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Asesinaron a Beriain pero nos queda 'Clandestino'

Estremecen los asesinatos de los dos periodistas españoles en Burkina Faso. Ninguna historia periodística vale más que una vida. Consuela pensar que la serie de DMAX es sencillamente excepcional

David Beriain en 'Clandestino en España' DMAX (Foto de ARCHIVO) 28/1/2019

"Asesinados dos periodistas españoles en Burkina Faso". Este titular, entre irreal y estremecedor, nos impactaba de súbito esta semana. Pero el primer impacto no era nada en comparación con lo que sentías cuando ibas a la letra pequeña y conocías los nombres de las víctimas. David Beriain y Roberto Fraile. Gigantes del oficio. Personas que dieron sus vidas por contar lo que pasa sin prejuicios ni juicios -eso es el periodismo-. Descansen en paz.

No hacía falta conocerlos en persona para compartir el dolor de quienes les querían. Sabemos que ninguna historia periodística vale más que una vida. Pero también sabemos que ya no se puede arreglar este crimen terrible. La sensación de incredulidad primigenia va perdiendo fuerza conforme pasan los días. Consuela pensar en ese raro contexto, que al menos dejaron huella con las cosas que contaron. Y aquí, en esta pequeña ventana de libertad que me dejan escribir en Vozpópuli, tengo que hablar de los documentales de Beriain.

Mentiría hipócritamente si dijera que los vi todos. Pero sí pude disfrutar de unos cuantos de la serie Clandestino que se emitió en DMAX. En concreto, los dedicados al cártel de Sinaloa, a las maras de países latinoamericanos y a la cosa nostra italiana. Brutales. No se me ocurre otra palabra para definir tamaños ejercicios periodísticos. Quizás suene mejor decir excepcionales.

Al mérito que tiene simplemente conseguir que semejantes protagonistas permitan ser grabados hay que añadir, además, el retrato certero que dibujaba Beriain gracias a sus preguntas, tan necesarias como difíciles de hacer

Al mérito que tiene simplemente conseguir que semejantes protagonistas permitan ser grabados hay que añadir, además, el retrato certero que dibujaba Beriain gracias a sus preguntas, tan necesarias como difíciles de hacer. Las respuestas rozaban lo monstruoso, claro, pero esa era la mejor manera de que los protagonistas mostrasen esa inhumanidad tan humana que exhibían. Como ha escrito Marc Marginedas, la clave de Beriain era que en su trabajo superaba las barreras psicológicas que el resto no se atrevía a cruzar.

Técnicamente hablando, la producción de 93 metros, productora del propio periodista navarro y de su esposa, era sencillamente inmejorable. Planos, fotografía o guión de esos que nunca fallan. Todo cuidado al milímetro. Todo bien engarzado. Todo al servicio de la historia. Todo brutal como las propias cosas que cuenta. Todo lo que, en suma, conforma un producto de calidad que sólo puedes degustar poco a poco, para no olvidar su sabor.

No se habla tanto del olvido al que siempre están sometidos estos corresponsales que se juegan el pellejo para llegar hasta el fondo de la realidad, donde la verdad se vuelve poliédrica, confusa y sorprendente

No era arbitrario utilizar líneas más arriba eso de "mentir hipócritamente". Porque estos días es obligatorio reparar en la hipocresía de un oficio bellísimo, el periodismo, que está lleno de personas no tan bellas. Ahora todos, entre lágrimas, alabamos el trabajo de Beriain y de Fraile. Y de otros como ellos. No se habla tanto del olvido al que siempre están sometidos estos corresponsales que se juegan el pellejo para llegar hasta el fondo de la realidad, donde la verdad se vuelve poliédrica, confusa y sorprendente.

El primer culpable, o al menos uno más, de dicho olvido es quien escribe estas líneas. Me pregunto por qué no dediqué en su momento otras líneas a un trabajo como Clandestino pese a que me deleitó. Como también cabría preguntarnos por qué unos documentales de tanta altura periodística se emitían en un canal temático que es minoritario. Por qué las grandes cadenas nunca apostaron por algo así. Cuando hago zapping o repaso los datos de audiencia, obtengo la respuesta. Y es asquerosa.

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