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Política

Podemos llega en depresión a su quinto aniversario

Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón, Teresa Rodríguez, Miguel Urbán o Rita Maestre. Todos juntos, arropando a Pablo Iglesias en un teatro del madrileño barrio de Lavapiés. El actual secretario general de Podemos reclamaba desde un atril verde el apoyo de 50.000 personas para encabezar el experimento político que terminó dando la vuelta al tablero español. Era 17 de enero de 2014 y quedaban poco más de cuatro meses para que el partido morado diese la sorpresa consiguiendo cinco escaños en las elecciones europeas del 25 de mayo de 2014.

Cinco años después, la formación de los círculos enfrenta de nuevo la cita con las urnas pero en condiciones muy distintas. No se juega no sólo los puestos en Europa, sino mantener viva la llama en capitales y comunidades como termómetro de unas generales. Aunque las previsiones electorales no son nada halagüeñas.  

Su entrada en las instituciones ha pasado factura a un partido donde la pluralidad que reflejaba su puesta de largo fue poco a poco desdibujándose y acabando eclipsada por el núcleo duro formado en torno al liderazgo del secretario general -retirado ahora de los focos durante varios meses para cuidar de sus dos hijos- y de la portavoz parlamentaria, Irene Montero.

Algunas dinámicas de los viejos partidos -al margen de las primarias- terminaron por imponerse en una estructura interna que pretendía dotar de autonomía a los territorios, pero que ha supuesto graves crisis internas que ahora están explotando con la configuración de las listas para los próximos comicios.

La organización se encuentra totalmente fracturada en Navarra, La Rioja o Cantabria, donde sus primarias han llegado a ser paralizadas por orden judicial y donde sus diputados han abandonado los grupos parlamentarios ante las pugnas internas por el control de cada federación. Tampoco pasan buenos momentos en Galicia, donde su confluencia está partida en dos. Y en Madrid se reedita estos días la pelea entre Errejón y la dirección regional afín a Iglesias dominada por Ramón Espinar por los puestos y la estrategia política de cara a los comicios. 

La transparencia económica de la que hacían gala en sus primeros años también quedó en el camino. La web del partido donde se podían consultar gastos, nóminas e ingresos no se actualiza desde hace año y medio. Está por ver el efecto que la compra del chalet en Galapagar por parte de Iglesias y Montero tendrá en el en un electorado de izquierdas al que no saben aún como sacar de la desmovilización que ya se ha constatado en Andalucía. Todo se fía al efecto de reacción contra la alianza de los tres partidos de derechas (PP, Ciudadanos y Vox) que este mismo miércoles se hacían con el Palacio de San Telmo

La otra baza, con remotas posibilidades de materializarse, es la de sacar adelante los Presupuestos pactados con el Gobierno de Pedro Sánchez. La posición de los independentistas catalanes podría dar un balón de oxígeno a la alianza con los socialistas que permitió sacar adelante la moción de censura para derrocar a Mariano Rajoy. Las perspectivas, de momento, son inciertas. Pues ni los separatistas parecen decidirse sobre la conveniencia o no de permitir que la legislatura siga adelante, ni el propio Ejecutivo se atreve a cumplir con las medidas plasmadas en el acuerdo sellado por Iglesias en La Moncloa. 

En la dirección se agarran a que muchas veces les han dado por muertos, pero ahí siguen. Por si acaso, Iglesias celebró unas primarias exprés ante un hipotético adelanto electoral con las que consiguió rodearse de su núcleo duro en el futuro grupo parlamentario en el Congreso, donde se por descontado que no reeditarán los 67 escaños actuales. 

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