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Sociedad

La emotiva carta de una joven MIR: "Sé dar puntos, pero ni idea de restañar heridas que no sangran"

Imagen de un médico tomando una muestra.

"Por favor, no puedo más”... Y empezó a llorar. Y allí estaba yo en mi primera guardia, con la realidad palpitando descorazonada. Unos ojos con más daños que años me miraban pidiéndome ayuda”. Así comienza el emotivo relato de una médico residente que se enfrenta a la realidad en un centro de salud de Gijón.

“Estaba desarmada, intenté recordar algo de lo que había memorizado en la carrera, busqué en mi cabeza algún esquema, alguna clase magistral, y lo único que recordé haber aprendido sobre el sufrimiento fue cuál era el pH de una lágrima”. Con esta última frase da título a la crónica en la que reflexiona sobre el salto de la teoría a la práctica en una profesión tan vocacional como la Medicina.

“Me enseñaron la escala EVA del dolor, pero nadie como consolar el dolor de perder a Eva. Sé dar puntos simples, colchoneros, poner grapas, apósitos, vendas. Ni idea de cómo restañar las heridas que no sangran”, asegura en la carta publicada en su blog personal. Sara Yebra se pregunta cómo lidiar con el dolor y el sufrimiento de los pacientes tras el diagnóstico de la enfermedad. “Puedo decir muchos nombres de síndromes raros pero se me atascan las frases que empiezan por "lo mejor es que no sufra", "no va a recuperarse", "lo siento".

“Se olvidaron de decirme que a veces una sonrisa es analgésica y que una mano en el hombro es el mejor antihistamínico"

Más allá de los tratamientos farmacológicos, esta residente de 2º año de Medicina de Familia asegura que “se olvidaron de decirme lo más importante, que a veces una sonrisa es analgésica y que el efecto es dosis dependiente y no tiene techo, que una mano en el hombro es el mejor antihistamínico contra la duda y llamar a la gente por su nombre es la benzodiazepina de inicio de acción más corta y de semivida más larga”.

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