Fue a mediados de julio. El Aeropuerto Internacional de Trípoli, asediado por la lucha armada entre los islamistas de Misrata y el Ejército Nacional Libio, echó el cerrojo. De inmediato, las embajadas y el personal de seguridad de las empresas extranjeras que trabajan en el país hicieron saltar las alarmas. Entre ellas, estaba Repsol.

Las importaciones de crudo procedentes del país norteafricano recuperan los niveles previos a la guerra y compensan la caída de la aportación iraní. La demanda nacional de productos petrolíferos sigue en caída libre.