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País Vasco

Cisma en el PP vasco: Casado rehabilita a San Gil pero los 'sangilistas' acaban en Vox

María San Gil

La marcha de Carlos Iturgaiz tras quejarse por su puesto en las listas para las elecciones europeas es el último cisma entre los populares vascos. El penúltimo ocurrió solo 48 horas antes, cuando la dirección del PP autonómico se desmarcó de unas declaraciones de Pablo Casado sobre la prevalencia de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado frente a la Ertzaintza. Dos escaramuzas en una guerra más profunda que viene de antiguo y se está perpetuando.  

Dos almas diferentes han convivido en el PP vasco durante los últimos años. Una es la más cercana a las ideas que representaron Jaime Mayor Oreja y María San Gil, combativos sin fisuras contra el nacionalismo vasco en su conjunto, 'aznaristas' sin complejos. Otra es la que representan Alfonso Alonso, Borja Semper o Iñaki Oyarzábal, un grupo de políticos más cercanos al 'marianismo' y el 'sorayismo', más modernos según ellos y más tibios según sus oponentes internos.

En medio se ubica Casado, que ideológicamente parece mucho más cercano al primer grupo pero que está obligado a convivir con los segundos y que incluso tiene como mano derecha a uno de ellos, el ex acalde de Vitoria Javier Maroto

San Gil no vuelve del todo

Cuando llegó a la presidencia del PP, Casado se fijó como una de sus prioridades recuperar el legado de San Gil, que había dejado la primera línea por sus fuertes desavenencias respecto al liderazgo de Mariano Rajoy y su número dos, Soraya Sáenz de Santamaría. En una entrevista con este diario durante las primarias lo dejó claro: "Quiero un partido al que puedan volver Ortega Lara y María San Gil". Una vuelta a las esencias 'aznaristas' que, por supuesto, criticó Alonso veladamente. 

San Gil irrumpió en aquella campaña feroz entre las dos corrientes del PP a nivel nacional. "He recuperado la ilusión por militar en el PP". Un mensaje que reforzó a Casado y que suponía de facto la rehabilitación pública por parte de Génova 13 de una mujer que para muchos en el partido fue y es un símbolo. Sin embargo, la sintonía entre ambos no mutó después en el regreso a la primera línea de la ex presidenta del PP. Una vez ganada la competición interna, el líder del PP se lo ofreció, incluso se ha publicado que como segunda por Madrid en la lista de las generales, pero ella optó por no volver. 

Abascal ficha para Vox a Alzola y Dávila

La reconciliación de San Gil y Casado llegó tarde. Porque la división en el PP vasco era irreconciliable. Uno de esos políticos que se forjó como concejal en la época del terrorismo de ETA ya había dejado el partido, con ataques a Rajoy y loas a San Gil, para fundar otra formación: Santiago Abascal, presidente de Vox. Él y su padre, Santiago Abascal Escuza, un histórico del PP alavés fallecido en 2017, ya habían fichado a otros ex populares para el partido verde. 

Los fichajes de ex del PP han continuado en las últimas semanas. Nerea Alzola, ex concejal en Sondica (Vizcaya) y 'sangilista' convencida, será la candidata de Vox por Vizcaya. Y Juan de Dios Dávila, ex concejal en Hernani (Guipúzcoa) y 'sangilista' convencido, será el candidato por Guipúzcoa.

La primera tiene una trayectoria muy parecida a la de Abascal. De la mano de San Gil y al igual que ella, fichó por el Gobierno de Esperanza Aguirre, como presidenta de la empresa pública Gedesma. El segundo, también afín a San Gil, es hermano del teniente coronel Fidel Dávila, asesinado por ETA en 1993 junto con otros 6 compañeros. 

La realidad del PP vasco

Los esfuerzos de Casado chocan con la realidad de partido en Euskadi. Quedan pocos 'sangilistas' con mando en el PP vasco, por no decir ninguno. Los más conservadores en la formación acusan a Alonso, Oyarzábal y compañía de haber limpiado de 'sangilistas' el partido y de haber traicionado el legado de los Iturgaiz, Mayor Oreja y San Gil. 

Quienes controlan el PP vasco insisten en que ellos también son hijos de ese legado, recuerdan que también se la jugaron frente a ETA, hacen hincapié en que han ganado las competiciones internas con los votos de los militantes y continúan con una estrategia que dista, al menos en el tono y a veces en el fondo, de la de Génova 13.

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