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España

Botella no logra que Foster se quede en Madrid, pese a que ha construido la Torre Bankia y está casado con la doctora Ochoa

La alcaldesa de Madrid Ana Botella deja caer un proyecto de Norman Foster pero beneficia uno de Emilio Ambasz.

La doctora Elena Ochoa es la mujer del arquitecto británico Norman Foster. Ochoa es una reputada psicóloga que desde hace mucho tiempo opera en el terreno del arte y la arquitectura, editando publicaciones especializadas y supervisando exposiciones, aunque en España es célebre por ser la presentadora del entonces rompedor programa ‘Hablemos de sexo’. Por su lado, Foster, asociado en Madrid en ocasiones con el despacho Lamela o el arquitecto Rafael de la Hoz, también ha construido, entre otras, la Torre Bankia de la Castellana e incluso presentó un proyecto para el nuevo estadio Santiago Bernabeu. 

Son muchas las fuentes que indican que ella ha sido decisiva para que su marido decidiera instalar en Madrid su Fundación, pese a las enormes presiones de Londres, que no podía permitirse perder el edificio emblema de ‘su’ Sir Norman Foster. Sin embargo, todo estaba listo para que fuera a Madrid, al palacio Montesquinza, adquirido por él mismo. Algo parecido ocurrió en el pasado con el Museo Thyssen Bornemisza: si no llega a ser por Tita Cervera, quién sabe dónde habría sido edificado.

En enero la licencia para las obras fue concedida, pero poco después, técnicos del Ayuntamiento informaron por escrito que había incumplimientos y el proyecto debía volver a pasar por la Comisión para la Protección del Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de Madrid (CIPHAN), en la que se aprobó el proyecto, con las siguientes “Prescripciones”:

-No se admite la rotura de cornisa de la fachada este del edificio principal para conectarlo con el nuevo volumen, a fin de que no se alteren los huecos de la parte superior del edificio.

-Deberá resolverse la comunicación entre el segundo y el tercer nivel del nuevo volumen de 3 plantas por el interior del mismo.

-No se admite la instalación del toldo retráctil en planta baja en fachada, dado que sobresale del volumen del edificio.

-No se admite la instalación del Brise-Soleil metálicos en fachada sur de la nueva edificación.

-No se admite la instalación de maquinaria de climatización sobre la nueva edificación, dado que se encuentra fuera de la volumetría definida por el Plan Especial.

-No se admite la demolición de forjados de suelo de planta primera de pabellones (antiguo garaje y portería) ni de la tabiquería y elementos existentes en esa planta, a excepción de la escalera interior en L de acceso al pabellón”.

Esta actitud tal vez algo disciplicente, con cierto aire incluso de ninguneo (garabatos sobre el proyecto, por parte del responsable de control de la edificabilidad, Norberto Rodríguez, según aseguran fuentes presentes en dicha comisión) facilitó que Foster anulara el proyecto, decidiendo instalarlo en Nueva York.

Al parecer, la ciudad de los rascacielos tiene muchísimo interés en colocar allí la Fundación y le ofrece al célebre arquitecto lo que quiera, incluso costear el precio del palacio de Montesquinza (unos 9 millones de euros), según apuntan fuentes conocedoras del asunto.

Todo esto choca frontalmente con otras facilidades otorgadas a proyectos como la Operación Canalejas o el Museo de la Arquitectura de Ambasz, para los que se rebajó considerablemente la protección de los inmuebles afectados (muchos eran Bien de Interés Cultural, es decir, los famosos BIC) a través incluso de modificación legal.

Adrià, Bocusse...

¿Qué significaría para Madrid la Fundación Foster? “Algo así como que Ferrán Adrià o Paul Bocusse abrieran un restaurante”, indican las fuentes. Un referente mundial en una ciudad a la que se acusa de falta de glamour cultural y en la que sólo parece haber interés por Juegos Olímpicos, enormes casinos o mega complejos hoteleros y de ocio.

“Al Ayuntamiento le ha faltado una enorme finura en este asunto”, añaden las fuentes consultadas. “Puede ser cierto que Foster transgreda alguna normativa, pero no solo parece tener el suficiente seniority como para hacerlo, sino que los beneficios para la ciudad serían enormes".

Estos testimonios hacían referencia a la Operación Canalejas, a Ambasz e incluso a la venta del Edificio España, anunciada a los cuatro vientos no por su dueño, el Santander, sino por Ignacio González, presidente de la Comunidad madrileña. Tanto Ayuntamiento como Comunidad tienen urgencia en ‘limpiar’ la zona de Gran Vía y se movilizan para ello.

“Está claro que cualquier proyecto que no venga promovido directamente por el Ayuntamiento no goza del mismo trato que otro”, indican fuentes de la oposición y conviene destacar en este sentido las acusaciones de “flagrante urbanismo a la carta” formuladas por UPyD por el caso Canalejas.

Unos sí, otros no…

La alcaldesa está necesitada de un verdadero atractivo arquitectónico y turístico para Madrid. De ahí que anunciara, a bombo y platillo, la puesta en marcha tres proyectos museísticos: el de la Fundación Masaveu, el Museo Emilio Ambasz y finalmente el de la Fundación Norman Foster, que ahora se cae estrepitosamente por razones nimias si se comparan con las concesiones hechas por el propio Ayuntamiento a un proyecto como el de Ambasz, cuyo nivel de protección patrimonial fue incluso rebajado.

La minuciosidad del Ayuntamiento contrasta con la vía libre que dio en su momento al  proyecto para un Museo de las Artes, Arquitectura, Diseño y Urbanismo (MAADU) puesto en marcha por Fundación Emilio Ambasz –una institución creada en 2007 que tiene por objetivo estudiar y difundir la obra del arquitecto argentino-. Tras la firma del convenio, el Ayuntamiento cedía de forma gratuita durante 75 años el edificio, ubicado en el número 30 del Paseo del Prado, el cual sería derrumbado y transformado por Ambasz para crear allí su museo.

Tres meses antes de la firma del convenio, la Junta de Gobierno de Madrid rebajó la protección del edificio (de nivel 2, es decir, que obliga a conservar la fachada  y las escaleras interiores), a nivel de protección ambiental 3, que permite modificaciones en los 3.000 metros cuadrados del edificio. Con apenas unos días de diferencia, la Fundación Emilio Ambasz se dirigió al Ayuntamiento expresándole su deseo de crear en Madrid, y concretamente en el Paseo del Prado, un museo dedicado a la arquitectura, el diseño y el urbanismo. Para ello, pidió la cesión, justamente, de un solar o de un edificio de al menos 3.200 metros cuadrados. Demasiada casualidad a juicio de algunos.

La medida desató todo tipo de protestas, incluida la del  Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM) ,que presentó una queja formal  por la cesión del edificio sin la convocatoria de ningún  concurso público - el propio Colegio llevaba años barajando la edificación de un museo dedicado a la arquitectura-. Denunciaron además que el proyecto presentado por la Fundación era poco claro y que los ajustes ordenador por el Ayuntamiento no gozaban de suficiente transparencia.  Sin embargo, eso no impidió que al presentarse el Plan Especial que haría posible construcción en el solar, la Junta de Gobierno concediera una ampliación de la edificabilidad del 10%, la máxima posible.

¿Qué decir de la controvertida Operación Canalejas, que ha recibido una lluvia de alegaciones, tanto políticas como técnicas? Sin embargo, fue aprobada por Botella sin el menor problema.

Desde el Ayuntamiento indican que “no se pueden comparar los proyectos entre si y que nosotros no hacemos informes para fastidiar a nadie, sólo hacemos cumplir la ley”.

Criterios de la CIPHAN

Alguna fuente que ha estado en sesiones del CIPHAN apunta que “desde los tiempos de Alberto Ruiz Gallardón, hay dos varas de medir en el urbanismo madrileño. Hemos visto a particulares a los que se les ha denegado la construcción de un ascensor ¡interior! en un edificio antiguo pero cómo a un promotor hotelero se le ha permitido hacer lo que ha querido con la fachada de un inmueble histórico de la Gran Vía”.

¿Es un órdago?

No falta quien asegura que Foster lo que ha hecho es lanzar un órdago para que se eliminen definitivamente las prescripciones. Podría ser, ya que las fuentes especializadas en el terreno arquitectónico también destacan que los egos de los arquitectos estrella son enormes y no aceptan la menor intromisión en su obra.

Desde el propio Ayuntamiento parecían dar el asunto por zanjado sin mayores problemas, a pesar de que se esfumaba una oportunidad espectacular para recuperar algo de gancho cultural internacional, pero posteriormente aclaran de manera oficial que “el proyecto está aprobado, con modificaciones, pero estancado”.

¿Qué quiere decir esto? ¿Puede haber negociaciones por lo bajo para reconducir el asunto? Si es así, Madrid debe saber que pelea con Nueva York y Londres, que sin duda pondrán menos prescripciones.

Se dice que Ana Botella tiene un monumental enfado con Norberto Rodríguez (en el Ayuntamiento lo niegan) y en la oposición indican sobre este último que “su futuro en el cargo es incierto y cuando menos, debería haber responsabilidades”.

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