El presidente ruso Vladimir Putin dijo hace poco que el arsenal militar de su país se va a ver reforzado con la puesta en servicio de unos cuarenta misiles balísticos capaces de transportar cabezas nucleares. He ahí por qué plantearse que las relaciones de Occidente con Rusia cada vez se parecen más a las de la Guerra Fría. Vuelve a acechar, por tanto, la sombra de la guerra nuclear. Para semejante catástrofe, la humanidad no está preparada, y eso que en los años de mayor tensión entre potencias capitalistas y el mundo comunista proliferaron los búnkeres antinucleares.

El fotógrafo belga Stephan Vanfleteren ha estado perdiéndose en las costas del norte de Europa buscando restos de la locura defensiva de Adolf Hitler. El Tercer Reich construyó en los años cuarenta miles de búnkeres desde el norte de Noruega hasta la frontera de Francia con España. Poniéndose al servicio del museo del Muro del Atlántico, en Ostende, Vanfleteren ha retratado lo mucho que queda de esta grandilocuente arquitectura militar, tan olvidada como presente está aún en las costas norteñas del viejo continente.