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Televisión

Simón se sincera con Calleja: "Mucha gente no se ha muerto por lo que hemos hecho"

Fernando Simón y Jesús Calleja en el programa de Mediaset.

Fernando Simón está en nuestras vidas para quedarse. Nueve meses atrás casi nadie lo conocía en España. Ahora este epidemiólogo que cuestionaba la fuerza de la mayor epidemia del siglo y la psicosis ciudadana va a Planeta Calleja (Telecinco) para mostrarle a Jesús Calleja su "otra cara" o su cara más amable o su cara blanqueada, elijan ustedes lo que prefieran.

Con el doctor Simón, que ya no tiene melena pero en este programa se desmelena, no hay término medio. La gente lo adora o lo odia. Las dos Españas se reflejan en la opuesta visión sobre este hombre y su trabajo. Y, naturalmente, ambas valorarán este programa de Calleja de forma antagónica. En este caso de la indignación al aplauso hay sólo un paso que por supuesto es ideológico.  

Caminatas por bellos parajes, escaladas peligrosas, poses de estrella televisiva, buceos por hermosas cuevas y hasta un paseo en globo. Todo eso hacen Simón y Calleja en esta esperada entrega del formato. Todo ello para mostrar al director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias fuera de sus ya antológicas ruedas de prensa. Pero este hombre fuera de los micrófonos tal vez importe poco. Lo relevante del programa era si iba a decir algo diferente, interesante y/o novedoso. 

La verdad es que dice pocas cosas nuevas. Porque repite el mismo argumentario que lleva meses repitiendo casi a diario. "El 8-M no tuvo nada que ver con los contagios porque había el mismo riesgo que al ir en Metro". "Tengo la conciencia tranquila". "Creo que las decisiones que tomamos, con la información de que disponíamos, eran las mejores". "Habrá que hacer evaluaciones más completas cuando sea el momento más adecuado". 

Creo que la frase más novedosa del doctor es esta: "Mucha gente no se ha muerto por lo que hemos hecho, pero ha habido gente que se ha muerto y cada uno de ellos pesa". Son unas veinticinco palabras demoledoras. Palabras pesan como losas para el que las escucha y quizás también para el que las pronuncia. Interpretables de formas igualmente opuestas, pero duras en todo caso. Contentarán a media España y enfurecerán a la otra media. 

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