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Sociedad

Cuando los hijos son los maltratadores

Un joven tatuado

La adolescencia es una etapa marcada por los cambios físicos y emocionales en la que los hijos transforman de manera radical la relación con sus padres. Se vuelven más rebeldes y es habitual que surjan conflictos con los progenitores. Pero, en algunos casos, la situación se vuelve tan crítica que desemboca en agresiones físicas y psicológicas constantes. La convivencia en el hogar se transforma en un infierno para muchas familias, que ven cómo sus hijos se convierten en auténticos maltratadores.

Entran y salen de casa cuando les apetece; no acatan ningún tipo de norma e imponen sus deseos a unos padres que se ven incapaces de decir que no. Hay ciertos rasgos característicos que diferencian a estos jóvenes. Lo habitual es que hayan sido educados de forma autoritaria (muy controlados) o de manera excesivamente permisiva y sobreprotectora. Los jóvenes maltratadores no saben, por lo general, distinguir los límites ni son capaces de someterse a ningún tipo de control. Su carácter impulsivo y egoísta, unido a la violencia verbal, suele esconder frustraciones personales. Además, su rendimiento escolar suele ser bajo y acompañado de absentismo y conflictos permanentes con los compañeros.

El consumo de drogas y alcohol es otro de los factores críticos que contribuye a que los hijos aumenten de manera radical la agresividad hacia sus padres. Además, estos hábitos comienzan a una edad cada vez más temprana, como ponen de manifiesto los últimos casos de menores ingresados en coma etílico tras realizar botellón. Según los expertos, la franja de edad en la que más incidencia tienen los casos de maltrato va de los 15 a los 17, aunque la horquilla se amplía de los 12 a los 18 años.

El internamiento tras la denuncia

La imagen más visual de este problema es el programa Hermano Mayor (Cuatro), presentado por Pedro García Aguado. En él, jóvenes conflictivos y violentos se sometían a la terapia del exjugador de waterpolo para reconducir el rumbo de sus vidas y de sus familias. La implicación de todos los miembros de la familia resulta clave para la solución de este tipo de conflictos. En los casos más críticos, los padres terminan por acudir a la policía o a la Justicia en busca de ayuda ante una situación desesperada. Pero denunciar a un hijo es un paso muy complicado de dar.

"Pueden pasar meses o incluso años hasta que los padres rompen esa barrera y se atreven a intentar poner fin a esa situación y hacerla pública", explica Marta Macho, especialista en Derecho de Familia y Derecho Penal de ABA Abogadas. "En realidad se presentan muchas menos las denuncias de los casos que ocurren en realidad", añade. Pero los datos indican que en los últimos años se han duplicado las demandas de padres contra hijos por la violencia doméstica. Cerca de un 9% de los padres españoles sufre violencia física y casi un 40% tiene que soportar violencia verbal y psíquica.

Un 9% de los padres españoles sufre violencia física y casi un 40% tiene que soportar violencia verbal y psicológica

En los casos más graves, los jueces de menores decretan medidas cautelares como el internamiento en un centro para que las víctimas -en este caso, los padres- disfruten de la medida de alejamiento. Dichos centros cuentan con una serie de recursos como educadores, trabajadores sociales y psicólogos para que los jóvenes consigan la reinserción social. Pero la reclusión del agresor no suele suponer una solución definitiva al conflicto si los padres no participan en el proceso de la intervención.

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