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Política

Vargas Llosa anima al PP a "rescatar Cataluña de las garras del nacionalismo"

Vargas Llosa, junto a Casado, en la convención del PP

Mario Vargas Llosa despejó de un plumazo el escepticismo que su presencia había levantado entre la militancia del PP. Al cabo, el premio Nobel de Literatura se ha mostrado en varias oportunidades muy próximo a Albert Rivera y en sintonía con Ciudadanos. Una carta de presentación poco adecuada para comparecer ante 5.000 militantes del partido con el que compite directamente en las urnas.

El nacionalismo como problema, como gran enemigo de las democracias, fue el eje argumental de su discurso. Vargas Llosa animó a los demócratas españoles a “enfrentar ese nacionalismo a cara descubierta y sin complejos y abordarlo como lo que es, un enemigo de los demócratas y la libertad”.

También consideró que es preciso dar la batalla cultural y las ideas, a su criterio, la única vía para acabar con este nacionalismo destructivo. Los nacionalistas han convertido a Barcelona en una ciudad provinciana que se mira el ombligo. “Tenemos la obligación de rescatarla y salvarla, que recupere su hegemonía cultural”, concretó el escritor.

La "peste" del nacionalismo

Ese nacionalismo es “una de las más graves pestes que ha sufrido la humanidad”. El mundo global desconcierta a mucha gente, que opta por regresar al pasado, a una sociedad que nunca fue, que nunca existió. Todo nacionalismo es profundamente racista, discriminatorio. Parte del supuesto de la superioridad de una comunidad simplemente en condición del territorio en el que nació.

“Hay nacionalistas, dice, que se fingen democráticos y pacíficos”, y eso es mentira. Vargas Llosa se dirige a Torra y afirma que es la prueba de la condición discriminatoria y racista del nacionalismo”. Y añade: “Señor Torra, si piensa que los españoles son perros rabiosos, qué pensará de los latinoamericanos”. Y se responde. “Quizás crea que somos microbios tóxicos”.

Motivos para el optimismo

Señaló también, pese a todo, que hay motivos para el optimismo en este mundo actual. Primero por la desaparición del comunismo. Fue un mito, más difícil de combatir que las doctrinas filosóficas o políticas, que prometía un mundo en el que los hombres y mujeres convivirían en una especie de santidad evangélica.

“Está muerto y enterrado” porque ha fracasado en el campo económico, incapaz de crear prosperidad y justicia. El desplome de la URSS, la conversión de China en un capitalismo autoritario, han demostrado la superioridad de la doctrina democrática.

La segunda razón para el optimismo liberal estriba en que por vez primera, las sociedades pueden elegir por sí mismas si quieren ser prósperas o pobres. Nunca fue así. Dependía de la geografía, la fuerza bruta, los recursos. Todo eso ha desaparecido. Señaló el caso de Hong Kong, una tabla sin recursos y que se convirtió en uno de los países más prósperos del mundo. Creó leyes llenas de inventivos que empezaron a atraer capitales y convirtieron a esa tabla en un ejemplo de prosperidad.

Saltó a Chile, cuando era una dictadura sanguinaria, que hizo una cosa bien: dejar en manos de unos economistas liberales la guía económica del país. Eran los famosos ‘’. Abrieron fronteras, privatizaron empresas, y el país se situó a la cabeza de Iberoamérica. Tienen pleno empleo y hasta reciben trabajadores de todo el mundo. Esos son los aspectos positivos que las políticas liberales han aportado al mundo contemporáneo.

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