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Diario de la pandemia en el Gregorio Marañón: el renacer de uno de los hospitales más azotados por la covid-19

Habitación de UCI en el Hospital Gregorio Marañón

Sufrimiento, sacrificio, cansancio y, hoy, esperanza. Son las palabras más repetidas por diferentes jefes de servicio del madrileño Gregorio Marañón cuando relatan lo vivido antes, durante y después de la pandemia del coronavirus. Uno de los hospitales españoles que albergó más casos de pacientes con covid-19: 1.064 enfermos un 29 de marzo. Hoy, apenas superan los 70. Ahora, el cuaderno de bitácora del hospital se reescribe en términos muy diferentes: los médicos todavía no se explican los motivos, pero afirman que el virus es menos agresivo y los enfermos que ingresan por covid-19 ya no presentan la gravedad que veían hace meses. Si la tendencia actual se mantiene, con apenas entradas de nuevos casos, a finales de julio la hospitalización de pacientes con coronavirus se concentrará en una sola zona. Todo un hito.

La historia reciente del Marañón es, también, la de la peor crisis sanitaria a la que se enfrentó España y ejemplifica la enorme lucha de todos los sanitarios. Es martes, 16 de junio y el hospital más grande de la Comunidad de Madrid, más de medio siglo de historia a sus espaldas, recibe a Vozpópuli en un mañana aparentemente tranquila. En las puertas de Urgencias, con la sala de espera para los familiares de los pacientes todavía cerrada por seguridad, no hay demasiado movimiento. En esa misma explanada, el pasado 30 de marzo el Ejército de Tierra montaba un hospital de campaña que albergaba 65 camas. La carpa servía de puente para el traslado de los pacientes del centro sanitario al ya clausurado hospital de Ifema. 

Es una de las escenas que tiene grabadas Sonia García de San José, subgerente asistencial de un centro sanitario emblemático y urbano. Una ciudad sanitaria con más de 7.500 profesionales y casi 1.350 camas, cuya población de referencia básica supera las 330.000 personas. La imagen del desfile de pacientes que, seleccionados por el hospital y custodiados por la Unidad Militar de Emergencias, partían en autobuses hacia el hospital provisional montado en el recinto ferial. "Es difícil de olvidar", reconoce García de San José. Una de las que quedarán reflejadas en ese diario de la pandemia que en estos días escriben en el hospital.

Una suerte de bitácora, explica, en el que están recogiendo todos los datos de los extraordinarios momentos vividos. La idea, explica la subgerente, es tener un informe "para que las sucesivas generaciones tengan por escrito lo que hemos hecho a lo largo de estos meses". En los hospitales existen planes de catástrofe que se renuevan periódicamente y quizá no vuelva a producirse un pico tan importante como el registrado, añade la directiva del hospital pero, si "pongamos en una década, vuelve a suceder algo así y no estamos el actual equipo directivo o los jefes de servicio han cambiado, los que vengan detrás tendrán un documento que les sirva de referencia. Es una parada y una reflexión que hasta ahora no habíamos podido hacer y será muy útil".  

"Al filo del precipicio" durante la pandemia

García de San José reflexiona para este digital sobre el hoy y el ayer de un centro sanitario que, en los momentos álgidos de la pandemia, estuvo "al filo del precipicio". Fueron los días en los que el Gregorio Marañón llegó a ser un centro casi monográfico de coronavirus. De los más presionados de España en una comunidad, Madrid, devastada por el virus. Entre los picos más alto registrados en su móvil -San José muestra una gráfica con los ingresos desde el comienzo de la pandemia-  un 29 de marzo: la friolera de 1.064 pacientes ingresados por la enfermedad. 

En la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), donde habitualmente existe una veintena de camas, llegaron a estar hospitalizados 135 pacientes, de los que 115 padecían la covid-19. Hoy son 14 los positivos que permanecen ingresados en una unidad, siempre frenética, siempre en movimiento, que impacta recorrer: nada más y nada menos que la zona cero de la pandemia. 

En el Marañón se vivió "un desbordamiento sanitario espectacular" describe el jefe de Servicio de Medicina Intensiva

"Ahora mismo la situación es muy buena. Los pacientes con PCR positivas ya no llegan a la UCI y es la mejor noticia que podemos tener del virus. Enfermos agudos por neumonía, como aquellos tan graves que se nos morían, no tenemos desde hace casi un mes. Ahora son pacientes crónicos que han padecido la enfermedad. El que menos, lleva cuarenta días con nosotros", detalla con una amplia sonrisa José Eugenio Guerrero, jefe de Servicio de Medicina Intensiva. 

Guerrero echa la vista atrás y rememora "un desbordamiento sanitario espectacular" que, lejos de triunfalismos, admite que fueron capaces de controlar parcialmente. Afortunadamente, subraya, contaron con el apoyo de una dirección del hospital que, desde el minuto uno, comprendió a qué se enfrentaban. Eran días, apunta Sonia García de San José, en los que, salvo dos unidades quirúrgicas no covid y, en la parte médica, otras tres unidades de hospitalización —también no covid—, el Marañón se convirtió en un centro monográfico de coronavirus

Jesé Eugenio Guerrero, jefe de Servicio de Medicina Intensiva en el Hospital Gregorio Marañón

Sin pacientes agudos por coronavirus

El hospital se estiró como un chicle. Se aprovecharon todos los espacios disponibles: la biblioteca, las consultas externas del edificio de Oncología (que antes de la pandemia había comenzado con reformas); la biblioteca; la zona de extracciones...Ahora, señala la subgerente del Marañón, la situación es radicalmente distinta. Cada día, entran por la puerta de Urgencias entre 0 y 1 pacientes con sospecha clínica de coronavirus. Están además, quienes llegan al hospital por otro problema médico y a quienes también se les hace la PCR. Algunos, dan positivo. "Son pacientes que no tienen una clínica respiratoria tan grave ni tan aguda en relación a la enfermedad, pero al dar la PCR positiva los ingresamos en planta", indica.

El Marañón calcula que cuando arranque julio ya no tendrán ingresados pacientes agudos con coronavirus. Y, siendo muy conservadores, añade la directiva del centro sanitario, a finales de julio, la hospitalización de pacientes infectados por el virus se podría concentrar en un control del área médica. "Hay una clara disminución de la incidencia", señala García de San José.  

Habitación de UCI en el Hospital Gregorio Marañón

El sufrimiento de la UCI

Un antes y un después que cuesta asimilar admiten algunos de los jefes de servicio entrevistados por este digital. "Recuerdo los peores días de mi vida como médico. Y yo, por mi edad, he vivido el VIH, la colza, accidentes aviación, el 11-M...pero, como esto, nada", sentencia el jefe de la UCI, el doctor Guerrero. Nunca en nuestro país se había hablado tanto de la medicina intensiva como durante la pandemia, admite. Todo el mundo comentaba el número de camas de UCI. Que si faltaban en una comunidad autónoma, que si otra estaba mejor servida. Se buscaban hasta debajo de las piedras.

"Sin duda valió para reconocer nuestro trabajo. Es verdad que lo hacemos a diario, pero nunca con aquella proporción de pacientes", sentencia Guerrero. Fundamental, resalta, el apoyo de los anestesistas, con su jefe, el doctor Hortal, a la cabeza. "Fue encomiable", apunta.

Hay varios temas que subyacen durante todas las entrevistas realizadas por Vozpópuli a los sanitarios. Uno es si las decisiones que tomaron los médicos durante la pandemia sobre la hospitalización de enfermos mayores fueron las correctas. Un tema que no sólo enciende el debate y sirve de arma arrojadiza entre los políticos. Es un tema que crispa a los médicos. 

Una sanitaria coloca una bata en uno de los pasillos del Hospital Gregorio Marañón

"No cambiamos los criterios durante la pandemia"

"Físicamente esto nos ha agotado durante un tiempo y, psicológicamente, han sido situaciones desagradables como no tener suficientes medios para tratar a todos los pacientes en un momento determinado. O tener qué elegir qué pacientes ingresaban en la unidad, algo a lo que los intensivistas estamos habituados y que hacemos todo el año. No cambiamos los criterios durante la pandemia. Desgraciadamente, en este caso, había más volumen de pacientes. Pero es muy fácil hablar desde un sillón del Congreso. Desde esa posición se habla de maravilla. Había que pasearse por el hospital en aquellos días".

"Es un tema difícil y esta no es la primera vez que tenemos que asignar recursos. En medicina lo vemos mucho. Hay personas que van a ir a peor si se les intenta llevar a los límites que permite la tecnología que si no se les lleva. No había tratamientos eficaces, se ha puesto lo que se ha podido", coincide su compañero Luis Puente, jefe de servicio de Neumología.

Luis Puente, jefe de Servicio de Neumología del Hospital Gregorio Marañón

Dos meses horrorosos en Medicina Interna

Algunos de aquellos enfermos tan graves que habían salvo la vida en la UCI, tras larguísimas estancias donde permanecían completamente aislados, acaban en  el Servicio de Medicina Interna que dirige Jesús Millán Núñez-Cortés. "Los dos meses de marzo y abril fueron horrorosos. Con una respuesta casi épica del hospital y de los servicios clínicos. Ahora estamos infinitamente mejor. Ya a finales de abril comenzaron a incrementarse los pacientes con otras patologías, los tradicionales de un servicio como este; eran 70, además de otros 200 pacientes con covid".  En abril, ya había más altas que ingresos.

En esas fechas, camino de mayo, relata el doctor, comenzó la segunda gran transformación que ha vivido el hospital. La convivencia de unos y otros pacientes en un mismo servicio y, poco a poco, el aumento de enfermos de otras patologías frente a los ingresados por el virus. Hoy, en Medicina Interna, un 20 % de los pacientes ingresados tiene coronavirus. Un total de 30 contando a los que permanecen el cercano Hotel Colon, sanitarizado por la Comunidad de Madrid en plena pandemia y adscrito al Marañón. 

El 9 de marzo, en Medicina Interna, había ingresados 6 pacientes con covid-19. El 2 de abril, eran 745. Ahora, son 30, contando a los del Hotel Colón.

Nada que ver con lo que el doctor Millán llama la primera gran transformación de su hospital convertido en un centro covid. "Recordarlo me pone los pelos de punta", asegura.  Y desgrana unas cifras que escenifican el horror vivido: un 9 de marzo, tenían ingresados en el servicio 6 pacientes con covid-19. Había otros tres casos sospechosos. El 2 de abril, eran 745. "Aquello parecía imposible de gestionar. Tenemos habitualmente cuatro controles de Medicina Interna. A razón de 30 pacientes por control, 120 camas. Todas se llenaron de enfermos de coronavirus. Medicina Interna llegó a llevar 19 controles del hospital, más dos controles que llevaban Neumología e Infecciosas, significa que seis plantas del macizo central eran solo covid", explica el internista.

Un fonendoscopio cuelga de un cartel que indica la dirección de las habitaciones del hotel medicalizado Colón

Millán ejerció aquellos días de director de una orquesta de la que formaron parte 135 especialistas no internistas. Al rescate acudieron endocrinos, dermatólogos, rehabilitadores, cirujanos, traumatólogos... Solo con una coordinación muy precisa, consiguieron llevar los 19 controles. "Se salió con mucho coste", señala el internista y apunta datos de un informe que le ha llegado esa misma mañana de su sociedad científica, la SEMI, según el cual cerca de un 60 % de los médicos en algún momento de la crisis ha pensado en abandonar la medicina. Ahora, desde la esperanza, habla de una percepción completamente diferente en torno a la enfermedad: "No sabemos muy bien la causa: si se ha atenuado la agresividad del virus, si se trata a los pacientes mejor, más precozmente...".

Cuando "el bicho" se va y vuelve

Dos meses y una semana lleva ingresado en Medicina Interna Luis González, 76 años, ingeniero industrial jubilado, toda una vida "trabajando en el sector de los vehículos". Dos largos meses y una semana en los que Luis, con otro problema hematológico previo, se ha enfrentado al "maldito bicho" con determinación, más o menos humor y el acompañamiento virtual de su familia. Como en la mayoría de centros sanitarios el Marañón dispuso de tablets para que los pacientes. aislados, pudieran relacionarse con sus familias. 

Luis nunca llegó a la UCI. "Me quedé a la puerta", cuenta con ánimo. En tanto tiempo de hospital ha intentado una y otra vez recordar cómo contrajo el virus. En su nebulosa, una visita al hospital a mediados de marzo para someterse a tratamiento y ver a su médico. Después, ya en casa, pese a los cuidados por ser paciente de riesgo, comenzó la fiebre. Su médico le mandó inmediatamente a Urgencias. Dio positivo e ingresó en planta. Comenzó a recuperarse. Incluso podía levantarse porque se sentía con fuerzas.

Luis González, paciente covid del Hospital Gregorio Marañón

Pero volvió la fiebre. "Buscaron y buscaron y el bicho volvía a estar ahí. Desde entonces, estoy con tratamientos más o menos fastidiosos para mí, pero parece que la cosa va para arriba. Tengo más fuerzas", explica con esperanza. "Esta vez lo estamos superando" añade su médico con optimismo mientras alude a lo extraordinario de pasar dos veces por la enfermedad. "Lo llevo como puedo. Toda la familia está angustiada por la recaída. Tanto decirles que estoy mejor y todavía no estoy fuera. El bicho es largo", sentencia Luis.

Urgencias, la puerta de entrada

Juan Antonio Andueza Lillo es Jefe del Servicio de Urgencias. La puerta de entrada al hospital. "No nos gusta que lo llamen así, pero cuando dices la puerta, se sobreentiende de qué hablamos", señala el médico. Una puerta que siempre está abierta para todo el mundo, que en su hospital  tiene una media de 450 entradas diarias (sin coronavirus) y que durante la pandemia colapsó. Como ocurre muchas otras veces pero en una "dimensión mucho mayor".

En Urgencias, dice Andueza, están acostumbrados a vivir situaciones cambiantes. Durante las conversaciones de este digital con los diferentes jefes de servicio del Gregorio Marañón, sale a relucir en diferentes ocasiones otro momento catastrófico que la mayoría vivieron: los atentados del 11-M. "Ahora, como entonces, los sanitarios han hecho cosas extraordinarias siendo gente normal", dice el doctor Luis Puente, jefe de Neumología.

"Cuando ocurre un atentado o una catástrofe, ocurre de golpe y cesa. Te da tiempo a recuperarte porque dejan de venir las víctimas, pero aquí era un continuo: seguían y seguían llegando" cuenta el jefe de Urgencias

La diferencia, remarca su compañero el doctor Andueza, "es que cuando ocurre un atentado o una catástrofe, ocurre de golpe y cesa. Te da tiempo a recuperarte pese a momentos de mucho trabajo, pero luego puedes ir organizándolo porque dejan de venir las víctimas, pero aquí era un continuo: seguían y seguían llegando y, además, el peligro estaba dentro del propio hospital. Tienes que protegerte del contagio de los enfermos y eso es un estrés añadido para personal sanitario porque los pacientes que entran ponen en riesgo a otros pacientes y al propio personal".

Fueron días críticos. Aún teniendo planes de expansión para catástrofes, el coronavirus les desbordó. Curiosamente, otros enfermos dejaron de acudir ante el miedo al contagio. Solo quien estaba "muy malo" por otras patologías se acercaba al hospital.  "Al principio fue goteo, pero luego, una gran cantidad y eso hizo tener que redistribuir muchos espacios", añade el jefe de Urgencias.

Un cartel indica que las visitas están prohibidas en el Hospital Gregorio Marañón

Menos entradas en Urgencias que hace un año

La tercera semana de abril, relata el médico, la demanda bajó mucho, casi un 40 % respecto a las urgencias que tenían antes. Ahora, mantienen una media de 360 entradas diarias, menos actividad que en las mismas fechas de hace un año. "Lo que ocurre es que empieza a haber muy poco covid; de esas 360 urgencias, un 10/15 % consultan con sospecha, pero finalmente solo el 5 % va a plantas reservadas para covid. Mantenemos esa percepción de lo que ya se está oyendo: que lo nos viene es más leve", indica.

De hecho, precisa, los casos positivos que están detectando es en pacientes que ingresan por otras patologías y a los que ya se les hace PCR para que no se produzcan brotes como el registrado en el Hospital de Basurto.  mucjhos de los diagnósticos (ahora todo paciente que se ingresa se le hace PCR) y es curioso más pacientes por otras patologías que al hacerles la prueba para que no haya brotes como Basurto (Bilbao).

Reabrir consultas y convencer a los pacientes

Superados los momentos críticos, al Gregorio Marañón le queda rehacerse. Y eso sucede poco a poco tras lo vivido. En Neumología, por ejemplo, explica el doctor Luis Puente, jefe de Servicio, están reabriendo algunas consultas externas para atender a pacientes no covid pendientes de visita y los que se incorporan nuevos, pero tienen una limitación "que es la densidad de pacientes que pueda haber en las salas de espera". 

En planta, los enfermos que quedan ingresados con coronavirus (12) son casi todos de larga estancia. Apenas reciben nuevos pacientes con el virus. "Quienes ahora están enfermos son personas que tuvieron problemas serios, muchos estuvieron en la UCI y estas unidades son salvadoras, pero también muy traumáticas. Son pacientes muy debilitados muscularmente de estar tanto tiempo tumbados en una cama; sometidos a muchos fármacos y tratamientos. Casi todos son gente mayor, que ha padecido neumonías graves y han estado en la UCI".

"Se ha atendido a los pacientes con muchísimo esfuerzo y generosidad. Todos teníamos mucho miedo, porque también tenemos familia, y hemos estado ahí", dice el jefe de Neumología

Ha sido un "reto enorme. No voy a hablar mal de nadie; la prevención se ha hecho mal, pero la asistencia sanitaria ha dado la talla. En todo momento se ha atendido a los pacientes con muchísimo esfuerzo y generosidad. Todos teníamos mucho miedo, porque también tenemos familia y, sin embargo, hemos estado ahí. De esta epidemia, me llegó el sufrimiento. Lo que nosotros hacemos, que son terapias respiratorias avanzadas, se ha hecho bien y con calidad teniendo en cuenta que era una situación sin precedentes".

Ahora, insiste el neumólogo, queda una larga tarea por delante "En la medida que sea posible la unidad se desinfectará y será limpia. Quedan miles de pacientes por atender. Sigue existiendo miedo a ir a las consultas. Les llamamos y no quieren venir. Es complejo organizar las consultas y abrir las agendas, pero lo estamos intentando, incluso trabajando por las tardes. Acabamos de tener una reunión para abrir las consultas del sueño, el problema es que los pacientes se tienen que llevar a casa un aparato que tienen que desinfectar. Estamos viendo cómo poder hacerlo. Es complejo", reitera.

Solo una semana de parón en Cirugía

"Los médicos necesitan descansar. Yo, lo necesito". Quien habla es Emilio del Valle, jefe de Servicio de Cirugía General. Un servicio que, salvo una semana, la que transcurrió entre el 30 de marzo y comienzos de abril, nunca dejó de tener actividad quirúrgica en pacientes oncológicos. Junto al hospital privado MD Anderson, indica, que también mantuvo un buen ritmo, el Marañón ha sido uno de los centros con mayor actividad quirúrgica durante la epidemia.

Salvo la mencionada semana, el Marañón logró la hazaña de mantener abiertos dos quirófanos semanales. "Lo que nos ha tenido más limitados ha sido la complejidad de disponer de camas de críticos, la ocupación de esas camas era del 300 %", precisa. Pero, solventados los problemas, continuaron adelante. Enseguida, añade Del Valle, pasaron a cuatro a quirófanos a la semana. Ahora, la actividad quirúrgica está casi normalizada. "En este momento, a 16 de junio, operamos toda nuestra lista oncológica (muy numerosa, precisa), no tenemos demora ya", explica. 

"Se acabaron los aplausos y dudo cada vez más de las soluciones. La lista de espera quirúrgica ha pasado a un segundo plano. Para resolverlo hacen falta dinero y recursos", dice el cirujano Emilio del Valle

Otra historia, añade el médico, son los pacientes no oncológicos pendientes de ser operados. "Eso más difícil. Esperábamos que habría más actividad durante el verano. Pero ese número de pacientes es muy difícil de normalizar en los próximos 9/10 meses. Porque ahora sí van a empezar a entrar otra vez en consulta externa. Y el incremento que hemos tenido en lista de espera quirúrgica no oncológica es del 30%. Esa es la lista gorda", precisa.

Emilio del Valle, jefe de Servicio de Cirugía General del Hospital Gregorio Marañón

Emilio del Valle hace un llamamiento, para adelgazar esa lista se precisa una inyección de dinero. Y de recursos por la situación que todavía atraviesa el hospital. Pero, lamenta, "se acabaron los aplausos y dudo cada vez más de las soluciones. Se tendrían que haber mantenido los contratos prometidos (por la Comunidad de Madrid) en el  mes de marzo a gente que acababa su residencia y con esa gente joven implementar quirófanos incluso en jornada de tarde de aquí a diciembre. Eso hubiera corregido el problema. Pero cuesta dinero. La lista de espera ha pasado a un segundo plano. Luego vendrán las caceroladas a las listas de espera", opina. 

Desde la UCI, su jefe, el doctor Guerrero hace una reflexión final: "Creo que de todo esto no hemos aprendido nada. Es importante el reconocimiento social, pero el gran drama que se ha vivido en la sanidad madrileña no ha llegado. Ese sufrimiento se ha quedado para los sanitarios y a los familiares que han vivido esto. Es una enfermedad deshumanizada", concluye.

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