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El día de la liberación de los niños... pero sobre todo de los padres

Niño lanza un avión de papel delante de su madre, en la Plaza Mayor de Madrid

Se ha podido apreciar este domingo por la mañana que hay una parte significativa de españoles que lee el BOE. Decía ayer el boletín que los niños podrían salir a la calle a partir del día 26 de abril, siempre que estuvieran acompañados “de un adulto responsable”. O, al menos, de alguien que aparentara serlo, pues no en todos los casos se puede asignar ese calificativo. El caso es que, como eso obligaba a uno de los progenitores a quedarse en casa, hay algunos que han optado por el divide y vencerás. El padre caminaba por una acera con uno de los críos; y la madre, por la de enfrente, con el otro.

Si hay algo para lo que han sido ingeniosos los habitantes de estas tierras a lo largo de la historia es para sacar punta a las normas en función de sus intereses. La picaresca ha ganado la partida al interés general en un sinfín de ocasiones y eso se notaba hoy en varios casos. No se puede decir que las familias que caminaban divididas incumplieran la norma, pero la estrategia, al menos, llamaba la atención, pues, como ni 'el papá' ni 'la mamá' querían quedarse en casa, optaron por la distancia callejera.

Padre con sus hijos

Los ciudadanos demuestran cierto ingenio para la improvisación porque en este país existe cierta tendencia al 'nihilismo' que a veces tiene gracia. Otras, en absoluto. Digamos que el conflicto entre el cartesianismo y la superchería nunca se ha acabado de resolver, ni a pie de calle ni en los altos despachos, pues existe en las instituciones cierta tendencia al populismo que a veces obliga a tomar atajos. Sin ir más lejos, este domingo comenzaba oficialmente la 'desescalada' con la salida de los niños a la calle, sin que se manejen datos fiables sobre la situación del coronavirus en España. Pero tocaba lanzar un calmante a los padres, que a estas alturas tenían los nervios de punta, tras 43 días en dura pugna con la inagotable fuente de energía de sus vástagos. De ahí que el plan no se demorara.

Lluvia incómoda

Amanecía Madrid nublado y con llovizna y a buen seguro que a más de uno le asaltaron los mil males ante la posibilidad de demorar el primer paseo en un mes y medio. Pero brotaron claros en el cielo a media mañana y los “adultos responsables” sacaron a los muchachos al exterior. Alguno había perdido la forma física, como un chaval dominicano, de no más de 4 años, que al poco de salir de un portal de la calle de Carnicer le pedía a su padre que le subiera a hombros. El crío, mulato, llevaba una mascarilla de adulto y, en apenas 20 metros, se le subió 4 ó 5 veces hasta los ojos o se le bajó hasta la mitad del cuello, para desesperación de su acompañante.

Madre con su hija, en la calle de Montera

El momento parecía revestir cierta importancia para unos cuantos padres, si se tiene en cuenta que se empeñaban en grabarlo en vídeo con sus teléfonos móviles. Una madre había pedido a su hijo que se subiera a una de las farolas de la Plaza Mayor para fotografiarle mientras lanzaba un avión de papel. Otro, en la calle del Duque de Alba, pedía a su hija -negrita y con una chaqueta brillante- que pasara por delante de su cámara mientras montaba en patinete, como quien quiere mostrar en un vídeo una metáfora de la liberación.

La orden divulgada este sábado en el BOE permitía salir a los críos con bicicletas y patinetes, aunque sin pisar los parques, y esta mañana se podían ver por la calle todo tipo de vehículos infantiles. Principalmente, patinetes sin motor, pero también coches a pedales -como el de un muchacho en la Glorieta de Quevedo- que complicaban el cumplimiento de la distancia de seguridad con el resto de los paseantes.

Tampoco parece ser ningún drama, pues cualquiera que haya pisado la calle durante los últimos días -desde que se 'suavizó' el estado de alarma, tras la Semana Santa- habrá podido comprobar que el confinamiento ya no se cumple tan a rajatabla. Especialmente por la mañana, en los barrios, donde las casas no son tan grandes, ni tienen jardín, ni siquiera balcón en muchos casos. En ese momento del día es cuando los ciudadanos acuden al supermercado o a la farmacia y, de paso, aprovechan para pasear o hasta para hacer algo proscrito estos días, como sentarse en un banco al sol. A veces, de dos en dos.

Sentarse está proscrito

Había una mujer y una niña sentadas esta mañana en uno de ellos frente al primer número de la calle de Manuela Malasaña. Justo detrás, había una tienda de ropa cerrada y, al lado, un cartel que anunciaba un concierto del grupo de rock Aerosmith previsto para el 3 de junio y que, salvo sorpresa, nunca se celebrará. Ha cambiado tanto nuestra rutina y será tan difícil de deglutir la nueva normalidad que las ciudades parecen hoy espacios totalmente diferentes a las de hace un par de meses. 

Dicen los más aventurados que el coronavirus cambiará “para siempre” algunas de las cosas que hasta ahora hacíamos de forma habitual, casi automática. Es difícil saber si aciertan en sus predicciones, pero lo cierto es que este domingo parecía una hazaña salir a pasear con los niños, lo que da una idea de la dimensión de este fenómeno inesperado.

Padre con su hijo, en Puerta del Sol

Hay una escena de la fantástica película Cadena Perpetua en la que los presos, después de asfaltar un tejado al sol, bajo los rigores del calor, reciben unas cervezas, que eran un bien escaso en esa cárcel, al contrario que en el exterior, donde se consumían sin mayores problemas. Ese pírrico logro, en mitad de un largo encierro, era considerado por el protagonista del filme como una enorme victoria. Ahora bien, ninguno de los bebedores quitaba el ojo al guardia, por si las moscas.

Esa sensación se percibía este domingo en la cara de algunos padres, que caminaban -en la mayoría de los casos- atentos a que sus hijos no se alejaran demasiado, pero que vivían una situación excepcional, dentro de esta excepcionalidad. Por la calle de Fuencarral circulaba una cría en bicicleta, con gafas de pasta rosas, que miraba a la otra acera y llamaba a su madre, que caminaba con su hermano. A pocos metros, había dos coches de policía, por lo que el padre, nervioso ante la posibilidad de estar vulnerando la norma y de ser multado, le dijo a la cría de sopetón, nervioso y molesto: “No hagas eso, no hagas eso”.

Será dura la 'nueva normalidad'. Vaya si lo será.

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