Opinión

Vivir y morir en manos del mismo odio

No son sino la nada, la oscuridad, el resultado del escupitajo de Dios en la cara de un demente analfabeto y esquizofrénico

  • Teroristas de Hamás en Deir al-Balah

 

El rabino Ken Spiro analiza, en una obra maravillosa –Mundo Perfecto: el impacto judío en la Civilización– 4000 años de historia humana para mostrar cómo los valores éticos y morales occidentales provienen de la Torá. Spiro se pregunta por qué el pueblo judío es tan singular e influyente, y al mismo tiempo implacablemente odiado y perseguido. Quizá la respuesta sea la relevancia que tiene el pasado para el futuro, tanto del pueblo judío como de la propia humanidad, y eso, para una sociedad tan desarraigada como la del siglo XXI, produce mucho vértigo.

Uno de los pilares fundamentales de la sociedad es la familia. En el judaísmo, una familia sólida es la base para el bienestar social. El historiador Cecil Roth decía que el judaísmo, a diferencia del cristianismo, “es la religión del hogar y no del templo”. Y es que, en el judaísmo, que ordena tener un comportamiento positivo, la conciencia social es además una obligación legal. Puede parecer un tópico, pero no lo es: el hogar, independientemente del grado de religiosidad de la familia, es el santuario donde se observa y practica la tradición, se educa a los hijos para que sean buenas personas – y no sólo buenos judíos -, responsables y constructivos con la sociedad y con el mundo. Tener un comportamiento positivo y conciencia social es una obligación moral y legal; una obligación, la de arreglar el mundo -Tikum Olam-, fundamento de los valores humanitarios de la Torá que se convirtieron en la base del bienestar social, el pilar de las sociedades occidentales avanzadas.

En algunos cuerpos incluso se descubrieron que contenían trampas explosivas, clavos, madera y otro tipo de objetos. Familias enteras obligadas a presenciar actos inhumanos contra sus seres queridos para después ser asesinados o secuestrados

No hay ningún otro pueblo en la Historia que encarne un ideal tan noble como el que se desprende de las leyes civiles judías, o que tenga Instituciones políticas tan humanas, justas y sólidas como las de Israel. Para sus enemigos, esa es una debilidad a explotar. El ataque terrorista del 7 de octubre, connotaciones geopolíticas aparte, tuvo dos objetivos: romper los vínculos familiares y obtener cautivos como botín de guerra para quebrar la moral y la conciencia social del Estado de Israel. Quizá por estas razones la brutalidad extrema, las agresiones sexuales y las violaciones cometidas durante el ataque terrorista del 7 de octubre fue parte integral de una estrategia planificada, deliberada y sistemática,  destinada a intensificar el dolor y la humillación de las víctimas y dañar al Estado de Israel. Un sadismo tan extremo, cometido contra mujeres, niños, hombres e incluso en cadáveres, que escapa a la comprensión de un ser humano equilibrado. En algunos cuerpos incluso se descubrieron que contenían trampas explosivas, clavos, madera y otro tipo de objetos. Familias enteras obligadas a presenciar actos inhumanos contra sus seres queridos para después ser asesinados o secuestrados. Así lo reflejaba en febrero de 2024 el primer Informe oficial de la Asociación de Centros de Asistencia a las Víctimas de Agresiones Sexuales que se presentó en la ONU ante la negación y el doloroso silencio de una comunidad internacional selectivamente apática. Las imágenes no mienten, las grabaron los propios terroristas con sus cámaras GoPro y las documentaron sus “periodistas”. Las vimos en directo, retransmitidas por las principales cadenas de televisión: Al-Jazeera, CNN, BBC, Reuters y otras. Sin filtro pero sí comentadas con sesgo.

No menciona el progromo del 7 de octubre ni tiene tiempo para recordar a los 76 israelíes que todavía llevan más de 400 días secuestrados en Gaza sin la asistencia ni atención de la Cruz Roja

Un año después, en febrero de 2025, el Ministerio de Salud de Israel ha vuelto a publicar otro Informe, también dirigido a la ONU, sobre el estado de salud, físico y psíquico, de los secuestrados. Dice la ONU, que tiene días de recuerdo para todo, que “el extremismo violento es una afrenta a la humanidad que socava la paz y la seguridad, los derechos humanos y el desarrollo”. Hay imágenes que no mienten, y seguimos viendo cómo una organización terrorista chantajea a un Estado democrático ante la indiferencia y complacencia de la comunidad internacional. Imágenes sin filtro, pero sí comentadas con sesgo. Asistimos al recuerdo selectivo de una Organización Internacional que llora protocolariamente por los judíos muertos durante el holocausto, en un dolor institucional alejado en el tiempo y diluido entre tantas otras desgracias, pero que no menciona el progromo del 7 de octubre ni tiene tiempo para recordar a los 76 israelíes que todavía llevan más de 400 días secuestrados en Gaza sin la asistencia ni atención de la Cruz Roja.

La escenografía a la que se ha prestado con Hamas demuestra una connivencia abierta con una organización y una ideología que no consideran extremista. Nour Khadam, ese empleado que firma los documentos de entrega de “prisioneros” en el show semanal montado por Hamas, aparece en sus redes sociales con la keffiya palestina y refiriéndose a Israel como “la entidad sionista”. Las imágenes, de nuevo, no mienten. Cómplices necesarios de la barbarie, cuando parte de occidente aplaude a los bárbaros es que está muerto.

Ohad Ben Ami, Or Levy, Eliyahu Sharabi, Ofer Kalderon, Yarden Bibas, Keith Segal, Yarbel Yehud… no son sólo nombres. Son hombres, mujeres y niños rotos que regresan con el trauma de haber recibido un trato vejatorio diseñado para torturar física y psicológicamente a los secuestrados, quebrar su moral y hacerlos sumisos y más fácilmente controlables. El catálogo de salvajadas a las que han sido sometidos está suficientemente detallado en el Informe del Ministerio de Salud arriba mencionado, disponible en fuentes abiertas para su lectura, análisis y comprensión global de la magnitud a la que se enfrenta Israel. Las condiciones insalubres, la privación del sueño, de alimentos, higiene, medicinas; la falta de movilidad, torturas, agresiones sexuales individuales o grupales; el encadenamiento, aislamiento, el marcaje con instrumentos incandescentes (también en niños) o la obligación de convivir con muertos y presenciar el asesinato de otros cautivos, parecía que había quedado en los libros de Historia de la Shoa como un recordatorio del Mal extremo al que pudo llegar una sociedad fanatizada.

Una sociedad en la que los niños son los actores necesarios en una maquinaria del terror que sirve de escudos humanos a los adultos y les reemplazará en el ciclo de la violencia, porque sus propias madres les educan, no para que brillen como personas útiles, sino para que tomen las armas

El nazismo surgió en el seno de una sociedad culta y tecnológicamente avanzada; el nazismo islamista, en medio de una sociedad sostenida en el victimismo y la manutención eterna. Una sociedad con una estructura familiar que no se sostiene en el pilar del bienestar social ni en educar para ser buenas personas. Una sociedad en la que los niños son los actores necesarios en una maquinaria del terror que sirve de escudos humanos a los adultos y les reemplazará en el ciclo de la violencia, porque sus propias madres les educan, no para que brillen como personas útiles, sino para que tomen las armas y “resistan a la ocupación sionista con la ayuda de Alá”. Es una sociedad enferma, de la cuna a la tumba. Hablan en nombre de un dios que sólo existe en su imaginación. Porque no son sino la nada, la oscuridad, el resultado del escupitajo de Dios en la cara de un demente analfabeto y esquizofrénico.

El tiempo de los rehenes en cautividad ha estado marcado por un trauma intenso de separación familiar. Salen con la culpa del sobreviviente, con ansiedades paranoicas, incluso aquellos que aparentemente muestran más fortaleza y resiliencia. Los terroristas han pretendido inocularlos el virus del desapego emocional. Porque rompiéndolos individualmente, quiebran la esencia del judaísmo y del Estado de Israel. Vivir y morir en manos del mismo odio que engrasó la maquinaria de la Shoa –Holocausto– ha sido posible porque la civilización occidental, heredera del legado judío, ha olvidado una de las principales máximas de Rabí Moshe Ben Maimon, conocido como Maimónides: El que tiene misericordia con los crueles terminará siendo cruel con los misericordiosos.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación Vozpópuli