azul? La razón está en la forma en que llega la luz a esta profundidad. A partir de 700 metros, la mayor parte de la radiación en el espectro naranja-rojo de la luz ha sido absorbida y los peces han evolucionado para detectar las ondas más cortas y abundantes. "Las frecuencias rojas y naranjas de la luz son las primeras en desaparecer", apunta  Kenaley. "Eso es lo que le da al agua ese tono azul oscuro a medida que vas descendiendo". 

Una batalla por la luz

Como la evolución es un juego de equilibrios, se dan algunas circunstancias curiosas: la primera, y en la que se ha centrado Kenaley, es que no todos los peces de esta familia de depredadores ven el rojo (otros ven el azul); y la segunda es que hay otras dos especies, en este caso de presas, que ven cerca de esta longitud de onda. "Sucede que pertenecen a una familia de peces que son capturados por los peces-demonio", explica Kenaley. Se trata  de dos especies de mictófidos, o peces linterna, llamados Myctophum nitidulum y Bolinichthys longipes, que pudieron desarrollar esta capacidad para defenderse de los peces-demonio que los persiguen. "Desde el punto de vista de la presa", asegura el investigador, "parece claro que hay una fuerte presión selectiva para visualizar al depredador".

Pilar Olivar, bióloga marina del Institut de Ciències del Mar (ICM), atribuye la visión de estos mictófidos en rojo a su papel en la cadena trófica. "Estas especies migran a superficie por la noche para alimentarse del zooplancton", explica a Next. "Una mejor capacidad visual, detección a mayor rango de longitudes de onda extendiéndose hacia el rojo, redunda en una alimentación más exitosa". "La mayoría de crustáceos del plancton, como el krill, tienen partes de su cuerpo rojas, y estos peces se alimentan de este tipo de presas", recuerda.

Un viaje de ida y vuelta

La verdadera sorpresa le esperaba al equipo de Kenaley tras el análisis de los sistemas de detección y emisión de luz de varias de estas especies de peces-demonio. Trabajos anteriores indicaban que la capacidad para ver el espectro rojo evolucionó al menos dos veces de manera independiente, pero las pruebas de Kenaley indican que algunos de los peces-demonio empezaron viendo en el espectro azul, luego pasaron a ver en rojo y volvieron a adaptarse al azul. Y el motor de estos viajes de ida y vuelta fue la lucha para ver y ser vistos por el resto de criaturas.

Una parte de este grupo de especies abandonó el espectro rojo y volvió al azul

En un estudio recién publicado en la revista Evolution, Kenaley y su equipo aseguran que la capacidad para ver en rojo habría aparecido una sola vez en una especie que vivió en el océano hace unos 15'4 millones de años y que, hace unos 11'2, el ancestro común más reciente de los peces-demonio retrocedió a un sistema más primitivo de visión en azul ¿Por qué abandonarían estos el "paraíso" del espectro rojo y se pasaron de nuevo al azul?  Aquí está la clave del misterio que los científicos tratan de resolver. "Perder una adaptación como ver en rojo una vez que ha evolucionado podría parecer extraño", nos cuenta el investigador, "pero quizá hubo un cambio sustancial en otros aspectos de su biología que requería una modificación de su sistema visual. Los dos subgrupos que volvieron al azul presentan características muy peculiares: uno tiene un fotóforo extra cerca del ojo, el otro tiene unos elaborados filamentos que usan de señuelo y la barbilla llena de fibras que emiten luz. Quizá la selección sexual o la necesidad de atraer a las presas forzó la vuelta al azul". 

Lo que queda claro con trabajos como éste es que la evolución no es esa línea unidireccional que algunos imaginan cuando se simplifican estos temas, sino un viaje de millones de años en el que lo que parece una ventaja puede cambiar de repente y llevar a la especie a regresar sobre sus pasos. Y que los cambios pueden estar movidos por algo tan sutil e inquietante como quién ve a quién en la oscuridad. 

Referencia: The complex evolutionary history of seeing red (Evolution)

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