La reina del soul ha fallecido este jueves 16 de agosto. Logró romper todas las barreras y luchar contra la discriminación racial. Fue la primera mujer negra en contar con un hueco en el Rock and Roll Hall of Fame y publicó más de 50 álbumes 

El cuento tradicional europeo ha sido utilizado en muchas ocasiones como metáfora o descripción de uniones inesperadas, difíciles de encajar, sorprendentes o simplemente inimaginables hace tiempo. Pero en más de una ocasión surgiría la pregunta para el reparto de papeles: hablando de Tony Bennett y Lady Gaga, ¿tenemos todos claro quién es la Bestia y quién la Bella?

Esta semana se han cumplido dos años desde la desaparición prematura de una voz que puso patas arriba muchos de los ambientes musicales en los que paseó, en los que creció, en los que sintió, en los que cantó. Una voz que en más de una ocasión fue opacada por una vida tumultuosa, de esas que hacen las delicias de la prensa más amarilla.

“El jazz es como ese tipo de hombre que a uno nunca le gustaría que se relacionase con su hija”. Así opinaba Duke Ellington sobre el tipo de música que le encumbraría entre los compositores más singulares del siglo XX. Prefería presentarse como un autor de folk negro. Otro de los grandes, Charlie Mingus, opinaba que la palabra jazz era para él sinónimo de nigger (negrata), de ciudadano de segunda clase. Las cosas han cambiado notablemente con el paso de los años y hoy la denostada palabra, que cumple estos días 100 años de vida, es seña de identidad de la cultura estadounidense.