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Política

Las 24 horas más frenéticas de Iglesias para convencer a los nacionalistas

El líder de Podemos Pablo Iglesias, durante el acto de conmemoración del cuarenta aniversario de la Constitución.

El secretario general de Podemos trabajó en las últimas horas como el aliado más fiel de Pedro Sánchez. Con mensajes, llamadas y contactos de todo tipo, Pablo Iglesias intentó hasta la última hora de la noche del martes que el bloque independentista retrocediera en su veto. El líder de Podemos sabía que la aprobación de la enmienda a la totalidad significaba una condena sin paliativos a la legislatura. Y decidió actuar.

Lideró un restringido grupo de personas que entre el Tribunal Supremo, el Congreso y las afueras de la Cámara Baja se pusieron en contacto con sendos dirigentes del independentismo. El objetivo era evitar in extremis que estallaran todos los puentes. Su papel fue de protagonista indiscutible y las 24 horas antes de la votación del 13 de febrero fueron para Iglesias las más frenéticas de los ocho meses del gobierno de Sánchez.

Envió una larga serie de mensajes, según varias fuentes del bloque independentista, con los que pidió a históricos diputados del PDeCAT de Madrid que hablaran con Quim Torra y Carles Puigdemont para que revisaran su postura. Estos reenviaron sus peticiones a ambos dirigentes, pero sin suerte.

Iglesias también intentó tejer personalmente “contactos” con el equipo del presidente de la Generalitat, que había llegado a Madrid para acudir al juicio del 1-O en el Tribunal Supremo. Pero tanto en este caso como en los mensajes cruzados entre los diputados del PDeCAT la respuesta fue simplemente “un no”, resumen las fuentes consultadas.

Algunos argumentan que hubo contactos directos con Puigdemont a finales de ese día, aunque el entorno del expresident niegan llamadas entre los dos políticos: “Llevan meses sin hablar”, aseguran.

Conexión de intermediarios

Las conversaciones de Iglesias se realizaron además con miembros de ERC. “Hablamos con todos”, reiteraban diputados de Podemos en el Congreso el martes. El esquema fue, presumiblemente, el mismo que con los representantes del PDeCAT. Es decir, intentar establecer una conexión de intermediarios que permitiera llegar directamente a Puigdemont y Oriol Junqueras.

El esfuerzo de Iglesias iba más allá incluso de la esperanza de los miembros de los partidos catalanes. A partir de la tarde del martes, casi todos daban por muerto el debate. No tanto por lo que dependiera de sus respectivos líderes, sino por la posición del PSOE, que, tras la polémica de la semana pasada, renunció a resolver la crisis. Una tesis, la del abandono del PSOE, que comparten algunos dirigentes de Podemos.

“Sánchez cambió de postura con el tema del relator y desde el miércoles fue el primero que no quería avanzar” en la negociación, explican en el bloque independentista. El propio Torra se preguntó el martes: “¿Qué ha pasado para que desde el miércoles el gobierno ya no diera por buena una mesa de diálogo con un relator que había aceptado un mes antes?”.

"Están atrapados en su encrucijada"

La imposibilidad de resolver el embrollo alimentó la decepción en la bancada de Podemos. Sus dirigentes consideraban poco antes de la votación presupuestaria que los independentistas están "atrapados en su encrucijada”, bloqueados en el “mismo esquema de las 155 monedas de plata” (en referencia al tuit de Gabriel Rufián que precipitó la decisión de Puigdemont de declarar la declaración unilateral de independencia en 2017).

Sea como fuera, Podemos sabe que toca pasar página. “Estamos listos para todos los escenarios electorales”, aseguran desde días. Un grupo del partido, el más pablista, considera incluso conveniente votar cuanto antes para desarmar al proyecto alternativo de Íñigo Errejón.

Aunque a partir del miércoles, la estrategia de Podemos pasa por centrarse en un adelanto electoral que apunta a ser para el próximo 28 de abril. Entre Iglesias y Sánchez hay llamadas diarias y las fuentes consultadas aseguran que la fecha de abril es aceptable para Podemos: “Va bien a los dos, aunque Sánchez prefería octubre. Pero no pudo con la presión interna”, afirman.       

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