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Cómo la vacuna del coronavirus se ha convertido en una nueva guerra entre EEUU y China

Imagen al microscopio electrónico del coronavirus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19

Como siempre suele ocurrir en momentos de crisis internacionales, la potencia que logre resolver el conflicto sale del mismo con una posición geopolítica reforzada. En el caso de la emergencia sanitaria que está provocando el Covid-19, resolver la crisis pasa por encontrar una vacuna contra el coronavirus, una tarea que se ha convertido en otro punto de choque entre China y Estados Unidos.

A última hora de la jornada de ayer, China anunciaba en un comunicado emitido por su Ministerio de Defensa que había desarrollado "con éxito" una vacuna contra el SARS-COV-2 en colaboración con una farmacéutica china, CanSino Biologics. A pesar de que ese es el titular del que se han hecho eco todos los medios de comunicación -incluido Vozpópuli- es necesario cogerlo con pinzas.

La vacuna anunciada por China es real, sí, pero a pesar de lo esperanzador del anuncio la realidad es que acaban de autorizar los ensayos clínicos en humanos. Esto equivale a la Fase I del desarrollo de la vacuna, lo que implica que aunque las autoridades chinas ni siquiera han comunicado cuándo comenzarán dichos ensayos, tendrán que pasar todavía por la fase II, la III y la IV.  Un proceso que normalmente puede implicar hasta décadas, pero que estiman que llevará cerca de un año, ya que en casos de emergencias sanitarias, los trámites regulatorios suelen acelerarse. 

Mínimo un año por delante

La vacuna anunciada por los chinos utiliza son las conocidas es una versión mejorada y más segura de las conocids como vacunas de antígenos, uno de los métodos más tradicionales para fabricar este tipo de tratamientos. Se trata de un tipo de vacunas que contienen una versión mutada del propio patógeno -en este caso, el virus SAR-COV-2- para estimular que el organismo responda y así provocar inmunidad en el paciente.

Uno de los principales problemas que presentan son los efectos secundarios, que suelen ser muy graves. La anunciada por China este miércoles es una vacuna de subunidad, que en vez de incluir una versión del patógeno sólo aporta antígenos al organismo para provocar la respuesta inmune. Es más segura, pero igual de díficil de desarrollar, o incluso más. 

En su comunicado, apuntan que la vacuna ha sido aprobada "por su seguridad, eficacia y calidad" por un tercer partido, que tampoco especifican. En ese sentido, también apuntan que el jefe de la investigación, el general Chen Wei -que también es bioingeniero- ya han puesto en marcha los preparativos para su producción en masa una vez supere todas las fases de los ensayos.

Justo un día después de EEUU

El escueto anuncio chino sobre el desarrollo de su vacuna se ha producido casualmente apenas un día después de que este lunes se diera conocer que que Estados Unidos diera el pistoletazo de salida a la primera fase de los ensayos clínicos de su propia vacuna experimental. Se trata de una de las primeras que se dio a conocer, desarrollada por la biotecnológica Moderna con la colaboración del Instituto Nacional de Salud de EEUU, como ya adelantamos en este diario.

La clave es ser el primero en lograrlo. El presidente norteamericano, Donald Trump, exigió en una reunión con las principales farmacéuticas de EEUU una vacuna antes de las elecciones generales, que se celebran en noviembre. Pero según explicaba Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Salud de EEUU, incluso si todo sale bien, no tendrán lista la vacuna hasta dentro de 12 o 14 meses. Es decir, para 2021.

En declaraciones a la agencia de noticias American Press, Fauci, conocido por su trabajo con la epidemia de VIH en Estados Unidos en los años 80, apuntaba que sólo han pasado 65 días desde que China liberó la secuencia del SARS-COV-2 imprescindible para poder desarrollar cualquier tipo de vacuna. Esto implica que tanto el equipo chino como el norteamericano están logrando resultados en un tiempo récord.

Pero la vacuna no es el único punto que refleja el enfrentamiento entre las dos potencias: en las últimas semanas, los países se han enzarzado en un cruce de acusaciones sobre el origen del coronavirus. Además, el hecho de que el presidente norteamericano, Donald Trump, haya optado en sus últimas intervenciones en referirse al SARS-COV-2 como el "virus chino" tampoco ayuda.

La UE también se apunta 

La esperanza europea está centrada en una biotecnológica alemana, CureVac. Fue precisamente a esta compañía a la que el equipo de Trump le llegó a ofrecer hasta 1.000 millones de dólares a cambio de que les diera en exclusiva la vacuna que está desarrollando. La compañía, que está trabajando junto al Instituto Paul Enrich de vacunas, cree que podría comenzar ensayos clínicos antes de otoño.

De hecho, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von den Leyen, afirmó justo eso durante la cumbre europea celebrada este martes por la noche. "En otoño podría ser posible tener una vacuna para el coronavirus", aseguró. Con el objetivo de ayudar a la compañía, la Unión Europea le ha concendido apoyo financiero por un valor de 80 millones de euros, con los que CureVac construirá una nueva planta para fabricar en masa la vacuna una vez la desarrolle por completo.

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