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Política

Lasquetty, el 'cerebro gris' de Casado para construir el nuevo PP

Javier Fernández-Lasquetty, jefe de Gabinete de Casado.

No es el hombre fuerte, ni el delfín, ni el Rasputín. Javier Fernández Lasquetty, 52 años, pasa por ser el ‘cerebro’ del nuevo PP, la materia gris que Pablo Casado ha reclutado para diseñar el rearme ideológico de su partido. Apenas concede entrevistas, no hace declaraciones, no comparece ante los medios. Su labor se desarrolla en la zona del ‘backstage’, lejos de los focos y de la gente, prácticamente en su despacho de Génova, 13. Ahí, dicen, se decide todo.

Es uno de los tres puntales del nuevo PP de Casado. Javier Maroto y Teodoro García Egea, los otros dos. Lasquetty se encarga del ideario, la doctrina. Maroto, de impulsar esas ideas y transmitirlas a la organización. Teo, como se le conoce entre la militancia, es el sumo sacerdote de la sala de máquinas, el que moviliza al partido y controla el día a día. Los tres son buenos amigos del presidente. Teo, quizás, es el más próximo, el más ‘colega’. Maroto, menos efusivo y más distante, es algo más que un buen compañero. Lasquetty, de más edad, es una especie de hermano mayor, el referente imprescindible, el que orienta y aconseja. El arquitecto de la encarnadura del 'nuevo PP', moderno, liberal y 'sin complejos'. El envés del marianismo.

Las relaciones del poder

Circulan versiones de todo tipo en los círculos populares sobre cómo es la relación entre estos tres puntales del casadismo, cual es la verdadera potencia de fuego de los tres vértices del triángulo de Génova. Hay quien ve un cierto pulso entre Lasquetty y Casado, ya que sus planteamientos, en especial en asuntos sociales, como el aborto, violencia de género, familia, no siempre son coincidentes. Otros hablan de que el papel de García Egea se ha difuminado. “No hay nada de eso”, comenta un testigo próximo y desapasionado. Cada uno tiene muy clara su función y lo que de él espera el presidente. Pueden discrepar en algunas cosas, pero "no hay maniobras subterráneas ni movidas chungas".

A Rajoy le agradaba la tensión constante entre sus dos ‘manos derecha’, entre Soraya Sánenz de Samataría y Dolores Cospedal, una en el Ejecutivo y otra en el partido. Una tensión que derivó en batalla abierta a la que el entonces presidente asistía complacido, como un Nerón con partagás en lugar de su lira.

“Cuando se está en la Moncloa y se tiene el poder, estas cosas pasan y apenas se le da importancia”, dice esta fuente.  Casado vivió estas trifulcas en primera línea, en especial en su etapa de responsable de Comunicación del partido. El PP chapoteaba ya en la ciénaga de la corrupción y mostraba evidentes signos de agostamiento y decrepitud. Todo eran incendios por doquier.

La tremenda polémica sobre los bebés de las inmigrantes ha producido un tremendo cimbronazo en el seno del PP

Nada de eso va a repetirse. Casado abomina de las luchas intestinas y de los navajeos de pasillo. Bajo la bandera de la ‘integración’, ha actuado a la manera de Aznar. Tras su llegada a Génova, desplazó al ‘sorayismo’ más esquinado. Ahora, al elaborar sus listas al Congreso, ha fulminado al marianismo. Sin titubeos. El 80 por ciento de los candidatos son fieles a la causa, ajenos a puñadas intramuros. Maroto y Egea se han encargado de esa labor. Conocen bien el partido, sus terminales y sus redes. Han actuado en forma ‘implacable’ para unos, ‘impecable’ para otros. Apenas restos del pasado en sus candidaturas, salvo la figura de Ana Pastor, que aún preside el Congreso. 

La polémica de los bebés de las inmigrantes

Todavía quedan puntos por cerrar, instancias por ahormar. La maquinaria no está aún encajada. Así se demostró hace unos días. La tremenda polémica, agitada con empeño desde el PSOE y sus adláteres, sobre los bebés de las inmigrantes, ha producido un tremendo cimbronazo en el seno del PP. ¿Cómo nos meten esos goles? ¿Porqué no hay nadie que lo prevea y lo arregle? ¿Volvemos otra vez a lo de siempre? La versión apócrifa circuló durante horas por redes, platós, emisoras, periódicos, hasta que la cúpula del PP se decidió a reaccionar. El daño ya estaba hecho. “Algo falla”, se escuchó en el PP.

Pablo Casado tuvo que echar mano de las ‘fake news’, Javier Maroto de la ‘personas sin alma’ y Andrea Levy se vio forzada a ejercer la autocrítica y aseguró que “quizás nos hemos equivocado al transmitir la propuesta”. Un episodio disparatado e inoportuno en plena precampaña de “las elecciones más trascendentales” de nuestra democracia, como dicen los populares.

Algunos señalan a Marta González, la vicesecretaria de Organización, que no parece haberse hecho aún con las riendas de su negociado. González forma parte de la ‘cuota gallega’ de la dirección del PP, y acaba de ser confirmada candidata por Coruña. Su labor de responsable de Comunicación pasa casi inadvertida. Al menos entre los medios. Tras el Comité de los lunes, son Egea o Maroto los encargados de comparecer en la sala de Prensa. González, lo hace esporádicamente, cuando la sesión carece de especial relevancia. 

Gente sin complejos

Hay cosas que arreglar en Génova. Casado tuvo que incorporar a gente de Cospedal y de algunas baronías singulares. Como la que preside Núñez Feijóo. Llegado el momento, con la enorme paciencia de los vehementes, el presidente del PP también diseñará un equipo de gobierno a su medida, con sus leales, gente competente, “lanzada y sin complejos”.

Como Javier Fernández-Lasquetty, su jefe de Gabinete. Lasquetty y Casado proceden de las Nuevas Generaciones de Madrid, el embrión del sector más liberal del PP. El de José María Aznar y Esperanza Aguirre, con quienes ambos trabajaron, tanto en el Gobierno nacional como en el regional. Todos ellos comparten el mismo diagnóstico sobre los males que aquejan al partido y que le han hecho perder tres millones de votos en la última etapa de Rajoy. La tibieza ideológica y la falta de voluntad de liderazgo. Dos herramientas imprescindibles para que el PP vuelva a ser el guía indiscutible del sector liberal conservador de España.

Una de las primeras decisiones de Casado tras imponerse en las primarias del año pasado y convertirse en el sucesor de Rajoy, fue traerse a Lasquetty de la universidad Francisco Merroquín, de Guatemala, en la que ejercía de vicerrector desde hace cuatro años. Aquel fue su destino al abandonar la consejería de Sanidad, en los tiempos convulsos de Ignacio González como presidente de la Comunidad madrileña.

Asumió el puesto de jefe de Gabinete del presidente, el encargado de trazar el rumbo ideológico para que el PP volviera a ser la ‘casa común’ del centroderecha, para recuperar la confianza del militante decepcionado y el votante desencantado. Lasquetty había resumido sus inquietudes y sus ideas en un artículo publicado en Libertad Digital, el periódico de Jiménez Losantos, antes de la batalla de las primarias. Se titulaba “Porqué voy a votar a Pablo Casado” y se respondía: “Quiero que el PP pase página de 15 años de fracaso ideológicamente borroso”.

Diseño de estratégico

Nada más aterrizar en Génova, se puso manos a la obra. Contrató a Isabel Benjumea, impulsora de la Red Floridablanca, un equipo de pensamiento integrado por jóvenes profesionales, catedráticos y ensayistas muy críticos con la labor de Rajoy. Una especie de Faes en pequeña escala. De esa conjunción salió el primer documento importante de la ‘era Casado’. La carta de cuatro folios que envió a los afiliados en vísperas de la Convención Nacional del partido, celebrada a finales de enero. Fue una especie de documento programático en el que se condensaba el objetivo de “activar” esa nueva etapa en la que el PP ha de ser el dique de contención de los nuevos populismos y colocaba el eje de la contienda política, no en la horizontalidad derecha-izquierda, sino en la verticalidad entre “el liberalismo y la servidumbre”.

En sus manos está la coordinación de estrategias, el diseño de objetivos, el dar con la fórmula para evitar que el mensaje elemental y directo de Vox siga horadando el nicho de votantes del PP. Lasquetty consulta con expertos, elabora documentos, perfila trabajos, reúne material, que se transforman en ideas, proyectos y mensajes que luego transmiten tanto Casado como otros dirigentes de la formación. Recuperar la esencia de ese PP audaz, avanzado, liberal, combativo, intransigente con la izquierda y los ‘enemigos de España’ es su misión. El PP como partido moderno y europeo. Maroto organiza la campaña electoral. Egea recorre el país ajustando piezas y dando instrucciones. Son un equipo bien avenido y con las ideas claras. “Intentarán dividirlos, ya lo sabemos”, dice un miembro del equipo del presidente. De momento, los problemas de Casado están en otra parte.

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