Siempre he dicho y en estos tiempos que vivimos es necesario e incluso imprescindible repetirlo una y otra vez. El triunfo del secesionismo no llegará por el apoyo que obtenga

Cataluña huele mal. Huele a moho, a herrumbre, a aguas estancadas. Huele a orín de los que miccionan en las paredes del estado, al vómito de los que carecen de estómago para soportar todo esto. Es perfectamente descriptible: olor a la derrota de toda razón y toda moral.

Durante muchos años el pujolismo cultivó en su invernadero particular un tipo de planta resistente, aparentemente bella, pero con el perfume hediondo del fascismo y de la muerte. Aquellas semillas

En contra de lo que propaga el independentismo, el Estado español no es débil. Todo lo contrario. Es de una fortaleza tan asombrosa que ha resistido a cuatro décadas de gobiernos centrales pusilánimes

O, también, guía básica para que Pedro Sánchez no permita que Carles Puigdemont siga poniéndole ‘deberes’ o se sienta obligado a pedir perdón a Gabriel Rufián por la existencia de la Constitución