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Política

Rajoy condiciona el alcance del cambio de Gobierno a la estabilidad que dé el PSOE

Mariano Rajoy, presidente del Gobierno en funciones

La mayoría de las especulaciones que circulan sobre el alcance de la remodelación de Gobierno que tiene en su cabeza Mariano Rajoy carecen de fundamento. Esto es lo que concluye su círculo de confianza, convencido de que el cambio en las carteras ministeriales dependerá del tipo de acuerdo que, finalmente, le ofrezca el Partido Socialista. Los dos caminos posibles están claros: si Javier Fernández, como presidente de la gestora del PSOE, facilita al presidente un acuerdo sólido que incluya en el mismo paquete de la investidura la aprobación de los Presupuestos y de las principales reformas pendientes, entonces Rajoy encarará una remodelación amplia de su Gabinete, en el que introducirá ministros con mayor peso político. Por el contrario, si los socialistas le ponen encima de la mesa un pacto endeble cogido con alfileres que le sirva poco más que para superar la investidura, entonces el presidente apostaría por una legislatura corta en la que, presumiblemente, no se produciría un gran baile ministerial.

Si el PSOE no ofrece a Rajoy garantías de estabilidad política, el candidato del PP apostará por una legislatura corta

Las mismas fuentes apuntan que la disolución exprés del Parlamento es el principal arma de Rajoy para evitar ser víctima del “rodillo” de la oposición. El silencio que guarda él mismo y la mayoría de su partido cuando escuchan pregonar a los dirigentes provisionales del PSOE que, tras la investidura, tendrán una oportunidad de oro para revocar las principales reformas realizadas por el PP durante la legislatura de la mayoría absoluta, obedece solo a una estrategia perfectamente meditada para no poner palos en las ruedas de la gestora que trabaja para evitar que haya terceras elecciones.

Es evidente, aseguran medios gubernamentales, que Mariano Rajoy no va a dejar tocar aspectos que considera fundamentales de la reforma laboral, de las pensiones o de la fiscalidad, como tampoco va a permitir que en los próximos Presupuestos, los de 2017, decaiga el ajuste de 5.500 millones que la economía española tiene pendiente para cumplir con Bruselas.

Hay un arma muy eficaz para evitar el “rodillo” de la oposición con la que contará Rajoy si consigue a final de mes la investidura, insisten las fuentes. Proviene de la propia Constitución, que le ampara para convocar nuevas elecciones cuando a él más le interese, es decir, si fuera el caso, cuando observe que tiene serios problemas para gobernar porque una mayoría parlamentaria de distinto signo se lo impide o cuando concluya que reformas de la anterior legislatura que él considera imprescindibles, están en peligro.

El artículo 115 de la Constitución faculta al presidente del Gobierno para disolver el Congreso, el Senado o ambas Cámaras a través de un decreto que fijaría la fecha de las elecciones. El único impedimento que tendría para hacerlo es que se estuviera tramitando una moción de censura. Solo en el supuesto de que no hubiera transcurrido un año desde la anterior disolución estaría impedido para dar este paso.

Pero no es el caso, aseguran fuentes parlamentarias, ya que la última vez que Rajoy firmó el decreto de disolución fue para convocar las elecciones del 20 de diciembre y eso ocurrió el 26 de octubre del año pasado. La convocatoria posterior, la que permitió las elecciones del 26 de junio, fue automática y fue el Rey quien disolvió las Cortes ya que transcurridos dos meses a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato obtuvo la confianza del Congreso.

Si supera la investidura, Rajoy tendrá la ventaja de manejar a conveniencia los tiempos electorales

Así pues, salvo que se esté tramitando en el Parlamento una moción de censura, nada impediría a Rajoy a partir de noviembre, una vez investido, marcar el calendario electoral y los tiempos políticos a su conveniencia. Ello deja escasísimo margen de maniobra al PSOE para obstaculizar la gobernabilidad, asumen fuentes de los dos grandes partidos, pues se arriesgaría a tener que afrontar unas nuevas elecciones sin candidato, sin programa, sin la maquinaria a punto y, lo que es todavía más importante, sin una identidad definida después de haber facilitado al candidato del PP seguir en La Moncloa.

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