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Política

Iglesias aprovecha la debilidad de Sánchez para colarse en el Consejo de Ministros

Sánchez e Iglesias.

Un abrazo entre dos enemigos históricos: PSOE y Podemos, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, e incluso el gurú del giro moderado del 'sanchismo', Iván Redondo, ha sellado un preacuerdo para el primer Gobierno de coalición de la era democrática de España.

El reparto de sillones en el Consejo de Ministros, que bloqueó la pasada legislatura y condujo España al 10-N, se ha resuelto en 24 horas.

Sobre la preocupación compartida de un mal resultado el domingo y la debilidad de dos liderazgos, Sánchez e Iglesias han cimentado una alianza histórica en la que líder morado será vicepresidente. “Es así por lógica”, explican desde Podemos. El pacto entierra de golpe las críticas internas. Y abre la puerta a una investidura quizá antes de final de año. 

Iglesias sortea las críticas

Iglesias lleva meses trabajando en una coalición que le permita sortear las contestación interna. Podemos ha bajado de 71 escaños a 35 en tan solo tres años. El sueño del sorpasso al PSOE es ya historia antigua, y ante las presiones de los anticapitalistas, los errejonistas que quedan en el partido y el grupo liderado por Ramón Espinar, el secretario general de Podemos ha confiado en que la mejor vía para blindarse era desde el Ejecutivo.

Vozpópuli ha adelantado que el proyecto de Iglesias era sellar una coalición en el menor tiempo posible. Y así ha sido. Apenas unas horas después de un encuentro secreto entre Sánchez e Iglesias el pasado lunes, se ha firmado un preacuerdo de gobierno

El documento contiene diez ejes vertebradores de la acción de gobierno, que van desde “combatir la precariedad del mercado laboral” (no se habla expresamente de la derogación de la reforma de Mariano Rajoy) hasta la lucha contra el cambio climático, el reconocimiento de la “muerte digna” y “garantizar la convivencia en Cataluña”.

Se trata de un preacuerdo descafeinado con respecto a lo exigido en el pasado mes de agosto por parte de Iglesias. Entonces, por ejemplo, los morados pedían intervenir el mercado del alquiler y obligar a los bancos a “devolver” 6.000 millones de euros recibidos durante la crisis.

Esos puntos ahora desaparecen, en aras de un acuerdo igualmente importante para el futuro de Iglesias, porque el secretario General de Podemos logra aplazar varios meses un congreso para el que varios sectores del partido ya buscan a su contrincante.

Sánchez tenía que ceder

Las cesiones programáticas de Iglesias tienen como contrapartida su entrada al Consejo de Ministros como vicepresidente. Podemos -un partido a la izquierda del PSOE- se convierte en fuerza de Estado. Y el socialismo debe digerir ahora un escenario que nunca quiso.

Sánchez pidió el lunes a su Comisión Ejecutiva Federal margen de maniobra para negociar por su izquierda. Y no podía presionar demasiado después de perder tres escaños con respecto a abril en un acelerado giro al centro que el electorado no ha creído.

La debilidad del jefe del Ejecutivo ha acelerado el acuerdo a una velocidad, que realmente nadie sabe todavía en el PSOE cómo interpretarlo. No se conocen además las competencias que asumirá Podemos. Si bien, la mayor parte del PSOE sabía que no había más remedio que aceptar la coalición de la que Sánchez estuvo renegando mitin sí, mitin también.

Page y Vara: sin independentistas

Es cierto que la mayoría de los barones aceptó los argumentos de Sánchez para elegir el camino de la repetición electoral. Pero han empezado a marcar territorio. La entrada de Podemos abre la puerta a debates territoriales complejos -la plurinacionalidad-, con el desafío separatista catalán pendiente de resolver.

Y eso genera tensión en el PSOE. El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, ha empezado a margar territorio. Y ha reclamado que el Gobierno de España se conforme "sin la condicionalidad política" de los independentistas. 

"Ni España, ni la soberanía, ni el planteamiento de bilateralidad" están en la mesa de negociación", ha dicho Page. En la misma línea se ha expresado el presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, en las redes sociales.

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