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Política

Casado se juega en Marid su supervivencia y la del PP

Pablo Casado

En la 'batalla de Madrid' hay más cosas en juego que la presidencia de la Comunidad. Pablo Casado arriesga su liderazgo en el partido. El PP, su papel de referencia del centroderecha nacional. Todo está abierto, por apretado. Las encuestas arrojan resultados inciertos en el gran santuario de los populares. La izquierda, con el socialista Ángel Gabilondo al frente, podría acabar con más de un cuarto de siglo de gobiernos populares. El PP confía, por contra, en mantenerse en la Puerta del Sol mediante acuerdos con Ciudadanos y Vox. Algo que está por ver. Ciudadanos, para redondear el puzzle, confía en culminar el 'sorpasso' que le entronice en la cúspide del bloque del centroderecha.

Casado ha convertido la defensa de Madrid en una apuesta personal. Decidió prescindir de Ángel Garrido, el anterior presidente que dio un portazo y se largó a Ciudadanos. Apostó a fondo por Isabel Díaz Ayuso, una jugada arriesgada que sembró el desconcierto intramuros de la formación. El líder del PP se ha volcado en la campaña, en especial en estos días. Ha fatigado la región en forma constante. Esta semana estuvo en Alcobendas, San Sebastián de los Reyes, Torrejón, Collado Villalba, Boadilla, Móstoles... Este viernes, cierre final en la orilla del Manzanares. 

El reto más endiablado

Isabel Díaz Ayuso, la candidata del PP ha sido, sin duda, la gran protagonista de la campaña. Centro de interminables polémicas ("soy la diana de todos los disparos"), objeto de bromas, burlas y chascarrillos en las redes, ha logrado, pese a todo, abandonar su anonimato en apenas un par de meses. Ayuso aterrizó en plena 'tormenta perfecta' de un PP sacudido por el escándalo y la corrupción. Se sucedían los presidentes, Esperanza Aguirre, Ignacio González, Cristina Cifuentes, Ángel Garrido... casi al mismo tiempo que los episodios judiciales, como Púnica, Lezo o Gürtel.  

La cabeza de cartel del PP se ha convertido en el antídoto de lo políticamente correcto, en la más feroz fustigadora el pensamiento único, en la predicadora en el desierto de la independencia ideológica y el liberalismo militante. Ha armado mucho ruido, que es de lo que se trataba. El resto de los candidatos, a su lado, aparecía un grupo algo mortecino. Salvo quizás Ignacio Aguado, el postulante de Ciudadanos, que ha llevado a cabo una campaña de presencia creciente, consolidada en los debates televisivos y en un vídeo bailón en internet.

Ciudadanos confía en desplazar al PP en este asalto. Ya lo hizo en las generales, aunque no lo logró en Madrid capital. El partido naranja se siente fuerte. Conseguir esta demarcación clave le consagraría como el partido totémico de la derecha. Los populares temen un disgusto. Los ánimos están por los suelos desde la derrota del 28-A. Falla la movilización y escasea el entusiasmo. Espera que Vox, pese a la fuerza de su candidata, Rocío Monasterio, no mantenga su fuerza en las urnas. En cambio, en el equipo de Rivera hay una fe firme en el futuro.

La pugna, como en las generales, también va por bloques. Gabilondo cuenta con sumar a las dos familias de Podemos, la de Íñigo Errejón y la de Clara Serra. Ayuso, con hacer lo propio. La contienda se adivina intensa. El resultado, quizás histórico. El PP puede perder su más simbólico baluarte después de 25 años.  

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