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El adictivo comecocos de 'Stranger Things'

Los jóvenes protagonistas de 'Stranger Things' vuelven este viernes a Netflix con nuevas aventuras.

Corre el año 1984 y Will, Mike, Dustin y Lucas se arremolinan en torno a una máquina recreativa para intentar superar, una vez más, las pruebas que se le presentan al torpe héroe del Dragon's Lair de Cinematronics. Es el momento del arcade, pero también el de Los Cazafantasmas y los Gremlins. Duran Duran, Queen y Michael Jackson están a punto de lanzar o han lanzado ya nuevos álbumes. Ronald Reagan se encamina hacia su reelección. Y mientras tanto, una y otra vez, los niños de 'Stranger Things' juegan a la reiteración de una fórmula absorbente. Una fórmula que los ha hecho célebres, que ha despertado la nostalgia en todos los hijos de los 80 y que no está exenta de diversión, pero que, al fin y al cabo, no aporta ninguna novedad en el cada vez más inabarcable mundo seriéfilo.

Sí: 'Stranger Things' ha vuelto tras un año que se ha hecho eterno para los entusiastas del revival fantástico de Netflix. En altavoz hemos podido disfrutar de la segunda entrega de la ficción, que consta de nueve capítulos que estarán disponibles hoy en la plataforma desde las 9 de la mañana. Los espectadores que se embarquen este viernes en una maratón de aventuras y melancolía juvenil retornarán a un escenario entrañable, emocionante... y con más terror, mucho más de a lo que nos había acostumbrado la serie en su primera entrega. 

https://youtube.com/watch?v=IqY18njBfiE

La creación de los hermanos Matt y Ross Duffer retoma la acción un año después del regreso de Will Byers del Mundo Del Revés y de la desaparición de Eleven, abducida por esa fría realidad alternativa repleta de monstruos. En el pueblecito de Hawkins (Indiana) todo ha vuelto a ser como antes, o al menos en apariencia: la pandilla se divierte en los recreativos y en el club audiovisual, el sheriff Hopper se toma con calma sus escasas pesquisas en la comisaría, Nancy y Steve salen juntos y hasta Joyce ha encontrado el amor. El segundo Halloween después de Thriller está a punto de celebrarse en un contexto aparentemente apacible. Quizá en la superficie no ocurra nada, pero en el mundo subterráneo algo se está cociendo... y el pequeño Will, que regresó de los infiernos hace pocos meses, está al tanto.

La nostalgia de la propia nostalgia se explota en esta segunda temporada en la que los déjà vu son inevitables: volvemos a ver escenas casi idénticas a las de la primera entrega como las carreras desesperadas en bicicleta, las conversaciones a través del walkie-talkie, la aparición de ideas mágicas que solucionan los conflictos y las escenas de locura y desesperación en el hogar de los Byers, donde hasta se vuelve a romper el teléfono otra vez. Es inevitable regresar a las mismas referencias, que no sólo se limitan a la propia cultura pop de la época, sino también a la intrahistoria del propio universo. 

La nostalgia de la propia nostalgia se explota en esta segunda temporada en la que los déjà vu son inevitables: volvemos a ver escenas casi idénticas a las de la primera entrega

En una temporada que arranca despacio -la segunda mitad mejora considerablemente gracias al aumento del ritmo narrativo-, la estética sigue constituyendo uno de los atractivos de una historia en la que la evolución de los personajes se maneja de forma desigual, y en la que surgen dudas sobre si la trama podría estirarse durante al menos dos temporadas más, como desean los Duffer.

No sólo hay sustos:  el terror se apodera de gran parte de esta temporada.

A la ciencia ficción, la fantasía y la aventura inspirada en Los Goonies les acompaña una intensificación del género de terror a lo largo de la entrega, con criaturas y escenarios que homenajean a clásicos como Alien. 'Stranger Things 2' da más miedo: el enemigo es más grande que las luces que titilan y que el Demogorgon de la primera temporada. Las herramientas para generar suspense, sin embargo, son las mismas: la atmósfera, la iluminación y la banda sonora -siguiendo la tendencia de crear variaciones y sonidos similares a los de la cabecera- frente a un CGI cuyo uso se limita a lo puramente necesario.

Dios salve a Eleven

Y a Millie Bobby Brown, porque su interpretación de la misteriosa niña continúa sosteniendo gran parte de la narración. La de Eleven es una de las pocas tramas en las que se constata una evolución nítida en una segunda temporada en la que se echa de menos la profundidad psicológica. Ha pasado por mucho y eso se nota: la intensidad dramática aumenta cada vez que aparece en la pantalla, regalándonos algunos de los mejores momentos de esta entrega, en los que la fantasía, la ciencia-ficción y la tragedia personal se aúnan de forma estremecedora.

En esta segunda temporada, los espectadores podrán saber qué le ha ocurrido a Eleven (Millie Bobby Brown).

'Stranger Things' sigue presumiendo de un reparto de niños prodigio que, pese a algunas lagunas y tropiezos de guion, salvan cada escena. En esta temporada destaca especialmente el tímido y absorbido Will de Noah Schnapp frente a un Mike (Finn Wolfhard) más descafeinado y un Dustin (Gaten Matarazzo) que ejerce de alivio cómico durante gran parte de los episodios. Entre los mayores, Steve Harrington (Joe Keery) brilla con su carisma de seductor derrotado frente a un Jonathan Byers (Charlie Heaton) en el que apenas se profundiza -a diferencia de la Nancy Wheeler de Natalia Dyer, que al menos da un par de pasos adelante en esta entrega-.

Poco hay que comentar de Winona Ryder y David Harbour, que regresan con unas actuaciones impecables en las que quizá resalta más él que ella; y no por falta de méritos interpretativos, sino por el estancamiento narrativo del personaje de Joyce, una madre instalada en la tragedia que apenas parece evolucionar ante tanto obstáculo. Jim Hopper, por su parte, sigue cumpliendo con el tópico del hombre duro que en el fondo es blandito por dentro, regalándonos algunas escenas de gran ternura que también nos trae Sean Astin en el papel del adorable nerd Bob Newby.

Eleven nos regala algunos de los mejores momentos de esta entrega, en los que la fantasía, la ciencia-ficción y la tragedia personal se aúnan de forma estremecedora

Peor diagnóstico arrojan el resto de recién llegados. En esta temporada, Hawkins recibe a dos nuevos moradores: Max (Sadie Sink), una preadolescente de largo pelo rojo y veloz monopatín, y su hermano Billy (Dacre Montgomery), un estereotipo andante del 'malote' de los 80 inmerso en la escena heavy metal. El intento de introducir, casi con calzador, a una chica en el grupo de amigos ante la ausencia de Eleven resulta un poco torpe y sólo sirve para reforzar la idea, a través del personaje de Lucas (Calen McLaughlin), de que los niños se están haciendo mayores.

El personaje de Billy (Dacre Montgomery) es una de las novedades más insulsas de esta entrega.

Al término de los nueve capítulos, la sensación que perdura es la de haberse enganchado a una montaña rusa de fantasía en la que la familiaridad nos hace sentir cómodos y en la que la emoción predomina frente a cualquier disquisición lógica. Eso no lo puede negar nadie: 'Stranger Things' es rabiosamente entretenida. Como jugar una divertida partida al comecocos una y otra vez. ¿Será esto suficiente para mantener la fórmula? Desde luego, cosas más raras se han visto.

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