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Política

Cospedal exhibe sus galones para recuperar el control de Génova

Cospedal, durante su rueda de prensa en el Congreso.

Apeados del Gobierno, los ministros de Mariano Rajoy se quedan a la intemperie. Sin poder político alguno y sin relevancia en el aparato del partido. Tan sólo Dolores Cospedal goza de un estatus privilegiado. Desalojada del ministerio de Defensa, retorna a Génova, en calidad de su condición de secretaria general. Un cargo que apenas ha ejercido más que de forma simbólica. Rajoy se lo dejó bastante claro en su momento: Iremos al partido a las reuniones y a algún acto de fin de semana. "El día a día lo controlará Fernando Martínez Maíllo", a quien acababa de designar vicesecretario general, ascendido luego a coordinador general.

Así ha sido hasta ahora. Cospedal con los militares y alejada de los militantes. Pero tras el hundimiento del Gobierno, las cosas van a cambiar. Al menos es lo que pretende Cospedal, que intentará hacerse con el control de la organización con el aval del presidente y con la mirada puesta en los profundos cambios que se avecinan. En la larga tarde del jueves, cuando Rajoy huyó del Hemiciclo para no asistir a su entierro como presidente, fue Cospedal una de las personas que más le animaron a continuar. A no tirar la toalla.

Nada de dimitir

En esa eterna sobremesa del restaurante Arahy, la secretaria general de la formación se mostró muy vehemente en los argumentos en favor de la continuidad de su líder, según comenta uno de los presentes. Nada de dimitir. No hay que darles esa doble victoria a sus rivales. Hay que mantenerse al frente del PP, reorganizar las fuerzas y volver al ataque. Rajoy escuchaba. Y le gustaba la música. Nunca pensó en dimitir pero necesita palabras de aliento para reforzar su posición.

Cospedal necesita la continuidad del presidente. Una espantada de Rajoy abriría la caja de los truenos de la sucesión, donde Núñez Feijóo y Soraya Sáenz de Santamaría cotizan con más fuerza en las quinielas.

"Rajoy no dimite. Ahora quien manda aquí es el partido". Las palabras de Cospedal, en su improvisada rueda de prensa en las dependencias del Gobierno en el Congreso, resonaron con estruendo en toda la Cámara. Dentro, en la sala, se sucedían las intervenciones de los diferentes grupos empeñados en defenestrar a Rajoy. Junto a ella, los ministros Zoido y Montserrat. A pocos metros, Sáenz de Santamaría protagonizaba otro improvisado corrillo con los periodistas, junto a Fernando Maíllo. Primera muestra gráfica de la escisión. Primera evidencia del cisma por venir. Una situación inédita, una especie de 'performance' inusitada. 

Cospedal regresa a Génova exhibiendo sus brillantes galones y lo hará de la mano de Mariano Rajoy. Maíllo, esforzado capataz del aparato popular, volvería a su puesto de 'número tres'. Santamaría, ni siquiera forma parte del Comité de Dirección del PP. Intentará, según trasciende, hacerse fuerte en el grupo parlamentario, donde la continuidad de la portavocía de Rafael Hernando está en severo peligro. Tiene un problema serio la secretaria general para alcanzar sus objetivos. Está muy señalada por el 'caso Gürtel', su gran talón de Aquiles. Dio la cara como nadie para blindar la figura del presidente de las arremetidas de ese asunto, que terminó por derribarlo. Una actitud que Rajoy le agradece pero quizás le pase factura.

El congreso del cambio

Rajoy se queda. Esta es la versión que envían sus más próximos. Este sábado, durante el almuerzo de despedida que celebró con sus ministros, así lo dio a entender. No quiere aparecer como un desertor en estos momentos de desolación. Estará el martes en la Junta Nacional donde intentará animar a sus barones para dar la cara en las elecciones del próximo año. 

Nadie sabe el tiempo que podría prolongarse esa fase. Muchos barones consideran oportuno llevar a cabo una profunda renovación. Tutelada por el actual presidente, pero sin su figura ya en el futuro. Rajoy debería organizar un congreso nacional del que emerja el nuevo PP. Antes de las autonómicas y locales, a ser posible. Ahí se verían las caras, ordenadamente, los aspirantes a tomar el relevo. "No habrá 'dedazo' pero sí una cierro procedimiento para evitar el cataclismo, para no caer en la UCD", comentan uno de los actuales dirigentes de Génova.

Hasta ese momento, Cospedal, que es líder de la formación en Castilla la Mancha, habría ejercido como segundo piloto de Génova, la mano derecha del presidente. Feijóo, el más firme aspirante a la sucesión, tendría también bazas importantes para la designación. Es presidente autonómico, ha ganado tres mayorías absolutas y goza de un respeto general entre dirigentes y militantes. Su voz se escucha y su figura permanece inalterable como el delfín eterno del 'marianismo'. 

Existe una sentimiento general para llevar a cabo una travesía del desierto sosegada, sin estruendos, sin guerras públicas, sin vehementes encontronazos. "Habrá navajazos, ya los hay, pero sin que se note demasiado la sangre", desliza un veterano de la formación.

Sáenz de Santamaría, a quien Rajoy aprecia en lo personal y reconoce enormemente en lo profesional, estaría en inferioridad de condiciones. Acaricia la idea de quedarse de número dos del grupo parlamentario, siempre y cuando Rajoy pretenda permanecer en su escaño como líder de la oposición durante un tiempo.

En esa función, el papel de Soraya tendría una relevancia mediática muy destacada. El Parlamento se va a convertir en una estruendosa jaula de grillos, una caja de resonancia espectacular dada la inestable mayoría del Gobierno de Pedro Sánchez. Sin compromiso alguno con el PSOE, el PP podrá llevar a cabo una oposición firme y contundente, algo que se traducirá sin duda en un reforzamiento de la imagen de Soraya. 

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