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Política

Cuixart y Forcadell: o han enloquecido o mienten como bellacos

El líder de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart.

Contaba hace un tiempo un compañero de fatigas de Carles Puigdemont en el periódico El Punt que, por las noches, al acabar la faena, el político se bebía el mundo en el bar más cercano al rotativo y hablaba de la independencia de Cataluña entre sorbo y sorbo, de manera casi obsesiva. En aquel entonces, en los 80, el tema sólo le interesaba a cuatro locos, pero en la boca de Puigdemont aparecía con frecuencia. Han pasado 35 años desde entonces y la sensación que se tiene al escuchar a los líderes de este movimiento es que se han quedado anquilosados en un discurso cada vez más pedante y lejano de lo terrenal. Escribió Josep Pla (Contrabando) que "todo lo que ha sido largamente soñado acaba adquiriendo un tono petulante". Y como estos tipos no han alcanzado su 'tierra prometida' ni tiene pinta de que lo harán, escucharles cada vez requiere un mayor ejercicio de paciencia y abstracción.

Jordi Cuixart, el líder de la calle junto con Jordi Sánchez, se ha sentado este martes en el banquillo de los acusados para tratar de demostrar que no cometió los delitos de rebeliónsedición de los que se le acusa. Resulta curioso todo lo que rodea a este hombre, hijo de murciana y catalán (“medio español”), estudiante mediocre, dueño de una empresa que factura 7 millones de euros al año y activista aparentemente convencido. Es el independentista del 'mullet', es decir, de ese peinado que termina con una larga greña en la nuca y que se veía del mismo modo en los horteras ochenteros que entre los redneck contemporáneos. El suyo lleva canas, en demostración de que el espíritu rebelde de los veinte años todavía pervive a los cuarenta y tantos. Lo que se llama una adolescencia eterna o un estilismo desfasado. O ambas cosas. “Todo lo que ha sido largamente soñado acaba adquiriendo un tono petulante”.

Su conversación con el fiscal ha sido poco menos que un diálogo de besugos, pues mientras el representante del Ministerio Público le preguntaba -muy torpemente a veces- sobre los hechos acaecidos en las movilizaciones del 20 de septiembre de 2017 y durante el 1-O, Cuixart respondía con generalidades que parecían extraídas del catecismo del joven revolucionario y pacifista. Del volumen para principiantes, eso sí. El más básico.

El activista ha remarcado una y otra vez el carácter pacifista de las manifestaciones, y ha llegado a comparar a quienes hicieron la sentadas frente a los vehículos de la Guardia Civil con 'el hombre del tanque' de la Plaza de Tiananmén

El activista ha remarcado una y otra vez el carácter pacífico de las manifestaciones; y ha llegado a comparar a quienes hicieron la sentadas frente a los vehículos de la Guardia Civil con 'el hombre del tanque' de la Plaza de Tiananmén. También ha encontrado un símil entre los ciudadanos que 'custodiaron' los colegios en las horas previas al 1-O con aquellos holandeses que celebraron una misa de 37 días para evitar la deportación de unos refugiados, que no podían ser detenidos, por ley, durante la liturgia. En su intervención, también ha hecho referencia a Rosa Parks, a Mahatma Gandhi y a Martin Luther King, puesto que, al igual que los independentistas, utilizaron la desobediencia civil para lograr sus objetivos. Por descontado, también ha citado el lema "no pasarán", que también se cita en el catecismo del joven revolucionario.

Las crónicas periodísticas han remarcado estos días que el melenudo de 'los jordis' ha tenido una iluminación en prisión y ha abrazado el catolicismo. Por convicción o por lo que también escribió Pla en la obra citada anteriormente: porque, en momentos de dificultad, sin nada que decir, ni hacer, a uno le apetece refugiarse en lo agradable.

Quizá el tono jocoso y bobalicón que ha aplicado para referirse a los golpes con la mano que dio a un vehículo de la Guardia Civil (“le pedí que parara para devolver el DNI a una señora” y me dijo: anda, pues es verdad) se corresponda con esa nueva actitud zen. O quizá lo que ha hecho este martes en el Tribunal Supremo ha sido un ejemplar ejercicio de fariseísmo. Mentiras disfrazadas de incorrección civil para intentar evitar la condena por sedición, pero no perder la vitola de revolucionario.

Forcadell, a la defensiva

El interrogatorio de Carme Forcadell ha sido más árido y menos inspirador para las almas fácilmente impresionables. Ciertamente, resulta complejo defender en un tribunal tus convicciones democráticas y tu respeto a los derechos de quienes no comulgan contigo después de haber hecho lo posible por silenciar a la oposición como presidenta del Parlamento. Porque no conviene olvidar que Forcadell fue quien dio por bueno el resultado del 1-O, quien autorizó la votación secreta por la DUI y quien leyó aquel texto infame que ahora califica de "preámbulo".

Como era de esperar, la política de ERC, con ese tono de profesora de Lengua y Literatura de secundaria y su marcado acento catalán, ha negado su participación en la organización del referéndum ilegal y ha despotricado contra el Tribunal Constitucional. “Durante muchos años, hizo un muy buen trabajo. Pero también considero que en los últimos años se ha politizado. Y a la hora de juzgar temas relacionados con Cataluña y temas territoriales, ha utilizado criterios políticos muchas veces en lugar de jurídicos”.

Después de que Forcadell hiciera la enésima alusión de los independentistas a los derechos fundamentales, la fiscal Consuelo Madrigal le ha hecho la pregunta que todo ciudadano que haya seguido las siete primeras sesiones del juicio tiene en la boca: “Los derechos humanos quién los declara, ¿usted?”. La respuesta ha sido poética: “están en la constitución y en todos los tratados internacionales”. En todos. 

Están locos estos romanos.

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