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Política

"¡Convergencia, se nos acaba la paciencia!": la calle grita contra la pirueta de Puigdemont

Imagen de los concentrados en las cercanías del Parlament siguiendo la retransmisión del discurso.

La avenida Lluís Companys se quedó casi vacía cuando el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, anunció que dejaba en suspenso durante unas semanas los efectos de la independencia que acababa de declarar ante el Parlament "para abrir la puerta al diálogo y a la mediación". Toda la efusividad desplegada se vino abajo en apenas unos segundos.

Los besos y abrazos por la proclamación de la nueva república catalana se tornaron en abucheos y caras largas, incluso entre los seguidores más fieles del president. "No tiene sentido que ahora debamos esperar", clamaba un joven independentista ante su grupo de amigos de apenas veinte años. "Si en el otro bando sólo hay fascistas, ¿con quién vamos a dialogar?", sentenciaba otra chica que anhelaba la declaración unilateral.

Las palabras del president no habían levantado especial entusiasmo entre los asistentes durante la primera mitad de su discurso. Caras de circunstancia, gente que se mordía las uñas y miradas perdidas hacían presagiar que las palabras de Puigdemont no iban a dejar a nadie contento. Alguno se entretenía con los dos helicópteros de los Mossos que llevaban sobrevolando la zona desde primera hora de la mañana. 

El ambiente, desde luego, nada tenía que ver con el cierre de campaña en Montjuic hace apenas doce días. Sólo una vez se escucharon los gritos que reclamaban independencia entre los 30.000 asistentes -según cifras del Ayuntamiento- y apenas se produjeron cortos aplausos ante alguna de las afirmaciones del president. Las banderas esteladas estaban presentes pero los mástiles no se movían. 

"Es una decepción, porque nos han puesto la miel en los labios y ahora qué...", comentaba indignado un padre que había asistido a la concentración con su esposa y su hija de veinticinco años. Todos enfundados en su estelada, se quedaron solos en medio del pavimento escuchando al resto de los grupos de la oposición. El resto de asistentes ya desfilaban rumbo a casa. 

Sin embargo, hubo sensaciones encontradas. Una parte del auditorio sí aplaudió el discurso del president. "Ha sido 'correctísimo'. Llevamos esperando mucho tiempo y podemos esperar más", apuntaba Pere, de 25 años. "Es mejor así", asentía su padre, que echó en falta mayor concreción en ese tiempo dado al diálogo. "Si el presidente lo ha hecho así, por algo será. Esperaremos y ya llegará el día", sentenciaba otro joven votante del PDeCAT.

Precisamente, los más radicales ya apuntaban en ese sentido con sus megáfonos: "Convergencia, se nos agota la paciencia!". "Quizás a los de la ANC (Asamblea Nacional Catalana) esto les valga como una victoria. A nosotros, desde luego que no", comentaba Silvia, una joven de apenas 20 años y votante de la CUP. "Esperábamos algo más firme y claro", puntualizaba uno de sus amigos mientras acusaba a Puigdemont de "no haber cumplido el mandato ciudadano" dado el 1 de octubre en la consulta ilegal.

Casi todos los seguidores del partido antisistema se quedaron para escuchar la réplica de su portavoz, Anna Gabriel. Esperaban una respuesta contundente ante el "paso en falso" dado por Puigdemont. La diputada no fue más allá y evitó arengar a las masas. "Ni nosotros ni mucha gente pensamos renunciar, no hay derrota que valga, empezamos una etapa de lucha, no podemos suspender lo que han expresado más de dos millones de personas", dijo recabando los aplausos de los que aún permanecían en el entorno del parque de la Ciudadella.

De hecho, el portavoz del secretariado nacional de la formación, Quim Arrufat, ha exigido que "se establezca un límite de tiempo" de la suspensión de la declaración y que "se de valor jurídico a la declaración firmada hoy por todos los diputados independentistas" a través de una votación en el la Cámara catalana.

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