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Opinión

Violencia, democracia y semilealtad del PSOE

Violencia, democracia y semilealtad del PSOE.

El PSOE está perdiendo una oportunidad histórica. Podemos está aplicando el manual leninista de la desestabilización para tomar el poder, y está descontrolado. Una muestra es el desvarío de Pablo Iglesias, que no contento con sostener el espíritu del golpe de Estado y convocar una asamblea alternativa contra la legalidad , ha denominado “ presos políticos ” a los detenidos en cumplimiento de sentencias judiciales. Este tremendo error táctico de los podemitas, por no calificarlo de otra manera, debería haber servido a los socialistas para construir un discurso y una acción de Estado, capaz de recuperar la confianza y la estima por un partido desdibujado.

Esa dicotomía que muestra el PSOE de Sánchez es injustificable. Sus alcaldes catalanes están siendo acosados y amenazados por los independentistas, al tiempo que el PSC, que ha tomado las riendas del socialismo, apuesta por la solución dialogada al golpe de Estado. Dicen que están del lado de la legalidad, pero desprecian el funcionamiento de la ley. En un solo día son capaces de votar contra una proposición de Ciudadanos en apoyo de la actuación legal del Gobierno, y luego asegurar que están por " la defensa de la legalidad y del estado de derecho " y que, por tanto, mantendrán su apoyo al Ejecutivo.

La pata más débil del sistema es el PSOE. Su actitud no sirve para aislar completamente a los golpistas y a los violentos, que ven en los socialistas un resquicio para rentabilizar sus actos. De la “solución política” al golpe, como pretenden, solo puede haber una víctima: la democracia.

Esta sovietización de la política nada tiene que ver con los principios democráticos de separación de poderes, representación y libertades

Quizá a este izquierdismo que ha embriagado al PSOE, la palabra “democracia” solo les sirva para evocar la “lucha contra las desigualdades” y “el reparto de la riqueza”. Pero esta sovietización de la política nada tiene que ver con los principios democráticos de separación de poderes, representación y libertades. Por eso, la actitud del PSOE se puede calificar de “semileal” aplicando las categorías que estableció Juan José Linz para estudiar la crisis de las democracias: leal en el ejercicio del poder, desleal en la oposición.

Eso ya ocurrió antes con el socialismo español; durante la Segunda República. Los socialistas, junto a los republicanos, se dieron en 1931 un régimen a la medida de sus ideas y propósitos. Es cierto que existía una parte del PSOE, la de Julián Besteiro, que miraba a la socialdemocracia alemana; es decir, a constituir un régimen representativo basado en la soberanía popular. Pero otra parte, la mayoritaria, consideraba que la República era una transición a la sociedad socialista.

En una sociedad en conflicto, siempre gana el más radical. Así ocurrió. Fueron los de Largo Caballero quienes rompieron el gobierno con los republicanos en la primavera de 1933

En esta dualidad, en una sociedad en conflicto, siempre gana el más radical. Así ocurrió. Fueron los de Largo Caballero quienes rompieron el gobierno con los republicanos en la primavera de 1933 porque consideraban que eran un freno a su proyecto transformador. Adoptaron entonces un lenguaje y un comportamiento bolcheviques, al punto de que al viejo líder sindical lo denominaron “el Lenin español”. La compilación de sus “Discursos a los trabajadores” no tiene desperdicio en este sentido: maximalismo, deslealtad a la República, y llamada a la guerra civil.

La demonización del adversario, convertido ya en “enemigo”, les impedía la defensa sincera de la legalidad. Incluso la colaboración con los republicanos de izquierdas les resultaba una traición a sus ideas porque los tildaban de “partidos burgueses”. Aquel PSOE solo era leal a una República gobernada de forma omnímoda e incontestable por ellos. Los discordantes, como Fernando de los Ríos o Besteiro, entre otros, callaron o no se opusieron lo necesario, al igual que hoy. Todo ese proceso está en el testimonio de un socialista menor, Gabriel Mario de Coca, testigo de aquello, en el impagable título de “Anti-Caballero: crítica marxista de la bolchevización del Partido Socialista (1930-1936)”.

Ha llegado el momento del funcionamiento pleno de las instituciones y de la unidad de los partidos democráticos para guardar y hacer guardar la Constitución

No tuvo el PSOE ningún sentido de Estado, todo lo contrario. Organizó el golpe de Estado contra la República en 1934, contando, cómo no, con los catalanistas, que hirió de muerte al régimen. El delito era que el sistema estaba fuera de su poder, en manos de la derecha, y que el juego democrático, la oposición institucional y la conquista de la opinión no eran mecanismos que pudieran aceptar. Esa deslealtad les llevó a constituir aquel Frente Popular que, a imitación del francés, pretendía tomar el poder de forma exclusiva y para siempre como antesala de la revolución. Luego llegó el fraude electoral de febrero de 1936 y la manipulación en la comisión parlamentaria de actas para tener mayoría absoluta.

El PSOE de Sánchez cree que una postura intermedia, entre la legalidad estricta y el golpismo violento, les proporcionará su victoria particular. Es una mala lectura de Curzio Malaparte, de su “Técnicas de golpe de Estado”, en las que relataba cómo en algunas situaciones era la “vía media” entre la fuerza y la ley quien se hacía con el poder. A estas alturas no hay una solución a medio camino entre la democracia constitucional y los golpistas violentos que llaman a la movilización en las calles. Solo se puede y debe aplicar la Ley y el Derecho.

Ha llegado el momento del funcionamiento pleno de las instituciones y de la unidad de los partidos democráticos para guardar y hacer guardar la Constitución. No caben semilealtades. Ese hueco político que el PSOE está dejando lo ocupará alguien, quizá Ciudadanos, pero el daño que está haciendo a la convivencia y la confianza en España tardará en restañarse. Ojalá rectifique.

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